El posconflicto marca: consecuencias de la violencia

El posconflicto marca: consecuencias de la violencia

"Tras la guerra, la identidad del guerrero se vacía de todo sentido porque el individuo deja de formar parte de la institución que alimentaba y protegía dicha identidad"

Por: Claudia Luzar
junio 12, 2018
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El posconflicto marca: consecuencias de la violencia
Foto: farc-ep.co

La semana pasada, Argemiro López (Leo 33), un militante de las Farc, se suicidó en la ciudad de Bogotá. Se cortó las venas del brazo. Un hecho que consternó a muchos excombatientes, quienes se preguntaron: ¿cómo es posible que pase esto?, ¿cómo es posible que una persona con carácter y creatividad pueda atentar contra su humanidad? Desde afuera se observa la figura del hombre inquebrantable, un combatiente de la vida, un artista, un padre, un hombre creativo y atractivo. No obstante, la cara oculta de la verdad esconde los terrores de la guerra, el dolor indomable que afecta y consterna la vida del sujeto humano. Un sufrimiento silencioso que acabó con la vida de un ser en busca de la esperanza y un nuevo proyecto de vida.

La destrucción y el trauma

En la guerra, el trauma es una reacción a mecanismos sociopolíticos destructivos que sobrepasan la capacidad del individuo para afrontar la situación. El trauma adopta la forma de un proceso secuencial, no pasa de noche al día. Los conflictos violentos siempre causan destrucciones, no solo materiales sino también a nivel de las relaciones sociales y del equilibrio emocional. Cuando una casa es destruida por las bombas, sus habitantes no solo pierden la vivienda sino que también se ven privados de protección y de seguridad y se rompe su tejido relacional. Los muertos y los desaparecidos dejan huellas (fotos, recuerdos, historias, momentos compartidos) en los sobrevivientes. El duelo por la pérdida de seres queridos, del prestigio, el desarraigo por la tierra y después de una guerra, genera una situación o panorama de trauma que aparece en procesos de un determinado grupo a un nivel social. Un trauma, elegido como una representación mental compartida de un evento en el grupo que sufrió en la historia una pérdida catastrófica, humillación e impotencia en las manos de los enemigos. Cuando los miembros del grupo no pueden llorar tales pérdidas y revertir su humillación e impotencia, transmiten a sus compañeros las imágenes de sus seres heridos, una ideología política que puede durar siglos y desaparecer y reaparecer cuando las circunstancias históricas cambian. La representación mental de un evento histórico emerge como una identidad significativa del grupo, un trauma elegido refleja la contaminación del proceso de duelo y la reactivación de un malestar significativo en la vida de quien está inmerso en hechos violentos y después de la guerra.

En el concepto de Hans Keilson (1992) hay seis secuencias traumáticas:

  • Antes del proceso traumático
  • Comienzo de la persecución
  • Persecución aguda: terror directo
  • Persecución aguda: cronificación
  • Período de transición
  • Posterior a la persecución

La secuencia traumática más importante comienza después de terminar la persecución. La ayuda es posible y útil en todas las secuencias traumáticas, pero ha de adaptarse a las posibilidades y a los límites de la secuencia considerada. Para una ayuda psicosocial es necesario analizar el contexto, las diferentes etapas históricas, los actores y las personas que apoyan en una u otra manera a la guerra.

Secuencias traumáticas en la vida de los excombatientes

Los excombatientes pueden ser perpetradores, pero a menudo también son víctimas. Durante la guerra, cometieron brutalidades, presenciaron actos de violencia cometidos por otros y quizás ellos mismos sufrieron graves maltratos. Para algunos, el resultado son profundas crisis psíquicas que se manifiestan ya durante la guerra. Sin embargo, no es sino tras el final de las hostilidades cuando estos problemas se plantean con mayor intensidad. Tras la guerra, la identidad del guerrero se vacía de todo sentido porque el individuo deja de formar parte de la institución que alimentaba y protegía dicha identidad. En la vida civil, se dirige una nueva mirada hacia eventos que parecían normales durante la guerra, que incluso se consideraban como el cumplimiento de su deber. Esta nueva confrontación adopta, en el mejor de los casos, la forma de un proceso de aprendizaje complejo, pero también corre el peligro de desembocar en graves crisis de identidad. Los procesos traumáticos afectan no solo a los excombatientes directamente concernidos, sino también a todo su entorno ya que se altera la capacidad de comunicarse y de crear lazos afectivos. El trauma vivido por excombatientes que padecieron torturas se extiende también a sus parejas y a sus hijos, quienes siempre le esperaron, y temieron por su vida y que ahora están ante un ser humano silencioso y roto.

Las Farc: “Los grupos grandes también lloran, también sufren” (V. Volkan 2006)

La dejación de las armas pone fin a la vida del soldado, a la identidad del guerrero, pero ello no significa inmediatamente el comienzo de una nueva existencia. Las Farc no están desmovilizadas, cambiaron la forma de lucha, antes tenían armas ahora quieren luchar sus ideales mediante la palabra y el discurso. La idea suena en términos generales positiva, sin embargo la realidad denota otro panorama no tan agradable, la vida real está encuadrada por multiplicidad de factores que afectan el proceso de la reintegración, la adaptación del excombatiente a esa “nueva sociedad” y la falta de aceptación de esa sociedad para con el guerrero. En el camino hay muchas piedras y grandes obstáculos que superar. El colectivo, como era, hoy no existe. Algunas ETCR funcionan como pueblos donde cada familia/pareja/excombatiente tiene algunos elementos básicos para subsistir o medios tecnológicos como el televisor, nevera y cocina. La vida se privatizó, algunos trabajan en la zona, otros trabajan afuera en los pueblos cercanos, otros viven en las grandes ciudades del país. Las conversaciones entre ellos casi no existen ahora, después de la guerra el silencio invadió, el vínculo y la identidad del grupo grande se ha roto. Independientemente de si los excombatientes se alegran o no del cese de la guerra, ahora la mente es invadida por recuerdos, unos agradables como también los desagradables. Al mismo tiempo, aumenta el miedo y la zozobra por el futuro. Discusiones sobre estos sentimientos con una vista al futuro que integra el daño y el miedo no como una debilidad sino como una experiencia que es normal después de más de 50 años de la guerra, casi no están. Los excombatientes se encuentran, pues, en un estado de indefinición y pueden requerir ayuda. Necesitan, pues, aprender de nuevo a ejercer ellos mismos el control sobre sus vidas y destinos. El principal problema inherente a esta fase consiste en reconocer debidamente a los excombatientes y reintegrarlos a su lugar de origen o a donde desean reanudar su vida civil.

El trabajo psicosocial, una necesidad en el proceso de la integración

Psico se refiere a la psique o al alma. Tiene que ver con nuestro mundo interior, nuestros sentimientos, reflexiones, deseos, creencias y valores, la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás. En cuanto a la palabra "social", esta se refiere a las relaciones del individuo con los otros y a su entorno. Ello no solo incluye la realidad material, sino también el contexto sociocultural que abarca desde el complejo tejido de las relaciones humanas y las múltiples facetas de la vida cultural hasta la comunidad y el Estado. El mundo interior (psico) y el mundo exterior (social) se influyen recíprocamente. Psicosocial se ocupa, pues, del bienestar del individuo en relación con el entorno en que vive (Becker 2000). En Colombia hay pocos profesionales y organizaciones que trabajan en este campo. La mayoría de las ONG trabajan con víctimas del conflicto, y al mismo tiempo, enfocan sus esfuerzos especialmente con mujeres y niños. Este tipo de trabajo es necesario y loable, no obstante se apremia la necesidad de crear y diseñar estrategias psicosociales para trabajar y acompañar al proceso de reintegración de excombatientes. En el proceso de la reinserción el estado y los excombatientes mismos no pensaron en un apoyo profesional, pero para una reintegración verdadera y estable es necesario:

  • Ofrecer apoyo psicológico/psicosocial especializado cuando sea necesario, no solo a los excombatientes, sino también a sus familias.
  • Fomentar la participación de las asociaciones de excombatientes en la vida política, no solo defendiendo sus intereses sino también echando una mirada crítica sobre sus experiencias y su identidad durante la guerra.
  • Apoyar a las organizaciones que se ocupan de las necesidades de las mujeres.
  • En el seno de la comunidad, promover el diálogo sobre los problemas de reinserción de los excombatientes. Explicar esta problemática a la población.
  • Trabajo en la memoria histórica.

Queda claro, entonces, un evidente episodio que desgaja la humanidad, la guerra y la violencia, como mecanismos de destrucción y desfiguración de la condición de existencia humana. Adherido a lo anterior, surge la contundente necesidad de crear y diseñar políticas, en base a la realidad humana de los sujetos inmersos en condiciones de guerra y violencia, la salud mental, por ejemplo, debe ser un tema priorizado por las instituciones en Colombia que atiendan las necesidades psicológicas de la población, más que un modelo que opere desde el campo clínico patologizante, un modelo alternativo donde se reconozca la condición humana para asignarle un sentido y proyección a la vida desde una perspectiva de la capacidad y seguridad humana. Y de esta manera, constituir derechos y libertades en la medida que el sujeto humano es capaz de conducir su vida. No obstante, se hace un llamado, para activar todas aquellas medidas encaminadas a aliviar el sufrimiento humano, fundamentado en el principio ético de defensa de la dignidad del buen vivir.

El silencio sobre el suicidio, el continuismo del sufrimiento silencioso, el temor a sentirse o ser mirado como débil cuando se necesita ayuda, denota la falta de comprensión y acción en un tema tan delicado como lo es lo psicosocial en el momento histórico posterior a una guerra.

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