Santa Marta: más de medio siglo de abandono

Santa Marta: más de medio siglo de abandono

En los Juegos Bolivarianos podría estar su salvación

Por: Luis Oñate Gámez
mayo 18, 2015
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Santa Marta: más de medio siglo de abandono

En una calurosa tarde de abril, dos ráfagas de viento que se cruzan en la mitad del campo generan un remolino que eleva por los cielos miles de virutas del pasto amarillento y seco que ha comenzado a morir en casi todo el terreno de juego. El fogaje y parte de la mugre que gira en el torbellino llega hasta la desolada tribuna de sombra del viejo estadio Eduardo Santos de Santa Marta, en donde un murmullo entre paredes trae a colación las almas que penan al recordar aquellas tardes lúdicas teñidas de azul y rojo. En la región las lluvias se alejaron hace unos cinco meses pero en los amarres de varias vigas y columnas aún se nota el verdor de una humedad generada por las filtraciones.

Un grupo de turistas que llega hasta el terreno de juego para conocer más de cerca el escenario que vio nacer profesionalmente al Pibe Valderrama, el mismo que vigila la entrada desde una escultura de bronce, recorre en silencio con su mirada cada rincón de este monumento cargado de historia y abandono. Algunos se admiran por esa desidia de tantos años, enmarcada en los peñascos que se desprenden del techo y en las columnas carcomidas que les dieron la bienvenida. Un panorama con el que a cualquiera le es fácil retratar a la clase dirigente que ha gobernado por muchos años al Magdalena y Santa Marta. Ahí están pintados, murmuró uno de ellos.
En la entrada del escenario, Lorenzo Quinto hijo recuerda con nostalgia la alegría que lo embargó cuando junto con sus padres y sus hermanos se mudaron para el estadio. Fue la época dorada de los brasileros en el Unión Magdalena, a mediados de los sesenta. “Nojoda mis amigos me envidiaban porque yo podía saludar y acercarme a Quarentiña, a Dairthon y los demás jugadores, yo no me cambiaba por nadie. ¿Tú sabes lo qué es eso? Nombe eso fue algo bello, yo no salía del estadio para nada”. Los Quinto hacen parte de una de las cuatro familias que tienen más de 50 años de vivir en el estadio de fútbol; una en cada tribuna.
Colindando con el Eduardo Santos está la llamada Piscina Olímpica, quizás uno de los pocos escenarios de Santa Marta que no tiene nombre de político, tal vez porque la mayor parte del tiempo ha estado ahogada por la maleza y las aguas putrefactas. En el fondo de su poza mayor yace oxidada y retorcida una parrilla de hierro como único vestigio de los últimos 400 millones de pesos que se perdieron hace 12 años en una de las tantas remodelaciones inconclusas a las que fue sometida. Aquí también el abandono, la corrupción y la ruina son el principal ingrediente. El respeto que abanderó a quien tuvo su manejo en los últimos años sólo fue de boca. Como testigo de ese eslogan embaucador quedaron varios avisos en las afueras del escenario pero por dentro el irrespeto al Magdalena y a sus deportistas es elocuente.

A su lado, en el Rafael Hernández Pardo, en un diamante que al parecer corrió con la misma suerte de la Custodia de Badillo, la pelota caliente se enfrió hace mucho rato. El terreno que otrora fue el epicentro de grandiosas jornadas deportivas hoy está más al servicio de las cruzadas religiosas que de los encuentros beisboleros. Hace más de medio siglo debajo de sus tribunas dos familias edificaron su hogar.

Otro de los testigos mudos de aquellos juegos nacionales de 1950 es el coliseo menor, un estadio que como el resto de sus compañeros cayó en la inercia de la postración. En los 65 años que tiene de existencia la Villa Olímpica, por el Magdalena y Santa Marta ha pasado más de medio centenar de gobernadores y alcaldes y ninguno se preocupó por la formación deportiva y mucho menos por los escenarios.

Aunque la ley lo obligaba, el actual gobernador Luis Miguel Cotes dilató por dos años la entrega de los estadios al Distrito, a pesar de las ruinas y el peligro que representan los escenarios y a sabiendas de la urgencia por ser Santa Marta sede de los próximos juegos Bolivarianos. Pareciera que la consiga política fuese no rajar ni prestar el hacha.

No muy lejos de allí, un hedor insoportable, unos maullidos y si es fin de semana un sonido estridente de pikós y de mechas de tejo son el camino para ingresar al Polideportivo. Es el mayor escenario múltiple que tiene la ciudad, su construcción se inició promediando los años setenta pero nunca se terminó, lo que si conserva desde esa época son a los seis ocupantes que hoy tienen negocios y vivienda en el escenario. Ha sido el único de los estadios recibidos en donde se iniciaron de inmediato los trabajos de recuperación.

De los siete escenarios deportivos que por la ley el departamento cedió al distrito samario, a cinco ya les realizaron los estudios y diseños para su demolición o remodelación con miras a las justas deportivas bolivarianas del 2017. Esto llevó a la alcaldía a iniciar una maratónica jornada de conciliación con las 22 familias que los ocupaban, 20 de ellas llegaron a un acuerdo económico para desocupar y permitir a las autoridades disponer de ellos, 135 personas vivían en los escenarios. El nuevo estadio, que hace parte del mismo proyecto, se levantará con otros escenarios en un lote situado en la periferia de Santa Marta y en el terreno que hoy ocupa el Eduardo Santos construirán una arena de eventos.

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