No nos digamos mentiras. El reinado siempre ha sido un evento racista y clasista. Quienes lo seguimos desde tiempos inmemorables sabemos que así ha sido desde su creación hasta el día de ayer, cuando en una barata ceremonia fue coronada la nueva Señorita Colombia. Si coronaron a las chocoanas Vanessa Mendoza y Andrea Tovar es porque no había otra opción, no porque el evento haya dejado de excluir a una raza a la que pertenece el 33% de nuestra población. Para que en Colombia gane una reina negra tiene que llegar con todo el apoyo del pueblo, la presión de los medios y la ausencia de otra candidata siquiera comparable que le pueda arrebatar la corona. Esto solo ha ocurrido en dos ocasiones porque Raymundo -y su combo de la élite cartagenera- se sintieron acorralados.
Lo sucedido anoche con Kimberly Hooker Naranjo, Señorita San Andrés, que fue relegada por fuera del top 10 de semifinalistas corrobora todo lo anterior. La isleña era la gran favorita en un año donde el nivel de las candidatas dejaba mucho que desear. Pocas veces en la historia reciente del reinado se ha visto un año tan flojo en términos de competetividad. En ese contexto, la Señorita San Andrés no tenía competencia alguna. La isleña, de piernas kilométricas, figura estilizada, abdomen de acero y rostro angelical, era la que mejor representación de Colombia podía hacer en Miss Universo.
El nombre de Kimberly Hooker Naranjo pasó a ser parte de la historia del reinado junto a los de otras negras esculturales a quienes les cortaron las alas. Así fue con Jeimmy Paola Vargas (2003), Karina Guerra (2005), Lina Mosquera (2008) y Zuleika Suárez (2013). A las anteriores por lo menos las dejaron de virreinas, pero a la isleña ni eso. Tuvieron que descabezarla de entrada porque sabían que si la dejaban avanzar no hubiese habido forma de que no ganara.
Quizá lo que le sucedió a la Señorita San Andrés fue lo mejor que le pudo haber pasado. Ahora puede dedicarse a proyectos personales como su carrera universitaria o al modelaje. No tendrá que andar desfilando de pueblo en pueblo portando una corona y representando a una institución que va en decadencia. Kimberly está para cosas mejores.
Ciertamente, la nueva reina, la quindiana Maria Fernanda Aristizábal es una belleza carente del impacto necesario para destacar entre 79 mujeres de todo el mundo. No tiene una personalidad que cautive ni que den ganas de seguirla. El próximo año será sepultada en Miss Universo y pasará sin pena ni gloria por la memoria de los colombianos. Cosa contraria habría sido si hubiesen mandado a la isleña con la banda de Colombia. Ella llama la atención en cualquier lugar del mundo en donde la pongan. Ojalá que los pocos medios que todavía siguen este reinado hagan eco de la humilde opinión aquí expresada. En últimas, lo que está acabando al reinado es su incapacidad de conectarse con el pueblo. Y esto es en gran parte por el racismo y el clasismo que desde sus inicios ha tenido.