Colombia ya entró, otra vez, en campaña presidencial, marcada por una polarización creciente. Un país dividido entre los que quieren cambiarlo todo aniquilando al otro, y los que creen que todavía se puede construir sin destruir. Entre los populistas, de izquierda o de derecha, que prometen el paraíso o el apocalipsis, y los que algunos llaman “tibios”, que insisten en esas políticas pasadas de moda como el diálogo, el respeto a la ley, las instituciones y las pernas.
En este ambiente, en el que gritar y destruir moralmente al adversario resulta más efectivo que pensar, conviene entender cómo se juega el partido. Resulta clave conocer las reglas de quienes quieren ganar a cualquier precio, y de quienes aún prefieren apostarle a un sistema que parece en proceso de extinción: la democracia. Se advierte: los “tibios” llevan las de perder.
Desde la izquierda o la derecha dogmáticas, el repertorio para los candidatos es el mismo:
- Elija su enemigo. No importa cuál, pero debe ser grande, peligroso, omnipresente. La oligarquía, los comunistas, el imperialismo, el castrochavismo, los empresarios. Lo que sirva. Lo importante es que usted nunca tenga responsabilidad de nada.
- Simplifique. El país es un desastre, pero la solución es fácil: usted. Olvide la economía, la historia o la justicia. Ofrezca seguridad total, revolución definitiva o libertad absoluta con Estado mínimo. A la gente no le interesa cómo, solo el qué. Y usted es el vehículo.
- Reine en las redes. La verdad es irrelevante si no se comparte. Arme su ejército de tuiteros, bodegas, influencers de ocasión, trolls y bots. El objetivo es que hablen de usted, aunque sea desde verdades a medias o calumnias a sus adversarios. Si hay escándalo, mejor.
- Corra la línea ética. No se trata de romper las reglas, al menos al principio. Solo estírelas. Insinúe, después acuse. Si hay rechazo, diga que lo malinterpretaron. Con el tiempo, nadie recordará dónde estaba el límite.
- Rodéese de leales, no de expertos. No necesita gente que piense, necesita gente que lo defienda. Si hay errores, culpe a los enemigos. Si hay aciertos, son suyos.
- Cite a sus ídolos. ¿Es usted de derecha? Bukele, Milei, Trump, Bolsonaro. ¿De izquierda? Chávez, Fidel, Ortega, Evo. Todos son maestros en cómo dividir y mantenerse. La ideología es lo de menos, el poder es lo que cuenta.
- Divida y mande. Un país unido es difícil de controlar. Hable de los buenos (usted y los suyos) y de los malos (todos los demás). El odio moviliza. Usted no gobernará para todos los colombianos, sino para “la gente de bien” o para “el pueblo”, es decir, para sí mismo y los suyos.
- No se retire si ve la derrota cerca. Si pierde, declare fraude. Si gana, cambie las reglas. La democracia es útil mientras le sirva.
Las reglas del tibio: recetas para perder… o para resistir
A usted lo llaman tibio porque no grita. Porque parece sin carácter. Porque insiste en escuchar, en respetar, en construir acuerdos. Porque no cree que tenga todas las respuestas. En síntesis, un flojo:
- Cree en la democracia. Aunque la maltraten, aunque la deformen, usted sigue creyendo. Las instituciones no son obstáculos, son necesarias.
- Habla con todos. No por debilidad, sino porque sabe que un país no se gobierna para unos pocos.
- Cree en las políticas redistributivas y también en el papel de los empresarios, sobre todo los pequeños y medianos.
- No promete lo imposible. Porque cumplir vale más que emocionar. Y prefiere que lo acusen de aburrido a ser un mentiroso más.
- Respeta la verdad. Aunque no lo favorezca, aunque pierda votos. Porque sin verdad, usted cree, no hay país que se sostenga.
- Tolera la crítica. No bloquea al que piensa distinto. No teme a la prensa libre. Prefiere los desacuerdos públicos a los silencios forzados.
- Admite errores y busca corregirlos. Gobernar es humano, no divino.
- No es viral, pero construye. Porque usted sabe que lo sólido crece despacio, pero dura más.
En una palabra: el recetario perfecto para perder.
¿Ejemplos de tibios? Sí, aún existen.
- Gabriel Boric, presidente de Chile. Comenzó como radical de izquierda, hoy gobierna con matices. Escucha, retrocede si es necesario, y no se aferra al poder.
- Angela Merkel, la canciller conservadora alemana que supo liderar sin gritar, sin caer en escándalos.
- José Mujica, el presidente que no necesitó insultar para ser querido.
- Michelle Bachelet, Justin Trudeau, Lula (en su tercera etapa), Macron… otros tibios.
Hay que decirlo también: además de esa flojera que es creer en las reglas de juego, los tibios no se ayudan entre sí. Son varios los notables que han mostrado gran incapacidad de unirse en 2018 y 2022. Parece que quieren repetir en el 2026.
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