El taxista...
Opinión

El taxista...

A bordo del taxi de don Carlos fui partícipe de muchos relatos que resumen la cotidianidad de millones de familias colombianas, y de los jóvenes que prefieren mascotas a hijos

Por:
febrero 08, 2018
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Acabo de bajarme de un taxi de regreso a casa y como el trayecto fue tan largo, antes de olvidar lo que escuché durante exquisita conversación por cerca de hora y media de recorrido, me siento a escribir la rica narrativa de un gran hombre con más de treinta años conduciendo todos los días por las calles de Bogotá.

Don Carlos ha subido en su vehículo a cientos de adultos, jóvenes, y niños, cuyos relatos resumen la cotidianidad de millones de familias colombianas.

Mi personaje, nació de un hogar campesino en el municipio de Vianí (se puede encontrar en el mapa de Cundinamarca, entre Bituima, Guayabal de Síquima y San Juan de Rioseco); recuerda gratamente a su padre de 85 años, quien todavía pasa horas armado de un azadón limpiando los cafetales; ese trabajo lo mantiene vivo y sin quejas, dolores o achaques.

La madre del taxista de esta historia era profundamente religiosa, no dejaba que Carlitos se quedara tarde en el pueblo y regañaba a su marido porque en algunas ocasiones le ofreció a su hijo aguardiente y lo invitaba a jugar tejo. La señora María anhelaba que su hijo fuera profesional, mientras el papá deseaba que le sucediera en las labores del campo; las aspiraciones de su linda madre quedaron consignadas en la mente de Carlos, pues ella murió cuando aún era niño.

Puse mayor atención a los relatos inspirados en las infinitas tertulias a bordo del taxi; los padres de familia que suben con él, comentan que sus hijos no quieren trabajar, demuestran pereza y exigen mucho en casa; no quieren mirar el fogón y no tienden la cama.  

Don Carlos cuenta que cuando tenía 14 años iba a jornalear al campo y le pagaban por su trabajo con la tierra y desde entonces ha trabajado todos los días de su vida sin excusas; nunca ha estado desempleado: -el trabajo no hace daño y si usted se quiere morir, ¡no trabaje!; quédese sentado y verá que no dura dos años vivo -afirmaba el taxista mirándome fijamente por el retrovisor, mientras me corría un leve escalofrío ante tamaña verdad. Luego de prestar el servicio militar, el taxista se fue a recorrer el llano y en Puerto Gaitán consiguió trabajo sembrando arroz, con un par de sus lanzas del ejército.

Siempre me ha gustado trabajar...; narraba, mientras admiraba su paciencia dentro del maremágnum de tráfico, me asombró su auténtica nobleza; al preguntarle por la ciudad, sin titubear me dijo que mucho se ha desarrollado durante los últimos treinta años, que es más moderna, recursiva, con espacios y vida para todos; que muchos no son de acá y que Bogotá los ha recibido sin rechistar.

 

 Decenas de madres y padres  le han contado que sus hijos no quieren estudiar
se pasan pegados a tabletas y celulares con pantalla,
y cuando están cansados de no hacer nada, van donde el amigo que puso un wasap

 

Decenas de madres y padres de familia, que ha recogido durante su vida al volante, le contaron que sus hijos son la mayor preocupación, porque no quieren estudiar y son perezosos; la pasan pegados de las tabletas y celulares con pantalla, metidos en el internet y cuando están cansados de no hacer nada, se van donde el amigo que les pone mensaje por el WhatsApp, -mmm... a hacer quien sabe qué -.

Decenas de jóvenes han contado al taxista, que no desean casarse ni tener hijos nunca, porque eso implica más responsabilidades y su mayor aspiración es ser exitosos; los hijos son una carga y lo que se necesita es hacer plata para ser feliz; por eso los muchachos se operan para no tener hijos y cuando los tienen, prefieren muchas veces que la mamá de la niña embarazada se haga cargo del muchachito.

Las parejas que se casan y deciden formar un hogar, tampoco quieren tener hijos;  prefieren tener una perra y criarla, sacarla a pasear, darle de comer, cuidarla, consentirla, llevarla al doctor, a la guardería, y cuando tengan cría, los cachorros se convierten en nietos.

A tantas mujeres y hombres que contaron sus preferencias por tener perros y gatos en lugar de hijos, les ha dicho el taxista, que formar un hogar permite cuando se llega a casa cansado del trabajo, darle un beso al hijo, hablar con la esposa, jugar con ellos y compartir sueños, hacer planes juntos y vivir felices.

Don Carlos comparte en familia las conversaciones del día; es el mejor plan y agrega que su mujer es su mejor coequipera; que luego de 36 años de casados, entre los dos durante la noche limpian el carro, para que a la mañana siguiente, luego de tomar el desayuno que le prepara su esposa, arranca en el carro muy animado, esperando que un buen ciudadano, le haga la seña para pedir los servicios de este encantador taxista.

https://twitter.com/rafacolontorres

 

 

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