¿Es igual de grave ser evasor fiscal que evasor intelectual?

¿Es igual de grave ser evasor fiscal que evasor intelectual?

El sujeto que evade las responsabilidades fiscales lo hace de manera egoísta, con “arte y astucia” en detrimento de otros. ¿Hace lo mismo el evasor intelectual?

Por: Fernando De Jesús Franco Cuartas
septiembre 21, 2021
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¿Es igual de grave ser evasor fiscal que evasor intelectual?
Fotos: Pixabay

La palabra evasor proviene del latín evāsus, part. Pas. de evadĕre ‘escaparse’. Como adjetivo, persona que evade y, según la RAE, evadir consiste en “evitar un daño o peligro; eludir con arte o astucia una dificultad prevista”.

Para los griegos era el gran privilegio la dóxa (opinión) en la esfera pública para darse a conocer como persona que construía identidad desde su propia apertura al mundo (Arendt, Hannah 2021); el sujeto que evade las responsabilidades fiscales lo hace con “arte y astucia” en detrimento de la sociedad, desde su postura individualista, para acumular y satisfacer necesidades personales, cimentadas desde lo más profundo del capitalismo rabioso sin sentimientos. De manera similar, los evasores intelectuales, vale decir, los académicos, al participar en la polis, pero, alejados de la escena política, consciente o inconscientemente “evitan un daño” al “eludir con arte” las dificultades que implica asumir posiciones, al margen del rol docente y, aportar en la transformación social, económica y política del país desde el empoderamiento como orientadores no solo técnico sino como motivadores para construir nuevas realidades sociales.

El pretérito presente nos indica que la dóxa no es la verdad, pero es condición necesaria para encontrar la verdad mediante la lógica de la razón implícita en la dialéctica platónica o incluso desde el método socrático cuando planteaba que la mayéutica es el arte de la comadrona, en la medida que él (Sócrates) debería ayudar a dar a luz a las maneras de pensar de los conciudadanos y aportar en la búsqueda de la verdad desde sus propias dóxas. Para Platón, persuadir a la multitud significa imponer la opinión propia a las opiniones de los demás (Arendt, Hannah 2021). De ahí que cuando un profesional se enfrenta o es convocado al ejercicio de la pedagogía queda atrapado, según la sempiterna, secular y hegemónica, políticas públicas educativas, como imposición para dar respuesta a una concepción ideológica de organizar la sociedad.

La reproducción del statu quo desde y durante el acto pedagógico al mejor estilo de Pierre Bourdieu es, de facto, evadir la responsabilidad histórica, desde el capital intelectual e institucional que carga en la valija cognitiva todo educador. La evasión intelectual se opone de manera directa y proporcional al proceso de la descolonización de la pedagogía como mecanismo de construcción colectiva desde los territorios, de la verdad histórica a partir de las raíces étnicas mutiladas por la invasión de potencias imperiales y colonialistas, al mejor estilo para imponer la visión eurocentrista del mundo.

El evasor fiscal como el evasor intelectual son usurpadores de los bienes de una comunidad, muy a pesar, de saber que los individuos de dicha comunidad sean diferentes y desiguales, …acaso dirían los hombres del derecho, estarán inmersos en el delito del dolo social quienes actúan bajo sus lógicas egoístas, en particular, bajo la dominación panóptica foucoultiana de la meritocracia para logar la visibilidad social por la visibilidad social, como se puede inferir del fragmento La utopía, de Eduardo Galeano, “Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez / que cometen quienes viven por tener o por ganar / en vez de vivir por vivir no más / como canta el pájaro sin saber que canta / y como juega el niño sin saber que juega.

El acto pedagógico, ante todo, es un acto político que tiene que estar en la frontera del debate sobre la preconcepción de la organización de una sociedad, en función de los nuevos significados que vienen en riadas en la mentes de los jóvenes, no solo de nuestra patria, sino del mundo entero en virtud del nuevo orden tecnológico, determinado por la algoritmocracia, la cual, de manera disruptiva, presenta la nueva institucionalidad educativa, la “Escuela en la Nube”, concluye el profesor e investigador inglés Sugata Mitra.

La escuela en la nube es el futuro del aprendizaje, o mejor, los entornos de aprendizaje autoorganizados SOLE, en palabras de Mitra; estas nuevas lógicas emergen como los espacios para desarrollar uno de los objetivos de la pedagogía, la capacitación curricular, que en palabras de la filosofía clásica, el sujeto convocado es el homo faber; entre tanto, el otro objetivo de la educación se erige, hoy más que nunca, al mejor imperativo kantiano, exigiéndole al ecosistema docente alejarse de la tentación del sujeto evasor cognitivo y, por el contrario, estar en la primera fila del combate por la transformación y movilidad social de sus educandos, desde el vector pedagógico que deviene del proceso formativo de sus alumnos, esencia del homo sapiens, inmerso en las actividades contemplativas, que permitan superar el ciclo vicioso e infinito del hámster: consumir, producir, producir y consumir al interior de su caverna.

 

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