Contar con una política de relaciones internacionales implica que el país tenga un convencimiento sobre cual es la mejor forma en que Colombia y los colombianos debemos interactuar con otros países y con los nacionales de otros lugares.
Esa política se compone un número plural de aspectos. Uno absolutamente crítico es si creemos en el unilateralismo, en las relaciones individuales o en el multilateralismo. Yo no tengo absolutamente ninguna duda de que el multilateralismo es lo que conviene a Colombia y el mundo.
Ahora, como nos enseñó José Agustín Ruíz, en eso y en todo, “el que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Pues bien, el multilateralismo, como política e ideal de la diplomacia internacional se remonta a tan antaño como 1814 cuando las naciones europeas se juntaron para reconstruirse luego de las guerras napoleónicas. Y, en Colombia, ha sido predominante desde que nacimos como nación y se ha hecho evidente cada vez que ha sido necesario. Fuimos miembro fundador de la ONU.
Pero, para terror, de una manera dolorosa y dramática, hoy, con el auge de los liderazgos nacionalistas y las reacciones que esos gobiernos fuerzan en los demás países, estamos viviendo un horrible borrón de lo poco que se había avanzado en ello. Veamos:
A la patética debilidad de la Organización de las Naciones Unidas, el pésimo diseño de su Consejo de Seguridad, la condición eunuca de la Asamblea General, se sumó esta semana el cierre operativo de Usid, la salida de USA del Acuerdo de París, el anuncio de que se quedan sin voz quienes venían trabajando por la solución de dos naciones para el conflicto palestino israelí, la muerte de facto de la Organización Mundial del Comercio, la inanición decretada para la Organización Mundial de la Salud y las esquizofrénicas sanciones a los funcionarios de la Corte Penal Internacional por hacer su trabajo. Si eso no fuera ya devastador moralmente, por acá llueve y por allá no escampa y supimos que reunieron un número significativo de eurodiputados para anunciarle al mundo el nacimiento de un movimiento denominado Hagamos Europa Grande de Nuevo.
A la patética debilidad de la ONU, el pésimo diseño de su Consejo de Seguridad, la condición eunuca de la Asamblea General, se sumó esta semana el cierre operativo de Usaid
Triste. Muy triste para quienes creemos en el multilateralismo, para quienes creemos en la reunión de las naciones para resolver sus problemas de manera pacífica, cimentándose en principios, en valores compartidos y en la claridad de patrones de comportamiento consensuados, por contraposición a la brutal exposición de uno al otro por imponer su interés individual y en donde vence el mas fuerte.
Es triste para todos los que vemos que existen unos problemas, quizá los mas profundos de la humanidad, que no se pueden resolver con el uso de esa institucionalidad de naciones.
Es triste para los que notamos que los temas que superan las fronteras políticas de esas organizaciones que llamamos naciones, necesitan de una Gobernanza Global. Y que a ello solo llegaremos con el multilateralismo y nunca a partir de una visión meramente nacionalista. Pero, con lo que estamos viendo, se aleja cada vez la posibilidad de que un día contemos con esa forma de organización.
Eso que está pasando, entonces, es muy triste. Deja atrás que se logre la prevalencia de ese multilateralismo. Y con ello, nos estamos negando, para nosotros y para las siguientes generaciones un mundo como el que querríamos, un mundo en que las relaciones entre las naciones y, mas importante, entre las personas de esas naciones, se basen en la inclusión, la solidaridad, la igualdad, la no discriminación por nacionalidad, la cooperación.
Esos son precisamente los objetivos y los resultados del multilateralismo. Como siempre, aún estamos a tiempo de volver a ese credo que nos ha motivado históricamente y que Colombia vuelva a ser ejemplo e inspiración en el multilateralismo.
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