El peligro de los mesías de izquierda y derecha

El peligro de los mesías de izquierda y derecha

“El que no está conmigo está contra mí”: nada más cercano a esta perversión paranoica de la realidad que las expresiones de nuestra política criolla

Por: Gustavo Adolfo Cárdenas Messa
julio 17, 2020
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El peligro de los mesías de izquierda y derecha

Recuerdo que una de mis primeras lecturas en la Universidad del Valle, por allá en 1992, fue El elogio de la dificultad del maestro Estanislao. En este texto Zuleta hace referencia a los enormes riesgos de los radicalismos, de la idea de ser poseedores de la verdad, de los mesianismos. Dice que están muy cerca la idealización del terror. Creo que esta noción se hace cada vez más visible en nuestro país del Sagrado Corazón. “El que no está conmigo está contra mí. Y el que no está completamente conmigo, no está conmigo” se lee en el manifiesto de marras. Nada más cercano a esta perversión paranoica de la realidad que las expresiones de nuestra política criolla. Los escenarios planteados por los mesianismos de la izquierda y la derecha.

Gustavo Enrique Petro Urrego representa lo más pobre de las ideologías de izquierda. Con su inmensa capacidad de disociación, de fomento de la división, de potenciación de la ira colectiva en contra de lo que considera opuesto a su ideario. Todo aquel que no comparte sus tesis es tildado de paraco, ultraderechista o tibio. La culpa siempre es de alguien más. Esto se ha traducido, como fenómeno psicológico de masas, en una forma de ver la realidad de quienes lo siguen. Y estos se han convertido en voceros airados, incendiarios, que asumen que todo lo que pasa es culpa del gobierno, o del partido de gobierno. A veces es necesario ser miope o infame para no ver, junto con los desatinos, los esfuerzos por sortear las difíciles circunstancias actuales.

Lo anterior no es una negación de la realidad, de la pobre gestión del presidente Duque, su ineptitud frente a los temas vertebrales del estado, su dependencia de las decisiones del expresidente Uribe. Es simplemente reconocer que la realidad no es blanca o negra, sino que tiene múltiples matices que deberíamos aprender a vislumbrar, para no terminar con parcialidades ideológicas que no ayudan a construir tejido social.

La otra orilla es la derecha radical, bien representada en Álvaro Uribe Vélez, quien hizo de su ideario personal un proyecto político, y de éste, un partido. Y este partido es la masa social que cree sin cuestionamientos en las directrices del expresidente. La historia ha demostrado cómo esta forma de ideario político terminó asociado al terror, a la más macabra corrupción en todos los niveles del Estado y a la comisión de todo tipo de delitos (falsos positivos, corrupción electoral y los cientos de escándalos que han derivado en las múltiples e inútiles investigaciones contra el expresidente).

El fenómeno a nivel social se repite: masa social que se adhiere incondicional e irreflexivamente a este líder, batallas en las redes sociales contra quienes no comparten sus tesis, a quienes tildan de guerrilleros, mamertos, y otros tantos adjetivos propios del absolutismo radical. Un uribismo arribista que defiende a su líder, aun en medio del inmenso cúmulo de indicios que lo asocian a crímenes y corruptelas.

De esta manera se demuestra que la política no es tanto un asunto ideológico como un asunto emocional. Si se logra enojar, enervar los ánimos, tendremos un pueblo dispuesto a llegar a las mas atroces expresiones de odio y violencia, por defender, no unas tesis, sino un mesías lejano que los azuza con el discurso incendiario de buenos y malos (siempre el malo es el otro, el que piensa distinto, y más aún, el que desafía los polos opuestos y se atreve a desarrollar un criterio, una identidad).

Creo que Colombia hoy merece un verdadero cambio, que no está representando en las actuales fuerzas del poder. El futuro no es Petro ni sus seguidores radicales. No es Uribe y sus vasallos. Y creo que, a estas alturas, la opción de Fajardo ha perdido rumbo: no se identifica con la realidad, sigue al margen de lo que pasa en el país, con un discurso idealista, pero que no da respuestas concretas a la realidad.

Es el momento del surgimiento de nuevos líderes, de nuevos liderazgos, que propicien un diálogo nacional sobre temas fundamentales y que fomenten el respeto en el desacuerdo. No tengo elementos de juicio para pensar que nombres como el de Camilo Romero, Rodolfo Hernández y otros aventureros de la política puedan representar o no ese cambio, pero sí tengo la certeza de que, de no darse, el país seguirá cayendo aun más en el agujero negro de la polarización, de la violencia real y simbólica. Zuleta entonces nos advierte el peligro infinito de las ideologías radicales y sus representantes en la sociedad: “Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad”.

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