El temple de la cacica de Finzenú
Opinión

El temple de la cacica de Finzenú

Era una diosa para los zenúes, para que no pisara el suelo un séquito de hombres y mujeres se tendían a su paso para que pasara sobre sus espaldas

Por:
marzo 20, 2019
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A partir de esta columna, haré una serie de artículos dedicados a resaltar a mujeres colombianas que han contribuido con el país. Iniciare la serie con la cacica de Finzenú de la civilización Zenú.  Cuando en el siglo XVI los conquistadores españoles llegaron a las bocas del río Sinú, ya sabían que era un territorio fundado del material de las leyendas. Se trataba del Gran Zenú, un extenso territorio conformado por Finzenú – en la hoya del río Sinú -  el Panzenú – en la hoya del río San Jorge -  y el Zenufana – en los ríos Cauca y Nechi -  el cual era gobernado por tres caciques emparentados y de origen mítico. En palabras de Fray Pedro Simón… tienen por tradición los naturales hubo tres demonios que fueron caciques y señores de ellos grandes tiempos... De estos tres el más principal era el de Zenufana que por tierra más rica la escogió para su particular gobierno, y en el Finzenú gobernaba una hermana suya a quien. él era tan aficionado que deseaba que todos sus vasallos y los de los otros dos Zenúes le hiciesen la misma reverencia que a él... El tercero era el Panzenú (Simón, [1625]1981: V, 98).

El territorio Zenú ancestral era, como sus tejidos, un sistema complejo de canales, caños, ríos y ciénagas que ellos desarrollaron con habilidad e inteligencia para de esta manera crear un inmenso tapiz de canales artificiales que por dos milenios les permitió conformar una de las civilizaciones indígenas más avanzadas de la antigüedad precolombina en Colombia. Para el momento en el cual los conquistadores llegaron a la región hacia 1515, comandados por un tal Francisco Becerra, que fue enviado desde Urabá con el fin de conquistar aquel Dorado éste se encontró con una resistencia férrea al momento de tratar de entrar en el poblado Finzenú, gobernado por la Cacica Totó. La Cacica, era tenida por diosa por todos los zenúes, al punto que el cronista Fray Pedro Simón describe como no se le permitía pisar el suelo. Para que lograra tal prodigio, disponía de un séquito de hombres y mujeres que se tendían a su paso para que ella pasara sobre sus espaldas. La majestad de la Cacica es descrita en los documentos y testimonios de la época. Según indica la crónica del padre Las Casas (1552) la expedición de Becerra fue aniquilada por la estrategia de la Cacica de Finzenú, sin embargo, los españoles quemaron buena parte de la impresionante ciudad, que era reconocida en toda la región como un centro de comercio y culto. Con el ataque de los españoles, no solo la ciudad quedó mermada, también su población sufrió con los rigores de la batalla, así como con los de las enfermedades europeas. De tal manera que cuando Pedro de Heredia llegó a la ciudad de la Cacica Finzenú en 1534, la encontró reducida. A pesar de ello, sus vestigios daban cuenta de su antiguo ímpetu. A Heredia, le impresionó la ubicación privilegiada del poblado, la altivez real de la Cacica, la extraordinaria orfebrería Zenú y el templo que era el centro espiritual de aquel reino. Un miembro de la expedición describió el templo en una crónica rescatada por Juan Friede en 1956 en el Archivo de Indias de Sevilla: “...y al cabo de haber pasado grandes arcabucos y ciénagas, fuimos a dar en un pueblo que se decía el Cenu… hallamos más de 15.000 pesos de oro fino en un bohío que tenía más de 100 pasos en largo, que era de tres naves… el bohío del diablo, adonde estaba una hamaca muy labrada, colgada de un palo atravesado, el cual sostenían en los hombros cuatro bultos de personas, dos de hembras y dos de machos, y encima de la hamaca donde decían que se venía a echar el diablo, estaba el oro…” Juan Friede (1956: VI, 216). Fue el oro la perdición de Finzenú, porque siguiendo el mandato de su hermano, el Cacique Zenufana, muchos de los principales señores y señoras de los zenúes iban a morir con todas sus riquezas a la ciudad de la Cacica de Finzenú o si no podían ir a morir allí, enviaban la mitad de sus riquezas. Esto debido a la connotación religiosa de la ciudad, cuyo templo tenía grandes estatuas recubiertas de oro de las cuales colgaban hamacas con ofrendas de orfebrería. Primero, los saqueadores españoles se dedicaron a recolectar todas las piezas de las ofrendas que se encontraban a simple vista. Estas incluían campanas de oro que colgaban de los árboles, así como las decoraciones que recubrían las puertas del templo. Luego, se dedicaron a los túmulos funerarios donde reposaban las riquezas de varias generaciones de cacicas y caciques, así como de los piaches, sus líderes espirituales.

 

La riqueza acumulada en la ciudad y saqueada de manera sistemática
por los conquistadores bajo el mando de Pedro de Heredia
alcanzó para sostener la gobernación de Cartagena de Indias por una década

 

La riqueza acumulada en la ciudad y saqueada de manera sistemática por los conquistadores bajo el mando de Pedro de Heredia alcanzó para sostener la gobernación de Cartagena de Indias por una década. Con la fundición de buena parte de su legado orfebre, con el aniquilamiento de su población por la violencia colonial, muy pronto la civilización Zenú tuvo que dejar su territorio y adentrarse en la geografía más áspera de la región y con aquel exilio fue sucumbiendo su lengua autóctona.

 

En el 2015, los cabildos indígenas zenú eligieron a su primera cacica,
como resultado de la Ley de Gobierno Propio (2014), Constitución de 1991:
Yaina Contreras, cacica de 19 comunidades indígenas de Sucre

 

En el 2015, los cabildos indígenas Zenú eligieron a su primera Cacica, como resultado de la Ley de Gobierno Propio (2014) que se encuentra enmarcada en la constitución de 1991. La elección de Yaina Contreras como Cacica de 19 comunidades indígenas de Sucre marcó un punto de inflexión dentro de una comunidad donde el rol de las mujeres continúa relegado a las labores del hogar y la crianza, a pesar de que fue gracias a ellas que durante la primera mitad del siglo XX las comunidades lograron recuperar del Estado varios predios. Empero de ello, las mujeres no aparecieron como propietarias, por lo cual no pudieron acceder a los programas de subsidio o ser parte de proyectos productivos, de tal forma que el camino para que las mujeres de esta comunidad ancestral obtengan el reconocimiento de sus pares, como lo tuvo la gran Cacica de Finzenú, continua pendiente.

 

 

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