El petrismo en multitud

El petrismo en multitud

Se requiere consolidar la ruta programática recogida en la discursividad y establecer un plan que profundice la disputa política, principalmente en el terreno de la paz

Por: Horacio Duque
junio 21, 2018
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El petrismo en multitud
Foto: Nelson Cárdenas

Una de las grandes lecciones en el campo revolucionario y progresista de las olas sociales registradas en las recientes décadas en América Latina y en Europa (España, Portugal y Gran Bretaña) es la necesidad del pueblo de construir los proyectos que tienen como objetivo central alcanzar transformaciones radicales de las sociedades en las que impera el modelo neoliberal feudal y oligárquico, el cual es el foco de los grandes problemas sociales de millones de seres humanos.

En Colombia la estructuración y conformación del pueblo ha tenido muchas dificultades y adversidades. El movimiento comunero de Galán surgido en el Oriente santandereano fue ahogado en sangre; el pueblo de la independencia anticolonial de 1810 desapareció en la prolongada guerra liderada por Bolívar y en los códigos del santanderismo; las sociedades democráticas melistas de mediados del siglo XIX fueron flor de un día; y las masas de las guerras civiles agonizaron en la violencia de los bandos partidistas no obstante la fuerza del radicalismo liberal capturado por el librecambismo; el movimiento obrero y popular de los años 20 cuajo en la poderosa ola gaitanista que igualmente fue sometida desde 1948 a los rigores de la muerte y el exterminio fascista articulado en el bando conservador de los Leopardos (Villegas, Arango, Alzate y Londoño) y del laurenismo visceral.

La Anapo y el MRL sucumbieron con la debilidad y conciliación de sus caudillos.

El Polo Democrático y su candidato Gaviria nunca pudieron superar las rencillas y el canibalismo de las viejas izquierdas sectarias y dogmáticas.

Solo hasta hoy, en esta larga historia del campo contrario a la elite oligárquica, tomó forma el pueblo.

Pero no el pueblo en el viejo concepto de las masas en la versión de la socialdemocracia obrera de fines del siglo XIX o en la versión de Ortega y Gasset.

El pueblo expresado en los ocho millones de votos por el candidato Gustavo Petro es más la multitud de A. Negri.

No es la masa homogénea e indiferenciada de hace 150 años. Es la articulación de la pluralidad y la diferencia que deviene en multitud y en potencia.

Dicha multitud y ese pueblo es el mundo obrero, campesino, indígena, afro, el de la mujer, el de los jóvenes, el de los desempleados, el de los pensionados, el de la cultura, el de los derechos humanos.

Son mundos diferentes convocados por una idea central, una consigna síntesis, un “significante vacío” como agregación de diversas demandas jerarquizadas para garantizar su eficacia en la interpelación y la convocatoria al pueblo.

Es lo que alcanzó la obra descomunal de Petro en los últimos meses a propósito de las elecciones parlamentarias y presidenciales, que se materializó en un potente bloque popular que ciertamente, como lo dice Borón, es una coalición de Centro Izquierda, pero liderada por la Izquierda.

Jamás eso había ocurrido en el recorrido histórico de esta nación.

Esa nueva realidad social y política es también el resultado de la compleja transición de la guerra a la paz que despegó con la firma de los Acuerdos de paz con las farc, ciertamente enmarañados por la felonía oligárquica y la debilidad del anacrónico, como dice Petro, Secretariado de las Farc, que hoy llora (Catatumbo y Acosta), la ingenuidad o la mala fe de tanto oportunista infiltrado y fletado por la Casa santista de Nariño.

Pero el nuevo bloque histórico surgido al cierre del proceso electoral aún debe avanzar más en su lento parto como también lo sugiere Borón.

El bloque oligárquico del uribismo y santismo sintetizado en Duque, ya está procediendo para destruir la insurgencia popular.

El tema priorizado será el de la paz.

Pero, a propósito de lecciones y experiencias en tal sentido, bien vale desempolvar la memoria de lo que sucedió en el año de 1970 con el triunfo de la Anapo, desconocido mediante el fraude.

Impuesto Misael Pastrana como presidente el bloque de poder entró inmediatamente a desarticular el pueblo rojista.

Se echó mano de todo.

La política fiscal y el modelo de Currie de los Upacs sirvieron para crear un espejismo entre las masas agrarias que llevó a la tugurizarían de las ciudades.

Con el Pacto de Chicoral se le puso freno a la insurgencia de la ANUC.

Y la represión militar y policial se implementó de manera contundente frente a los paros obreros y cívicos, y la rebelión guerrillera rural de las Farc, el Eln, el Epl y el naciente M-19.

El resultado fue la destrucción del bloque popular anapista y de izquierda.

¿Nos repetirán hoy esa estrategia? Obvio que sí. Y para derrotarla es necesario identificarla oportunamente.

Desde luego las condiciones de hoy son diferentes, pero se requiere solidez y pericia en el liderazgo de la multitud petrista para no caer en la provocación y en la trampa de la ultraderecha y derecha.

Jamás podrá ser la “guarimba” fascista venezolana el modelo de oposición a seguir acá.

Acá lo que se requiere es consolidar la ruta programática recogida en la discursividad de Petro y establecer una hoja de ruta que profundice la disputa política principalmente en el terreno de la paz que ya fue seleccionado como escenario de demolición por la nueva cúpula gubernamental.

Esa hoja de ruta debe considerar, además, la campaña de la consulta anticorrupción como una vía de poder constituyente de hecho, como lo es, para sustraer dicho evento del terreno de la simple condena moral y del repudio pseudocívico que sirve hasta para que el uribismo acelere el maquillaje de su nueva estrella, que es la que dijo el caballista de marras.

Igualmente para preparar los procesos de elección de gobernadores y alcaldes.

 

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