El olvido marítimo
Opinión

El olvido marítimo

Mariana Vera presenta “Meridiano 82” donde 82 boyas representan la situación de los pescadores cuando llegan a ese punto donde la marina nicaragüense los rechaza

Por:
agosto 24, 2019
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“Desde el 19 de noviembre de 2012, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) dio a conocer la sentencia de la demanda interpuesta por Nicaragua contra Colombia en 2001, se han creado varias certezas en torno al resultado, a todas luces inconveniente para nuestro país: que el fallo de la Corte es inexplicable por absurdo, que Colombia perdió soberanía sobre 75 mil kilómetros cuadrados de mar Caribe y que los responsables de eso son, dependiendo de quien alegue.” (El Espectador)

Todos los presidentes, desde Carlos Lleras tienen la culpa de algo, el manejo de los expertos fue equivocado o los alegatos jurídicos no fueron los adecuados. Una inexperta en el tema no entiende más que los resultados.

Colombia perdió. Perdió el acceso a los recursos naturales y petrolíferos pero no lo hizo con el archipiélago. Ahora nos interesan los colombianos que viven en Providencia, Son aquellos en los que Mariana Vera ve las consecuencias porque vive entre ellos. Ella busca en la playa y a la deriva, las boyas que llegan a la isla y que vienen de todas partes del mundo.

 

Las boyas son pedazos de objetos marítimos que tienen varias funciones, entre ellas delimitar fronteras como el que nos concierne: meridiano 82 con el paralelo 15 donde se encuentran las aguas profundas y donde langosta vive. Ahí se realizaba pesca de forma industrial de empresas colombianas y los pescadores del archipiélago lo hacían para sobrevivir. Sí en el territorio continental, la ausencia del estado es patética, qué pensar en un mundo mágico caribe de colombianos olvidados en la geografía, ¿qué puede un pescador de una isla pedir en reclamo?

La vida se deteriora entre acuerdos internacionales pero los habitantes del universo Caribe sufren las consecuencias, quedan perdidos a lo lejos de mar. Allá donde la salud hasta la educación son temas precarios en sus vidas. Donde la vida es otra y el mar era un aliado.

La instalación de Mariana Vera se encuentra en expuesta en la Candelaria en una casa de la colonia en el número 3-33. No en San Felipe, el barrio de las propuestas contemporáneas.

 

El título es precisamente “Meridiano 82” donde  82 boyas representan  la situación que viven los pescadores cuando llegan a ese punto donde la marina nicaragüense los rechaza armados en bota del  límite. Ese mar de ellos que era su aliado, de repente ya no les pertenece. Ellos también están desplazados y amenazados. Mariana Vera cree que las consecuencias provienen de la entrega de 75 mil kilómetros cuadrados que el gobierno anterior entregó a Nicaragua.

Cada una de las boyas que recoge en el deterioro extremo del tiempo en el mar, las limpia hasta el cansancio y después las pinta y las cuelga con hilo de pescar en el techo para desafiar la gravedad. Las cuelga mientras sigue  un orden arbitrario en el manejo del espacio. Las formas, el color y la distribución en el lugar no responde a que las boyas son distintas y responde al movimiento de un eco del Caribe.

Solo pude ver la mitad de la instalación porque la casa se encuentra arrendada a una empresa que interrumpió su lectura e irrespetó su mundo. Las boyas quedaron a la deriva de espejos y colores verdes. Aparece otra vez el paradigma. mientras quedó también silenciado su S.O.S para un mundo sin contexto donde ya las islas son restos de plástico contaminado.

El título es precisamente “Meridiano 82” donde  82 boyas representan  la situación que viven los pescadores cuando llegan a ese punto donde la marina nicaragüense los rechaza armados en bota del  límite. Ese mar de ellos que era su aliado, de repente ya no les pertenece. Ellos también están desplazados y amenazados. Mariana Vera cree que las consecuencias provienen de la entrega de 75 mil kilómetros cuadrados que el gobierno anterior entregó a Nicaragua.

Cada una de las boyas que recoge en el deterioro extremo del tiempo en el mar, las limpia hasta el cansancio y después las pinta y las cuelga con hilo de pescar en el techo para desafiar la gravedad. Las cuelga mientras sigue  un orden arbitrario en el manejo del espacio. Las formas, el color y la distribución en el lugar no responde a que las boyas son distintas y responde al movimiento de un eco del Caribe.

Solo pude ver la mitad de la instalación porque la casa se encuentra arrendada a una empresa que interrumpió su lectura e irrespetó su mundo. Las boyas quedaron a la deriva de espejos y colores verdes. Aparece otra vez el paradigma. mientras quedó también silenciado su S.O.S para un mundo sin contexto donde ya las islas son restos de plástico contaminado.

 

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