Enrique Lamas habitado de poesía
Opinión

Enrique Lamas habitado de poesía

Noticias de la otra orilla

Por:
julio 08, 2017
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Hace más de 15 años, cuando un buen día el pintor Enrique Lamas, luego de muchas excusas y salvedades, puso en mis manos un manojo de manuscritos para que le hiciera el favor de leerlos, me di cuenta que además del talento para la pintura, la música y la actuación este amigo que había conocido a comienzos de los años 80 en esta ciudad, era también alguien que tenía otro talento  oculto.

Eran textos muy personales en su esencia. Y cuando digo personales quiero decir precisamente eso: que solamente lo profundamente personal puede ser siempre esencialmente plural, mío y de todos, verdadero porque indaga sin ambajes en esas constantes universales de todos los hombres, y por esa misma razón en las verdades permanentes del arte de todos los tiempos. En el caso de estas piezas escritas de Lamas se trata de la ineludible patria de la infancia; del dolor por lo ajeno o lo perdido, de esa universal nostalgia de la tierra o de un amor; del vínculo filial como nudo de sangre que jamás puede ni explicarse ni desatarse, y todo eso envuelto y presentado en un delicado y peligroso celofán de la memoria.

Estos textos que me han sido dados en lectura, están hechos de esa misma sensibilidad de la que están hechos sus cuadros, pero sólo que Lamas en la palabra escrita es más cercano al mundo, más humano.

 

 

Y para responder por lo que digo, rescató el retrato triste y nebuloso de Elena Toro, una costurera de Chillán, la patria natal de Lamas, una especie de santa de la aguja que Enrique no valoró jamás en vida, y que reconstruye con un poco de culpa en este texto que tiene cierto encanto nostálgico y bucólico, dicho sin afanes de gran literato pero con indudable prudencia y buen gusto de palabras. En esa misma temperatura estilística están puestos al vapor textos como “Una carta rumbo a Olga” o “La casa del abuelo”.

 

Presencia del Amor”, un poema en prosa apretado de sensibilidad y hondura,
un excelente pretexto para debatir mil veces más
sobre la validez y permanencia vital de lo romántico

 

Y qué decir de “Presencia del Amor”, un poema en prosa apretado de sensibilidad y hondura, un excelente pretexto para debatir mil veces más sobre la validez y permanencia vital de lo romántico, sustentado por Lamas en un aparte como éste: “En adelante, otro código de fuerza regirá los astros; podrá lucir la noche un sol resplandeciente, confundiendo su presencia con el día; podrán las nubes descender hasta mis ojos, que te sueñan en silencio…”

Pero el texto que a mi juicio registra mayores y mejores ideas literarias y filosóficas acerca del oficio de la creación y sus secretos meandros psicológicos, es la escena en la cual Enrique Lamas trata de indagar en el complejo universo de su quehacer pictórico para intentar deslindar cruciales momentos de esa no-escapatoria que implica el hecho de la expresión artística mirada desde adentro y hacia adentro, sin la perspectiva parásita del crítico.

Este libro, concebido en principio para estar integrado sólo por el conjunto de textos que Lamas había venido trabajando en secreto desde hace varios años, recibió más tarde el concepto editorial de estar complementado con una serie de bocetos entresacados casi al azar de una colección de libretas de apuntes con dibujos que el artista había estado trabajando como un taller de referencias e ideas para su trabajo creador en el proceso pictórico, y que pasaron no a ilustrar los poemas y los relatos del libro, sino a crearles una suerte de compañía, de pretexto visual.

Así, este libro, entonces titulado Bocetos & Textos, se amplió considerablemente en temáticas y abordajes para quedar constituido por siete capítulos que diseñan el universo completo de este Lamas autor de textos que se debaten entre la confesión personal del que quiere compartir una memoria por años guardada y la experiencia estética de una sensibilidad que halla en la música, en el arte visual y en las palabras la más alta emoción y la más profunda razón de vivir.

Estos capítulos son: “El arte de los sonidos”, en donde Lamas se confiesa con la música; “Las palabras y la belleza”, donde se indaga y se responde intentando entender qué es lo bello; “Vivir la memoria”, viaje a la infancia para entender la vida y entendernos en ella; “La mirada en el espejo”, una coartada, un pretexto para el viaje interior queriendo hallar lo inexplicable; “Presencia del amor”, el reconocimiento de lo que pudo ser y no fue, la derrota de los sueños y el triunfo del deseo; “Alzando la mirada”, la salida mística del artista que deposita en Dios toda razón y reconoce humilde su insignificante rebeldía; y “La patria, los lugares”, un capítulo final para hacer de los viajes y del recuerdo una misma metáfora para construir el lar perdido, la patria íntima, el lugar interior, la paz de la conciencia.

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