El triunfo de Jineth Bedoya: un reto para la justicia transicional
Opinión

El triunfo de Jineth Bedoya: un reto para la justicia transicional

Mientras no se juzgue, sancione y repare a las víctimas, el uso del cuerpo femenino como parte del territorio de combate y de control social continuará.

Por:
octubre 24, 2021
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La sentencia del CIDH que condenó a la nación y reparó a Jineth Bedoya tiene una gran repercusión para el sistema de justicia transicional. Las 15.000 víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado que esperan justicia y reparación, ahora tienen claro un camino alternativo. Saben que si la justicia transicional tampoco opera como ocurrió con la justicia ordinaria en el caso Bedoya, la justicia internacional si lo hará. Es increíble que Jineth tuviera que acudir a los tribunales internacionales y recorrer otro tortuoso camino de 21 años para lograr un resultado, cuando le correspondía a los tribunales de justicia locales actuar.

Es absurda, pero entendible bajo los esquemas patriarcales que dominan las decisiones del poder político, la intención de esconder la violencia sexual durante los conflictos. Es peor que una y otra vez lancen torpedos para impedir que la justicia tradicional actúe para tratar de esconder los hechos bajo la alfombra. Creen que se desdibujaría su masculinidad y la de los guerreros que utilizaron para cometer los abusos contra las mujeres.

El esfuerzo de muchos de los gobiernos recientes por dilatar, bloquear y minimizar el caso de Jineth, los llevó a perder la dimensión internacional de su caso. No entendieron que el tema iba más allá de una periodista, sino que existe un esfuerzo del mundo civilizado por erradicar esas prácticas de los conflictos armados

. Mediante los juicios y la aplicación de sanciones a los perpetradores y sus ideólogos, las violaciones dejarán de repetirse una y otra vez como instrumento usual de guerra.

Cuando el poder se opone a que se haga justicia en el tema de las violaciones sexuales, quiere decir que prefieren preservar el uso de este instrumento de guerra. Cuando una nación se opone a la firma de un tratado que la compromete a no usar armas químicas en caso de guerra, lo que quiere decir es que prefiere reservarse ese derecho porque sabe la efectividad de usar esta arma, tanto por el daño físico como por el poder político que significa contar con el potencial de usarla.

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Cuando desde el estado se quiere garantizar la impunidad a los violadores e impedir la reparación a las víctimas, se busca garantizar el uso de esta arma para someter a la población a través del abuso de las mujeres

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Cuando desde el estado se quiere garantizar la impunidad a los violadores e impedir la reparación a las víctimas, se busca garantizar el uso de esta arma para someter a la población a través del abuso de las mujeres. Al abusar de una mujer, no solo se la atropella a ella, sino al marido, al compañero, al padre, al hijo, que se suponen guardianes del honor de ellas bajo el sistema patriarcal. Al atropellarlas a ellas, también los humillan y los someten a ellos.

El sistema de justicia transicional enfrenta el desafío de brindar justicia a las 15.000  víctimas de violaciones sexuales y a las 500.000 mujeres atropelladas de otras diversas maneras durante el conflicto armado interno. O se hace justicia o las víctimas seguirán el exitoso ejemplo de la líder de “No es hora de callar”. Acudirán a los tribunales internacionales para vergüenza del sistema diseñado a la medida del país, para hacer justicia y lograr reparaciones.

Ya saben las víctimas que a esos tribunales llegan sin fuerza las presiones de las autoridades nacionales impregnadas de esa masculinidad prehistórica y dañina que busca esconder esos delitos y preservarlos como arma de control. Mientras no se juzgue, sancione y repare a las víctimas, el uso del cuerpo femenino como parte del territorio de combate y de control social continuará.

Frente a las expectativas que existen en Colombia y el mundo sobre los resultados del modelo de justicia transicional con su especial enfoque de género, ésta tiene la oportunidad de actuar y que el modelo patriarcal que promueven los ideólogos del “violar para controlar” se erradique. Ofrecer medidas reparadoras como la construcción del Centro de Memoria que emprenderá Jineth, o como la obra que adelantó Doris Salcedo en el que las víctimas martillaron y moldearon los horrores del pasado con las armas de las Farc transformadas en baldosas metálicas que son ahora el piso que les permite caminar con firmeza. Los efectos reparadores de estas acciones son incuestionables, simbólicos, magníficos.

En 2018 Nadia Murad y el Dr. David Mukwege recibieron el premio nobel de Paz por sus esfuerzos por erradicar el uso de la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos armados. Mukwege estuvo en Colombia invitado por la JEP y ofreció una infinidad de argumentos para enfrentar y resolver los casos de violencia sexual, a partir de las experiencias que vivió en el conflicto de la República Democrática del Congo. La intervención del Dr. Mukweve en Oslo  es una pieza que debían escuchar autoridades y dirigentes locales para entender la importancia de sacar a la luz pública estos crímenes y emprender la tarea de hacer justicia para evitar su repetición.

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