Las manos libres
Opinión

Las manos libres

Al amarrar nuestras manos a un celular, hemos perdido la capacidad de transformar el mundo que nos rodea

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agosto 25, 2019
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Al erguirse, los ancestros del hombre reclamaron su primera libertad. La denominada bipedestación (en otras palabras, caminar en dos patas) trajo consigo la emancipación más significativa. Al ponerse en pie, la bestia renunciaba a su propia animalidad: sus manos se liberaron del suelo. De esta forma, el humano -en ciernes- empezó a desarrollar rudimentarias herramientas de piedra y pudo, por fin, alcanzar la gran causa prometeica de controlar el fuego.  Esto conllevó a que cambiara su dieta y por ende la fisionomía y tamaño de su cerebro; transformándose así y para siempre en el más sofisticado organismo del planeta. Un cazador implacable. Un depredador voraz.

Así lo cuenta, en su enciclopédica y majestuosa obra “Ideas”, el historiador Peter Watson, al referirse a una de las muchas teorías que buscan determinar el momento, lugar o atributo que llevó al despuntar del hombre. En efecto, Watson revela que el caminar erguido también permitió que la laringe descendiera por la garganta y se pudieran producir sonidos más elaborados (consonantes y vocales); lo que sumado al cambio de dieta (de duros vegetales por blandas y cocinadas carnes) hizo que la lengua se convirtiera en un instrumento más delicado y sutil, y como consecuencia de lo anterior, “habláramos”. Al mejorar la comunicación, se mejoraron las estrategias de cooperación: la manada se hizo tribu.  Aunque el autor aclara  que la anterior es simplemente una tesis evolutiva  y que podría refutarse, es preferible,  por su belleza y decoro frente a otras más prosaicas y áridas.

Sin embargo, lo que más llama la atención de esta teoría, es que, por efecto de la bipedestación, el simple gesto de erguirse y liberar las manos de la tiranía del suelo, permitiera que el hombre hallara en ellas la plataforma física ideal para la transformación del mundo que lo rodeaba. La creación de herramientas rudimentarias es simplemente un antecedente de las artes, la escritura, del abrazo; y por supuesto, del ascenso de la civilización humana. Nuestros ancestros africanos señalaron con sus manos libres las generosas constelaciones que adornaban las noches y que luego se convertirían en deidades de todo tipo, origen y tragedia.  Un hombre de manos libres es una criatura sensible y capaz de concebir maravillas y monumentos, de tallar colmillos y tocar pianos, de comprender el dolor ajeno y tratar de aliviarlo con el tacto amoroso. Por esto, en los días aciagos de la historia, a los esclavos se les encadenaban las mano; como formula indefectible de menguar su propia humanidad.

 

 

La enfermiza relación que se tienen con los teléfonos inteligentes,
ha implicado cierto regreso y un grave atraso

 

Resulta paradójico que después de que el hombre construyera navíos que los llevaron a conquistar el mundo y a sus bestias imaginarias; escribiera epopeyas de reyes perdidos que solo hallaron sosiego en la amistad y; que pudiera comprender la nostalgia y la zozobra al componer una sinfonía, por su propia voluntad vuelva a perder la libertad de sus manos. Sin duda, la nueva cadena y guillotina, es la pantalla del teléfono, que como cualquier verdugo, encierra y oscurece; incluso al mejor de los hombres. Vale la pena considerar que la enfermiza relación que se tienen con los teléfonos inteligentes, ha implicado cierto regreso y un grave atraso. Retrocedimos por querer avanzar a pasos de gigantes.

No obstante, lo más preocupante es que al amarrar nuestras manos a un celular, hemos perdido la capacidad de transformar el mundo que nos  rodea. (Su principal virtud y consuelo). Por mantenernos hipnotizados ante esos espejos distorsionados, ya ni siquiera hablamos entre nosotros; nuestras familias almuerzan mudas mientras “revisan” lo que está pasando en el mundo mientras el mundo pasa ante ellos. Un algoritmo escoge que votemos por villanos y payasos  que quieren extinguirnos de la faz de la tierra, y acariciamos parejas inventadas e inciertas a través de aplicaciones que nos cobran por querer querer al otro. Preferimos la pantalla y los seres mentirosos, hipócritas y agresivos que las habitan. Les llaman redes sociales, y no mienten, son trampas de captura de descuidados que construyen sociedades de uno solo. Disfuncionales, peligrosas y egoístas.

Hoy el hombre volvió a tener cuatro patas, camina encorvado, mudo y solitario, pronto volveremos a habitar los árboles; si es que acaso queda alguno.

@CamiloFidel

Por mantenernos hipnotizados ante esos espejos distorsionados, ya ni siquiera hablamos entre nosotros

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