El pintoresco reality electoral llega a Estados Unidos

El pintoresco reality electoral llega a Estados Unidos

El partido demócrata ya está en campaña para buscar a su candidato para el 2020. Su objetivo es derrotar a toda costa a Donald Trump, frenar su reelección

Por: Francisco Henao
junio 21, 2019
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El pintoresco reality electoral llega a Estados Unidos
Foto: Twitter @realDonaldTrump

Otra vez hay elecciones, como si llegara el invierno o el verano, la sequía o el deshielo. Están ahí y no hay nada que hacer, llevarlas como mejor sea posible. Faltan muchos meses para elegir/reelegir al próximo presidente de los Estados Unidos al período 2021-2024, cuyo final coincide con el final presidencial de Vladimir Putin, que por ahora no se sabe si sigue. Sin importarles la lejanía, las campañas de los partidos republicanos y demócratas han madrugado —madrugonazo, oiga— a ganar adeptos. La campaña republicana de Donald Trump ya se lanzó a tumba abierta, inició el martes (18 junio) en Orlando, Florida, donde arrancó su sinfonía coral de rayos y centellas y seguramente no va a dejar títere con cabeza. Los demócratas también se levantaron temprano, quizás se anticipan así porque tienen frente a sí al ogro feroz Trump, que impone pánico. Hay veinte políticos demócratas, uno de ellos aspira a ser elegido líder del partido, para ello habrá doce debates televisivos, el primero será las noches del 26 y 27 de junio próximos, cada noche competirán diez y diez.

Las campañas electorales, donde existe la democracia, se han convertido en verdaderas batallas campales. Jo Cox falleció en Reino Unido mientras hacía campaña contra el Brexit. Oskar Lafontaine fue herido en el cuello en un mitin electoral en Alemania. Sendos pistoletazos acabaron con Colosio en México y Pizarro en Colombia. Los ánimos hierven, los problemas crecen y la política no resuelve nada. Hay un divorcio entre los políticos y las poblaciones. Las ideologías no descansan en sus ambiciones y a los líderes políticos se les nota que cada vez les falta más ideas, sin las cuales no hay sino aridez. La campaña demócrata parece esperanzadora, dispuesta a romper esa sequía de ideas. El cartel demócrata es muy variado, hay duelo de generaciones, conocidos y desconocidos, viejos zorros y novatos jubilosos. Joe Biden —exvice de Obama— encabeza el cartel, tiene una relevancia particular entre los 20 aspirantes en lista. Es un candidato que ha cimentado su carrera con trabajo serio y responsable, como Nancy Pelosi que es el ímpetu de la honradez y del ardor para defender sus creencias.

Otro grande, prestigio ganado a pulso, sin intrigar demasiado, el senador de Vermont Bernie Sanders, que sorprendió en 2015 por sus propuestas, si no novedosas sí arriesgadas y porque estuvo a punto de ganar la nominación a Hillary Clinton, la superfavorita a ser presidenta y que fue desbancada en la recta final por Donald Trump, ganador inopinado. Asimismo las encuestas demócratas dan valor a un joven treintañero que ejerce de alcalde en una ciudad de Indiana, no porque sea gay —así lo anunció él mismo; hace un año contrajo matrimonio con su parejo— sino porque ha tenido unas raras dotes intelectuales, que lo ubican entre los mejores de su generación millennial. Como alcalde en Indiana, en los ocho años que ha ejercido, Pete Buttigieg deja ver talante unificador, eficacia en la ejecución de sus metas y ese torrente de trabajo que caracteriza a algunos americanos.

Más allá de las fanfarrias y el ruido de los encuentros, ha llegado la hora de las preocupaciones, de las agencias de publicidad, de las encuestas, de las estrategias con sus cálculos, improbables-ilógicos-realistas-amañados-acertados. Una encuesta del Morning Consul reveló a Sanders segundo, detrás de Biden, e incluso vencer en Iowa a Biden. Los medios se han encargado de mostrar una pugna entre Sanders —que le produce inquietud— y la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, que aventajaba a Sanders en Nevada. Warren ha ganado peso político gracias a la prensa que la ha seguido en las últimas semanas. Warren ha sido atacada varias veces por Trump —con su táctica de escarnecer a quien quiere desacreditar— que la ha llamado Pocahontas, porque hace varios años la senadora dijo que tenía genes indígenas. Esto no se ha podido demostrar y molestó a la nación indígena Cherokee que consideró esta polémica “inadecuada”. Warren, 70 años, conoce el dolor en su propia carne. A los 12 años perdió a su padre. El banco les quitó la casa, y su madre se tuvo que emplear en los almacenes Sears. Liz se mantuvo firme, he ahí su valor. ¿Podría aspirar a la nominación por los demócratas para las presidenciales de 2020? Tiene un impuesto para los “ultramillonarios” y un cronograma para desahogar a los estudiantes con préstamos onerosos, si gana.

El proceso de selección será largo y con muchas sorpresas. Todo puede cambiar en un santiamén. Incluso para Joe Biden que se siente general, y lo es, pero la sensibilidad actual está sujeta a lo inesperado. Como le sucedió a Michael Gove en Reino Unido, que perdió sus posibilidades de ser primer ministro y suceder a Theresa May, por unas declaraciones a la prensa —8 junio Daily Mail—, dijo que había consumido cocaína en su juventud. En abril pasado, Amy Lappos acusó a Biden de haberse acercado demasiado a ella en 2009, y rozar su nariz con la suya; un gesto que no tenía “carácter sexual” pero a ella la incomodó y la hizo sentirse mal. Biden ha recibido dos o tres acusaciones de este estilo, aunque alejadas del acoso sexual tipo Charlie Rose o Harvey. ¿Se lo contabilizarán? Aparte de que —cuando fue senador Delaware (1973-2009)— votó a favor de la guerra de Irak y apoyó el levantamiento de regulaciones bancarias que concluyeron en la crisis de 2008.

El viernes (21 junio) harán el sorteo de quienes irán en cada una de las dos noches —26 y 27 junio—. No es lo mismo estar al lado del archifavorito Biden, que moverse junto al atril del semidesconocido empresario Andrew Yang. La dificultad para cada uno de los 20 candidatos demócratas aspirantes a ser nominados está en saber acertar la táctica adecuada. El espectador, el votante, anhela oír respuestas a sus expectativas. ¿Cómo sacarle jugo a cada debate? Se sabe que habrá una gran audiencia. Tres candidatos —las encuestas no los favorecen demasiado—, Julian Castro, Kirsten Gillibrand, Eric Swalwell, aprovecharán su tiempo —debate en hora estelar— para ¿criticar a Biden haciendo hincapié en sus puntos frágiles o mejor decir por qué eres la mejor persona para derrotar a Trump?. Esto depende, dice un estratega demócrata, “del sonido que el candidato quiere dejar en la mente de la audiencia”. Debe dejar claro en qué dirección se moverá y cuáles serán sus prioridades. Dejar dudas es cavar su propia tumba.

Si la estrategia funciona habrá éxito, aunque nadie lo puede garantizar. Pero la estrategia es aleatoria, indescifrable, transita por caminos desconocidos. La estrategia de Alberto Fujimori para vencer a Vargas Llosa en la carrera presidencial del Perú, fue una simple frase, dicha a última hora de la campaña, “el milagro japonés soy yo”, ya que Vargas en sus discursos mencionaba con frecuencia que quería convertir al Perú en el “nuevo milagro japonés. Sí esas cosas macondianas operan en el elector. Por supuesto, también en los Estados Unidos. Fais Shakir, gerente de la campaña de Bernie Sanders, dijo en Vanity Fair, 20 junio, que la estrategia del debate del senador de Vermont deja ver que “el capitalismo sin restricciones está teniendo su reconocimiento”. Es el gran tema de actualidad, las regulaciones del sistema financiero. Warren Buffett acepta que haya regulaciones en el capitalismo. La crisis del 2008 movió a la reflexión, claro está que no a todo el mundo.

Otro candidato, Andrew Yang, 44 años, pone su estrategia en una idea llamativa, “capitalismo centrado en los humanos” —Bill Gates propone que los robots coticen a la seguridad social por los humanos— y habla de una renta básica de 1.000 dólares al mes. Yang está pensando en ese 47% de puestos de trabajos que en las próximas dos décadas se perderán en los Estados Unidos a causa de la digitalización. Los robots, la inteligencia artificial, preocupa mucho en las sociedades desarrolladas. El martes (18 junio) en el hotel Carlyle en NY, en una reunión de donantes —bastante ricos—, Joe Biden les dijo que no los iba a “demonizar”. Les dejó claro que no los iba a convertir en objetivos fiscales —pero claro, ¿a quién no le preocupa que le toquen el bolsillo?—. “Podemos estar en desacuerdo en los márgenes. En mi campaña todos caben. Ningún nivel de vida cambiará”. Biden se mete en un problema, porque lo ofrecido es puro republicanismo y deja la puerta abierta a que lo ataquen otros candidatos, especialmente los más jóvenes.

Porque esta campaña demócrata es un enfrentamiento de generaciones. Cuando Biden inició su carrera política, no había nacido Pete Buttigieg, y Beto O’Rourke, otro aspirante a la nominación de Texas, aún lucía pañales. De ahí la táctica de Buttigieg de presentar como gran argumento “el cambio generacional”, él con 37 años, debatiendo con Biden, 76, con Sanders, 77, con Warren de 70 años. Y Buttigieg ataca a Sanders en su idea de eliminar los seguros privados de gastos médicos. O’Rourke, además de tener enorme carisma y ser comparado con Robert Kennedy —recuerda sus aires, su decisión e ideas humanitarias— propone una reforma que proteja y ayude a los dreamers (jóvenes inmigrantes indocumentados). Ahí O’Rourke va directamente contra las políticas de Trump.

Son 20 candidatos. Fueron seleccionados no por capricho, debían demostrar tener al menos 1% en tres encuestas, o recibir donaciones de 65.000 simpatizantes, incluyendo al menos 200 donantes cada uno en 20 estados. Joe Biden ha manifestado que ha recibido en donaciones $ 20 millones de dólares. El alcalde de Nueva York City, Bill de Blasio, también está en la carrera por la nominación demócrata. Luce por dirigir la ‘ciudad que no duerme’, y con sus 1.98 de estatura se ha propuesto “frenar a Trump”. No ha especificado su plan maquiavélico. Al igual que Blasio, hijo de inmigrantes, la senadora de California Kamala Harris tiene una carrera brillante, antes de senadora fue Fiscal General de California, que da una idea de sus dimensiones por luchar con ardor contra las huestes de Donald Trump. Ella es hija de jamaicano e india tamil.

Los demócratas exhiben variedad. Riqueza de ideas. Es una lucha democrática franca y leal. ¿Ganará Biden la nominación? Wall Street apoya a tres candidatos: Joe Biden, Kamara Harris y Pete Buttigieg, que les podría dar una enorme ventaja por la recaudación de fondos. Debido a la ideología moderada de Joe frente al fundamentalismo de Donald; a Kamara por sus perspectivas de ofrecer una coalición multiétnica; a Pete por su juventud, inteligencia y capacidad de liderazgo. Sobre Sanders y Warren, Wall Street piensa que sus propuestas políticas perjudicarían la economía de Estados Unidos.

Creo que en el partido demócrata son conscientes de que Donald Trump no es invencible. Las grandes batallas son ganadas por soldados extenuados. Cuanto antes aprendan la lección, mejor. Los demócratas no quieren terminar sus días en Santa Helena.

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