El socialismo no está inventado, es sólo un discurso

El socialismo no está inventado, es sólo un discurso

"Los soviets triunfantes de ayer son hoy las mafias rusas que han convertido la Plaza Roja en un casino"

Por:
febrero 23, 2015
El socialismo no está inventado, es sólo un discurso

Quienes nacimos en los sesentas –del siglo pasado- y en los setentas ya pegábamos afiches, asistíamos a asambleas sindicales, nos asomábamos a las juntas comunales a derrotar a los “viejitos del Frente Nacional”, salimos a enfrentar el toque de queda de López en el Paro Cívico del 77 y no fallamos a ningún 1ro de Mayo,  un poco tarde nos dimos cuenta que toda la literatura firmada por Marx y por Engels no era más que una revisión rusa que procedía de Moscú y que Editorial Progreso nos obsequiaba trayéndonos la visión exclusiva del padrecito Stalin.

Cuando muchos de nosotros aprendimos a arrastrar el francés o a alardear con textos en inglés nos encontramos con que los originales de Marx habían sido falseados y adaptados a los avatares de la guerra fría y en realidad expresaban el sentir táctico y estratégico de los líderes del Kremlin.

Igual ocurrió con la generación que se levantó leyendo a Pekin Informa y que bajo la almohada atesoraba el librito rojo de Mao. Otros, los menos, se encartaron con la visión estratosférica de Enver Hoxha, o “línea albanesa”, como la llamábamos. A los troskistas no los meto en esta colada porque ellos merecen capítulo aparte.

20 años después de cotizarle al partido, romper las banderas con el Moir en la 7ma y no entender porque nuestras mejores chicas terminaban seducidas por los “troskos”,  entendimos que hicimos todas las cosas al revés.

Pusimos en primera línea de combate el agnosticismo en un país profusamente camandulero, siendo fáciles blancos de la contrarrevolución desde el púlpito, que no hizo un gran esfuerzo para lograr que la muchedumbre siguiera enarbolando al sagrado corazón en lugar de la figura del Ché.

Repetíamos de memoria  la consigna del catecismo rojo que nos convenció de que el ascenso de la clase obrera era inevitable. Y no nos percatamos que lo menos que teníamos en nuestro alrededor era obreros ni industrias ni producción a gran escala. Es decir, que el capitalismo que  íbamos a derrocar ni siquiera se había entronizado.  Que aquí lo que ha habido siempre es una masa campesina domesticada que, así haya sido empujada a las ciudades, sigue siendo tan labriega que si  ahora no sube de rodillas al santuario de Monserrate es porque la artritis no se lo permite.

Ni que hablar de la “mamertada” de la combinación de todas las formas de lucha, que impedía el desarrollo de la acción política, pero que también relativizaba la acción armada. Es decir, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

Fuimos poco originales. Si en el 59 los barbudos de la Sierra Maestra (que nunca fueron comunistas ni leyeron el Manifiesto) hechizados por el Movimiento 26 de julio entraron triunfantes a la Habana derrotando a Batista, entonces corrimos a improvisar guerrillas. No una, decenas. Cada versión, línea, tendencia o ruptura tenía su propio comandante. Hasta Goyeneche en la Nacional pensó en montar su propia escuadra.

Así como los chilenos  del Frente Popular labraron el éxito  en las urnas con Salvador Allende, marchamos a montar la UNO. Una alianza con la nariz tapada porque fue la única experiencia donde los comunistas compartieron trinchera con el MOIR.

Nuestros himnos, la internacional; banderas, rojas y negras; símbolos, la hoz y el   martillo; héroes, Lénin, Mao, Trostki y Stalin, nada  tenían que ver con nuestra “indiosincracia”. ¿Qué motivos tenían las masas para seguirnos?  Pablo Escobar, Diomedes o el Pibe Valderrama nos las arrebataban con facilidad.  Urbanizadores piratas como Rafael Forero Fetecua  o la pitonisa Regina 11 reunían en 6 meses  más votos que los ha que obtenido el Partido Comunista en toda su historia.

Con contadas excepciones, la izquierda colombiana ha tenido una extraña vocación a equivocarse. Si en 10 probabilidades hay una única que es fatal,  no lo duden, esa es la senda que abanderará la izquierda.  Tal vez el único momento mágico fue la creación del Frente Unido de Camilo Torres (http://www.olapolitica.com/content/recordando-camilo-torres-restrepo), al cual, obviamente, todas las tendencias le dieron la espalda y éste decidió inmolarse en la torpe aventura armada.

Pero esto no fue una práctica exclusivamente criolla. Guardando las debidas proporciones ocurrió  en todo el planeta. Hubo Movimientos de Liberación, revoluciones armadas, victorias electorales, golpes de Estado, huelgas nacionales triunfantes que amenazaron la hegemonía de los Estados Unidos y del capitalismo mundial. Incluso en continentes y en regiones del mundo movimientos y partidos revolucionarios y de izquierda llegaron al poder y lo controlaron durante décadas. Lo inexplicable es que con la misma velocidad que lo lograron se extinguieron y desaparecieron.

Cómo explicar lo de la Revolución Bolchevique, el fortalecimiento de la Unión Soviética, el triunfo indiscutible de los rojos y sus aliados en la segunda guerra mundial liquidando al nazismo y fascismo. La gesta de Mao en China; la derrota gringa en Vietnam. En casi todo el planeta (Europa, Asia, América y Africa), no menos de 40 países, Estados o naciones cayeron en manos revolucionarias que cuyo primer acto en el poder  fue quemar la bandera de los Estados Unidos frente a su embajada. De eso nada queda. El moribundo capitalismo se yergue lozano y revitalizado.

Por qué el socialismo, paso previo al comunismo como lo sugirió Marx, no ha logrado consolidarse en ninguna parte de la tierra. No será que el socialismo como sistema o como modelo no existe y solo es un bonito discurso, y nada más. Ejemplos abundan, pero para no hacer interminable este alegato, quiero citar 2 casos muy próximos y caros a nuestros afectos: Cuba y Venezuela.

De la isla de Marti comandada por los Castro me remito a lo que acaba de decir un hombre con toda la autoridad: Pablo Milanés: "Estoy más bien defraudado por unos dirigentes que prometieron un mañana mejor, con felicidad, con libertades y con una prosperidad que nunca llegó en 50 años". El cantautor de la trova lo ha dicho varias veces y ha vuelto a enfatizarlo: “Cuba forma parte del fracaso del socialismo real".

Milanés, a propósito de la distención con los EE UU,  ha dicho que espera que las autoridades cubanas pidan públicamente perdón por el uso indignante de los campos de trabajo de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) donde se recluía a homosexuales, religiosos y disidentes políticos.  Él mismo fue víctima de esa infamia. Hasta en eso los jefes comunistas de la Habana imitaron el Gulag de los rusos.

Lo de Venezuela  es un caso excepcional. Es la primera revolución política con recursos ingentes: digamos, a diferencia de todas las anteriores,  es una revolución rica. No es un logro lleno de pobreza sino con la mayor reserva de petróleo del planeta.  No fue un poder arrebatado a la fuerza o mediante el uso de las armas sino en franca lid electoral. Y no fue liderada por un movimiento revolucionario, marxista o antiimperialista. Fue dirigida por un militar nacionalista que tenía como referencias a Bolívar salpicado de citas cristianas. Su consigna más atrevida, fue la invitación a derrotar la corrupción adeca  y copeyana. Por eso fue reconocida en sus inicios como la Revolución Bonita. En verdad lo fue, ninguna otra como ella.

Lo que siguió fue un disparate adosado de tropicalismo. Imitar todos los errores del Socialismo Real: partido único, hegemonía en el control de los poderes, reduccionismo temático, focalización del enemigo interno y externo con el imperialismo, radicalización verbal y simbólica, lucha a brazo partido con el empresariado multinacional y local y, entrega gratuita a la oposición de la clase media, la intelectualidad, los medios, la cultura y los sectores dedicados al comercio.

Poner al otro lado a todos –salta talanquera, se les llamó-; acá, sólo los soldados de Bolívar. Terrible error.

La estrategia consistió en darles todo el poder a los militares. Una legitimidad sentada en las armas, mientras en lo económico la voluntad del jefe que salía todos los fines de semana con canasto en mano a hacer mercado en todo el mundo para abastecer la población. Ni la petroquímica fue desarrollada, que era lo mínimo. Fue un proceso adicto del crudo sin agregarle nada de valor y de los kilométricos discursos del comandante. Pues el petróleo se cayó de precio y el que tiraba línea en cadena nacional se murió. Nada queda, solo un pajarito que ve atentados y golpes de Estado por todo lado, una inflación incontrolable y una corrupción oceánica.

Ahora bien, no hay que olvidar que la oposición actual que espera con las fauces abiertas la caída del gobierno, no son propiamente cruzados civilistas ni democráticos. Son los hambrientos herederos del poder perdido. Los mismos que esquilmaron a Venezuela durante décadas, sembraron las laderas de las grandes ciudades de negros sin cédula. Segregaron la sociedad, en donde los blanquitos se quedaron con toda la economía y de paso privatizaron el petróleo y controlaron sus recursos. En realidad, los verdaderos dueños de Venezuela vivían y crecían en Miami, mientras enviaban algunas migajas al interior para desarrollar la infraestructura de carreteras, puertos, hoteles y centros comerciales que era lo que mostraba la televisión durante los gobiernos del pacto de Punto Fijo. El 70% de la población era contenida con bayonetas, discriminación e invisibilidad. Es con Chávez que ese país baja de las lomas y aparece en el panorama, los convierte en ciudadanos, les participa presupuesto y los persuade de que tienen derecho a pedazos de renta.

Pero qué ocurrió, enredados en los discursos, consignas y mamotretos ideológicos oxidados por la chatarra de la cortina de hierro perdieron la oportunidad de llevar al primer país de América Latina al primer mundo. Tenían todo para lograrlo, pero optaron por darle otra oportunidad a la ortodoxia, decisión fatal.

El capitalismo es el triunfo de la gran industria, del mercado y la banca, pero tiene el asqueroso mecanismo de concentrar la riqueza en pocas manos a expensas de miles de millones de vientres macilentos. Es tal el desarrollo del modelo que ya no son las naciones las dueñas de su destino sino unas cuantas corporaciones de papel que conducen el mundo hacia la depredación total.

Los soviets triunfantes de ayer son hoy las mafias rusas que han convertido la Plaza Roja en un casino. La gran marcha de Mao sirvió para demostrarle a los chinos que el socialismo es el camino más expedito hacia el capitalismo; pronto veremos a los cubanos haciendo fila para entrar al primer McDonald’s en la Habana. Hasta los nietos de Ho Chi Minh merodean en Wall Street.

Mientras tanto el socialismo con sus argumentos invictos sigue siendo un razonamiento completamente justo, cuya humanidad no ha logrado inventarlo como modelo competitivo de gobierno. Seguiremos echando discursos.

Mario López
@mariolopez1959

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--