Abracemos el Catatumbo, el grito solidario de hoy
Opinión

Abracemos el Catatumbo, el grito solidario de hoy

El ELN consiguió su máximo triunfo: que las comunidades dominadas por el miedo no concurrieran en masa como antaño a rodear la caravana humanitaria

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febrero 12, 2025
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La repetida tragedia del Catatumbo inspira dolor e indignación. Las cifras de las propias organizaciones de la comunidad en su trabajo humanitario, enseñan que sólo entre los días 16 y 21 del mes de enero los asesinados sumaban 86. Entre ellos 6 firmantes de paz, 3 líderes sociales, 55 disidentes, 10 no identificados, 10 miembros de la población civil y dos guerrilleros del ELN. Los desplazados en Cúcuta y Ocaña superan los 50.000.

Se puede apelar a tiempos remotos para encontrar las causas últimas de esa conflictividad, recurrir al histórico abandono estatal y describir las persistentes condiciones de pobreza, como acostumbran a hacerlo los grupos armados en su desgastado discurso. Todo eso puede ser cierto, y no sólo en el Catatumbo. Ocurre en gran parte de la Colombia rural, y hasta en nuestros países vecinos, desde Haití hasta la Argentina.

Lo que no significa que por doquier se maten entre sí vecinos y familiares por cuenta de insensatas banderas políticas. Algunos líderes sociales se refieren al fenómeno como un calco de lo acontecido durante la violencia liberal conservadora, cuando los amigos de la infancia resultaron despedazándose entre sí. Hay unas causas cercanas, si se quiere inmediatas, que no se pueden ensombrecer con peroratas.

En 2016, tras 53 años de lucha armada, las FARC firmaron el Acuerdo de Paz. Nunca, ni de lejos, el ELN o alguna de las disidencias aparecidas luego, alcanzó el número, la fuerza y la capacidad política y militar de aquella organización, que comprendió que el país no podía seguir bañado en sangre, que, en las condiciones de hoy, la violencia era un camino absurdo, que había que ensayar otros, quizás más largos y difíciles, pero al menos sin la muerte y el horror vividos.

Eso indicaba dejar atrás la confrontación y las armas, convertirse en una fuerza meramente política, para luchar por espacios para que los de abajo, los perseguidos, lograran organizarse, crecer, avanzar y llegar al poder un día sin el costo de centenares de miles de vidas. Curioso que ni a la ultraderecha que odiaba a las FARC, ni al ELN, cuya razón de existir no era otra que contradecir en todo a estas últimas, les hubiera caído en gracia ese Acuerdo de Paz.

Como lo confesó Antonio García, el ELN se propuso armar y fortalecer a cuanto individuo o grupo apareciera denostando del Acuerdo Final de Paz. Con el objetivo conjunto de copar todas las áreas de las que salían las FARC. No para solucionar sus antiquísimos problemas, sino para sabotear al máximo la implementación territorial de ese Acuerdo, sin detenerse a pensar en la gravísima situación social, humanitaria y política que precipitarían.

Tal y como obra hoy Trump, en su afán de seguir siendo la potencia hegemónica mundial, pese a las aplastantes realidades que le muestran lo contrario, el ELN se propuso ser el amo en todas las regiones campesinas adonde podía llegar, sin percatarse de cuánto había cambiado la realidad circundante. Pronto los grupitos que soñaba tener bajo su control, respaldados también por otros intereses, se crecieron y comenzaron a disputarle el pretendido dominio.

Así que plomo para todos ellos y para todos los que a su juicio guardaran relación con ellos. Relatos de la comunidad dan testimonio de los brutales métodos con que ultimaron algunas de sus víctimas. ¿Revolución? ¿Principios? La disputa por la minería ilegal de carbón y la compraventa de coca brillan al fondo de esta guerra. Los que administran cocinas de producción o piratean con la cocaína para el otro grupo están más que condenados.


La responsabilidad del gobierno de Duque salta a la vista. También la del de Petro. Aquél por su omisión total, rayana en complicidad, este por la ingenuidad y falta de estrategia en su política de paz


Los que se matan son hijos de campesinas y campesinos catatumberos, involucrados de repente en uno de los bandos. La responsabilidad del gobierno de Iván Duque salta a la vista. También la del gobierno Petro. Aquél por su omisión total, rayana en complicidad, este por la ingenuidad y falta de estrategia en su política de paz. Las mesas de diálogo abiertas con esas organizaciones, antes que contribuir pacificar el país, lo han precipitado a esto.

Una caravana humanitaria entró hasta el municipio de El Tarra. Organizaciones sociales, mecanismos multilaterales e integrantes de las comisiones de derechos humanos y paz del Senado, la Unidad de Víctimas, la Conferencia Episcopal, la Defensoría del Pueblo e iglesias cristianas. Las comunidades, confinadas y atemorizadas, no concurrieron en masa como antaño. La pancarta del fondo decía: Condenados a cien años de soledad por el último Aureliano Buendía.

Pese a ello, coinciden en que se haga realidad el Pacto para la Transformación del Catatumbo, prometido por Petro tras su visita meses atrás. Enorme inversión social y presencia integral del Estado, sin abusos ni violaciones de los derechos humanos. La ansiada universidad. 187 proyectos que aun siendo realidad no serán suficientes, mientras el delirio que alimenta la cúpula del ELN continúe agravándolo todo, sin responsabilizarse absolutamente por nada.

Del mismo autor: La fatalidad los vuelve ciegos

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