El papá de Gabo, no fue solo el telegrafista de Aracataca sino un notable homeópata

El papá de Gabo, no fue solo el telegrafista de Aracataca sino un notable homeópata

Gabriel Eligio García, fue un reconocido sanador, a quien los médicos homeópatas de Colombia le rindieron homenaje. Su hijo, el premio Nobel habló muy poco de esta faceta de su padre.

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diciembre 08, 2014
El papá de Gabo, no fue solo el telegrafista de Aracataca sino un notable homeópata

El médico Carlos Rugeles leyó este discurso en las jornadas académicas del Congreso Internacional de Homeopatía, en la celebracion del centenario de la Fundación. Universitaria Luis G. Paez, que inició un programa para estudiantes de Latinoamérica. En este texto, del cual se publican los principales apartes, evoca la memoria del médico homeópata Gabriel Eligio García, padre del Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez del que poco se conocía hasta ahora.

 

GABRIEL ELIGIO GARCÍA: UN NOTABLE MÉDICO HOMEÓPATA

Considero que la importancia de Gabriel Eligio García no radica, como se ha creído equivocadamente, en haber ejercido en varios municipios de la región caribe, el oficio de telegrafista, sino en el hecho fundamental de haber sido un prestigioso médico homeópata, que dedicó su talento y su aguda observación de la naturaleza humana, al estudio y ejercicio de la ciencia médica por el método terapéutico creado por Samuel Hahnemann. Sin embargo, muchos de ustedes recordarán en el momento en el que la crítica aclamaba a Gabriel García Márquez como uno de los grandes de la literatura del siglo XX, él reclamaba para sí, la distinción de haber sido uno de los once hijos del telegrafista de Aracataca. Parientes y amigos de Gabriel Eligio García, -sabedores de sus verdaderos méritos profesionales-, habrían visto con agrado, que un título honorífico que el Nobel reclamaba ha debido ser, entre otros, el de primogénito de un notable medico homeópata.

Gabriel Eligio García nació en el municipio de San Luis de Sincé, departamento de Sucre en el año 1901; habiendo cursado sus estudios de primaria y bachillerato. Se inscribió en la Universidad de Cartagena para adelantar estudios de medicina y farmacia, los que al segundo año debió abandonar porque su situación económica se hizo insostenible, según el testimonio de Luisa Santiaga Márquez, su esposa. De regreso a su tierra natal, aprendió en un mes el oficio de telegrafista, que obviamente no debió llenar sus expectativas, como persona de sensibilidad artística y talento excepcional para fines superiores. Recordemos que se había perfeccionado como violinista en la escuela de música, no como profesión, sino para amenizar veladas y ofrecer serenatas en sus galanterías amorosas. También incursionó en la poesía y quiso ser cuentista y novelista aprovechando su imaginación caribeña. Cuentan sus amigos y parientes que el verdadero inspirador del realismo mágico es Gabriel Eligio García y que muchos de los hechos y circunstancias que aparecen en las novelas de Gabo, fueron transmitidos por él a su hijo; tanto que Gabriel Eligio García, en una entrevista de prensa, -según la cita que hace García Márquez en su libro autobiográfico- respondiendo a una pregunta de si alguna vez hubiera querido escribir una novela contestó que sí, pero que descubrió que el libro que pensaba escribir, era el mismo que estaba escribiendo su hijo. Su fama en la región, según la misma fuente, era la de un excelente fabulador y contador de historias, “algunas exageradas”, salidas de su imaginación.

Por otro aspecto, alguno de sus biógrafos, Gerald Martin, dice que Gabriel Eligio García era un “tegua”. Lamentable equivocación del biógrafo, quien por razón de su oficio se supone, que estaba obligado a consultar fuentes fidedignas y a prescindir de juicios de valor. Tal vez en él influyó la subestimación que Gabo tenía por el oficio de médico homeópata de su padre.

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¿Por qué no es cierta la afirmación de Gerald Martin?. Así hubiese sido un autodidacta, Gabriel Eligio obtuvo su título de médico Homeópata y conforme a las disposiciones legales que reglamentaban en su época el ejercicio de la profesión médica, cumplió a cabalidad con todos los requisitos legales y académicos para poder ejercer la profesión médica. De ahí que la Junta de Títulos Médicos del Departamento del Atlántico, le concedió la licencia para el ejercicio de la medicina homeopática; licencia que fue refrendada, ulteriormente por el Ministerio de Educación, con alcances en todo el territorio Nacional. Por esas paradojas de la vida, García Márquez, ocultó los éxitos profesionales médicos de su padre. Para la muestra un botón: cuando se refiere a la epidemia de la enfermedad del sueño venida de La Guajira, dice que la epidemia se pudo controlar con un cocimiento de la planta denominada Acónito. Lo que no es cierto, porque el Acónito es un arbusto que contiene un principio muy enérgico llamado Aconitina que es un veneno letal. Si lo dicho fuera cierto, las personas víctimas de ésta epidemia, al ingerir este brebaje habrían muerto por envenenamiento. La verdad es que el tratamiento mediante el cual se pudo controlar la epidemia, fue el aplicado por Gabriel Eligio García a base de glóbulos de Acónito a diluciones que no eran tóxicas y sí medicinales, con las cuales pudo obtener los resultados que lo acreditaron a él y a la homeopatía. Lo mismo ocurrió con una epidemia de disentería que Gabriel Eligio García, logró controlar utilizando el método terapéutico homeopático. (…)

García Márquez en su autobiografía dice que su padre abandonó la telegrafía y consagró su talento de autodidacta a la homeopatía, una “ciencia venida a menos”. ¡Que pasmosa equivocación!. La apreciación a la luz de la verdad es errada: la homeopatía por los años de la segunda, tercera y cuarta década del siglo pasado, no afrontaba la supuesta crisis que el Nobel le atribuye. Todo lo contrario, era una ciencia en ascenso frente al fracaso de la medicina oficial en el tratamiento muchas de las enfermedades, en el que el método tradicional pretende suprimir los síntomas, sin tener en cuenta las causas de la enfermedad. (…)

(…) Algo más: por la época en que Gabriel Eligio García abandona su oficio de telegrafista, la homeopatía en la región Caribe estaba aprestigiada con la labor insomne de los médicos homeópatas, Néstor y Francisco Valiente en Cartagena y Barranquilla, quienes habían sido formados en la Escuela Norteamericana y eran seguidores de las enseñanzas del médico Albert Abrams, quien había incursionado en los estudios de lo que hoy se conoce como medicina de la energía o en otros términos, de la medicina homeopática fundamentada en los principios de la física cuántica inspirada en el principio de la similitud que considera que la enfermedad se puede curar reforzando los mecanismos defensivos del cuerpo, con sustancias caracterizadas por sus propiedades energéticas.

Tengamos presente que la medicina en la Universidad de Cartagena por la éstos años, se nutría de las enseñanzas de la Escuela Francesa, que reconocía el valor científico de la homeopatía debido a la permanencia y el apostolado del maestro Samuel Hahnemann y sus discípulos en la “Ciudad Luz”. Lo que pudo obedecer posiblemente a una circunstancia geográfica, pues eran los tiempos en que resultaba más fácil trasladarse de la Costa Atlántica a Francia, que venir Bogotá a cursar estudios en las facultades de medicina. De dónde acá entonces, la afirmación de que la homeopatía era una ciencia venida a menos?. Embustes!, como decía Gabriel Eligio refiriéndose a las mentiras y exageraciones de su primogénito, el Premio Nobel. (…)

Rememorando la vida de Gabriel Eligio García, me imagino qué debió pensar él para abandonar el oficio de telegrafista. Seguramente consideró que la telegrafía era un oficio práctico sin alcances científicos y que la homeopatía era una ciencia; un método terapéutico apoyado en una ley fija de curación; un cuerpo de doctrina médica, una filosofía de la salud, de la enfermedad y de la curación. Su decisión no tenía reverso, su vocación era definitivamente la medicina, así como la vocación de Gabo, era la de ser escritor a cualquier precio. (…)

En sus estudios de medicina - sin haber tenido acceso a una formación clínica-, Gabriel Eligio entendió cabalmente la gran diferencia entre las dos escuelas: la escuela tradicional alopática y la homeopatía. Y entendió que la curación era posible dependiendo del avance de la enfermedad por el método homeopático a través de la reporterización de los síntomas mentales, vinculados a la voluntad, a la afectividad, a los instintos, a las emociones y los síntomas intelectuales. Era nada más y nada menos, que el descubrimiento de la enorme importancia de esta sintomatología, siguiendo las enseñanzas de Hahnemann y de sus discípulos. Gabriel Eligio, atendiendo la importancia del síntoma mental, debió comprender lo dicho por los Griegos en el sentido de que la muerte viene del alma -y agregamos nosotros- que así mismo, la curación y la salud pueden venir del alma y de cómo el inconsciente es el taller donde Dios trabaja, sin que falten quienes crean que es el taller donde también trabajan los demonios.(…)

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Gabo antes que nadie, no podía desconocer la eficacia y bondades del método terapéutico utilizado por su padre en el ejercicio de la medicina. Quienes hayan leído su libro “Vivir para contarla” recordarán que cuando él cursaba sus estudios en Barranquilla, en el Colegio San José, regentado por los Jesuitas, sufrió una grave crisis nerviosa que lo tuvo al borde de la locura, si no hubiese sido por los efectos prodigiosos de un medicamento homeopático que le suministró su padre(…)

Lamentamos de veras que el Nobel no hubiese sido tan acucioso en la investigación de los orígenes, fundamentos científicos y desarrollos de la ciencia médica homeopática, a pesar haber sido testigo, en parte, de la labor médica exitosa de su padre y dada su permanencia en México durante muchos años, país en el que la homeopatía ha logrado avances muy significativos. Si por el contrario hubiese hecho una investigación seriamente conducida sobre la Homeopatía, muy seguramente en lugar del estribillo de que era hijo del telegrafista de Aracataca, habría dicho sin falsas modestias ni atisbos de una supuesta humildad, que era el hijo primogénito de un notable medico Homeópata, orgullo de sus coterráneos y orgullo nuestro por su lucha inquebrantable, por imponer un nuevo método en la ciencia y el arte de curar.

Quiera el supremo hacedor de todas las cosas, que el legado de Gabriel Eligio García, lo recoja Sincé su pueblo natal y le tribute el debido homenaje, perpetuando su memoria, teniendo en cuenta el mérito fundamental de su vida y para que se le recuerde por lo que fue y será siempre para todos nosotros: un notable médico homeópata.

Así lo esperamos después de muchos años de olvido, pero nos fortalece la esperanza de que ese día ha de llegar, y si aún nos parece lejano, nos reconforta la sabiduría proverbial de los pueblos viejos, de que nunca es tan oscura la tierra, como un instante antes del amanecer.

Muchas gracias.

Vea el texto completo acá.

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