En vísperas del día del periodista: dinero, poder y periodismo

En vísperas del día del periodista: dinero, poder y periodismo

"Sobre los medios de comunicación actúan influencias personales, económicas y políticas, y hasta presiones, amenazas y actos violentos"

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
febrero 05, 2021
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En vísperas del día del periodista: dinero, poder y periodismo
Foto: Pixabay

El periodismo debe estar al servicio de los ciudadanos y comunidades que no tienen voceros ni vínculos con gobiernos y grandes grupos económicos. Esto recomiendan los maestros que en sus años de práctica del apostolado han destacado su función social y la ética que debe regir el ejercicio de la profesión.

Sin embargo, en sociedades como la nuestra, estos ideales no siempre se cumplen, pues sobre los medios de comunicación actúan influencias personales, económicas y políticas, y hasta presiones, amenazas y actos violentos como asesinatos y atentados que interfieren en el pleno ejercicio de la libertad de prensa consagrada en la mayoría de constituciones de los países llamados democráticos donde se respeta la propiedad privada y la iniciativa individual, a diferencia de los países donde dictadores y partidos únicos concentran el poder y el contenido de lo que se escribe y difunde en los medios.

Ejemplos abundan en los planos internacional, nacional y local.

Acabamos de verlo con el expresidente Trump, en los Estados Unidos, quien desde su posesión declaró la guerra a prestigiosos y respetados periódicos y medios de comunicación como The New York Times, el Washington Post y la cadena CNN, alineándose con Fox Noticias, de clara filiación con el ala ultraconservadora del partido Republicano, que generosamente abrió sus canales y medios de comunicación para que el expresidente, además de sus polémicas acciones de gobierno, replicara la sarta de mentiras diarias con que desde Twitter y Facebook solía adoctrinar a sus fanáticos.

En Colombia vivimos situación similar con la de vieja alineación del conglomerado de medios RCN, con la ultraderecha colombiana, la reciente compra de la revista Semana, por parte del grupo industrial y financiero Gilinsky, abandonando la tradición de periodismo serio, investigativo y crítico desarrollado desde su fundación, para convertirla en amarillista defensora del gobierno y del uribismo, pasos que parece, seguirá el diario El Tiempo, propiedad de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el todopoderoso dueño del grupo bancario Aval y la cuestionada constructora Corficolombiana y patrocinador del polémico exfiscal, Néstor Martínez Neira.

En los años 80 del siglo XX, jefes mafiosos que nunca ocultaron sus aspiraciones políticas fundaron periódicos, compraron emisoras y fletaron reconocidos periodistas con vínculos en los altos círculos sociales y del poder, para promocionarse como “exitosos empresarios” y dirigentes políticos. Tal fue el caso de Carlos Ledher que desde el tabloide “Quindío Libre”, vocero del Movimiento Cívico Latino Nacional, agitó una agenda nacionalista- inspirada en el nazismo de sus raíces alemanas-, antiimperialista, en contra de la extradición y apoyó con donaciones a un periódico de Popayán; mientras en Pasto y otras regiones, por medio de testaferros, financió diversas empresas agroindustriales, turísticas y periodísticas, sin olvidar que el capo caucano Jesús Perafán, además de empresas agroindustriales y comerciales, también financió un periódico en el departamento, y produjo radio y televisión desde Bogotá; a la par que Pablo Escobar, quien aunque no llegó a la presidencia de la república como era su anhelo, en Medellín fundó un periódico, nombró de asesora de prensa a la prestigiosa periodista de televisión Virginia Vallejo, quien se convirtió en su amante; y desde la Cámara de representantes allanó el camino para que años después, hordas de parapolíticos camuflados, accedieran al poder de diversas instituciones del Estado para adueñarse de más tierras, industrias, comercios, bancos y legislar y orientar las políticas públicas según sus intereses.

Otro Frankenstein, que especialmente afecta “al periodismo de provincia”, aunque también se extiende a medios nacionales, es el chantaje que suelen ejercer ciertos comunicadores contra funcionarios públicos que no ceden a sus pretensiones económicas derivadas de contratos publicitarios, o no les nombran a sus familiares y amigos recomendados, ni les adjudican licitaciones, ni compran diversos suministros a los comercios y negocios en los que tienen intereses abiertos o velados. Combinando el garrote para ablandar al funcionario que no les otorga pauta lo someten a permanente crítica, hasta cuando cede a sus pretensiones y de inmediato desenfundan la zanahoria para convertirse en sus principales aduladores, voceros y defensores de oficio. En el departamento del Cauca se presentó hace algunos años un ejemplo nefasto de esta práctica cuando periodistas alineados con el gobierno departamental, después de convertirse en la empresa más favorecida en pauta publicitaria, recibieron la gerencia de Indeportes, donde fueron judicializados por manejos delictivos del presupuesto.

En fin, con la gran revolución que en la información generó el internet y las redes sociales, la crisis de los medios tradicionales y la profusión de noticias falsas que sin control circularon impunemente por Twitter y Facebook, hoy más que nunca se valora la importancia del periodismo de calidad agenciado por periódicos serios como El Espectador y otros digitales que desde la provincia y las grandes ciudades, en medio de estrecheces económicas y la persecución de grupos mafiosos, políticos deshonestos y funcionarios corruptos, han surgido en el país, basados en la investigación en el terreno, en archivos, entrevistando y contrastando las fuentes, mientras en sus páginas de opinión respetan la diversidad bien escrita y respetuosa del idioma y las ideas.

Suerte y pulso a los periodistas colombianos en su día y en medio de la pandemia.

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