El oficio de denigrar de los maestros
Opinión

El oficio de denigrar de los maestros

Los males de nuestra educación no son responsabilidad exclusiva de los maestros. El muerto no hay que buscarlo rio arriba

Por:
mayo 09, 2016
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Forma parte de nuestra idiosincrasia hablar mal de los maestros, ridiculizarlos, satirizarlos, convertirlos en una caricatura. Son personajes preferidos del bueno y del mal humor: por sus modales, por su ignorancia, por su pobreza, por no saber responder todas las preguntas que Juanito les hace. Basta recordar la Escuelita de Doña Rita de los años 60, y hasta hace poco  al profesor Girafales.

Sobre los maestros se han construido prejuicios, imaginarios sociales y verdades a medias, que son las peores mentiras: son un partida de sindicalistas, viven más en  paro que enseñando,  solo piensan en su bienestar y en mejorar su salario, son los principales responsables de la mala calidad de la educación pública, están pesimamente formados, trabajan medio día, se preocupan solo por enseñar pero no por educar, y una larga y variopinta lista de señalamientos que tienen como denominador común convertirlos en los chivos expiatorios de los males que padecemos. Una educación  que ha sido dirigida y orientada por otros, por ministros que en su vida han estado al frente de un grupo de alumnos o han ejercido el difícil oficio de enseñar y educar. Economistas, abogados, administradores de empresas que no tienen ni idea de la educación.

Como en toda profesión hay maestros muy  buenos, buenos, mediocres y muy malos, pero de lo que no cabe duda es que la mayoría de los maestros han cumplido con su papel de educadores.  No de otra manera se explica que este país haya logrado mejoras sustanciales en su educación y que millones de colombianos hayan logrado salir avante gracias a la educación. Detrás de todo este “éxito” hay un maestro.

Lo que ha faltado en Colombia es una política que reconozca, en todos los órdenes, el papel de los docentes, que dedique las mejores energías a su bienestar, a su formación y a su desempeño profesional.

 

Finlandia han convertido la profesión docente en una de las más atractivas,
con mayor prestigio social y mejor pagadas.
Sus resultados saltan a la vista

 

La sociedad colombiana está en deuda con los maestros. Sociedades como Finlandia han convertido la profesión docente en una de las más atractivas, con mayor prestigio social y mejor pagadas. Allí no cualquiera puede ser maestro, realizan una rigurosa selección de sus docentes, quienes gozan de la protección y apoyo del Estado. Sus resultados educativos saltan a la vista.

Los males que padece nuestra educación, especialmente los relacionados con su baja calidad no son responsabilidad exclusiva de los maestros. El muerto no hay que buscarlo rio arriba. La responsabilidad es de la institución educativa que hemos creado. Un sistema educativo público pobre y para pobres. En la inequidad que produce una educación privada para los que la puedan pagar y otra pública para los demás, donde también hay pilos, como en todo, de los cuales nos ocupamos para hacer propaganda, pero nos desentendemos de la inmensa mayoría que están por fuera de los 25.000 afortunados.

Un buen ejemplo de la manera como se denigra de los maestros, se atenta  contra su profesión y se desconoce su labor social y educativa es la siguiente carta, que no es de un niño suicida, sino escrita por un educador que durante largos años ha tenido la responsabilidad de dirigir un programa en el cual se han educado más de 10.000 niños y centenares de educadores han estado bajo su dirección y orientación. Juzguen ustedes.

 

Despreciados maestros y padres:

Mis pensamientos solo giran en torno al suicidio y la manera como podría llevarlo a cabo.

De un tiempo para acá siento que estoy pasando por los peores momentos y días de mi vida: voy a cumplir 15 años y nunca me había sentido tan mal. Mis pensamientos solo giran en torno al suicidio y la manera como podría llevarlo a cabo. (…)

Todo el tiempo mis maestros me recuerdan que no sirvo para nada y debe ser así, pues la mayoría de trabajos y tareas que presento siempre les parecen insuficientes. Lo más seguro es que pierda el año como ya lo pronosticaron algunos maestros y eso que apenas estamos comenzando. Todo el tiempo me repito a mí mismo que sería mejor tener una vida en el más allá que acá.

Lo que los maestros dicen es lo mismo que escucho todos los días en la casa, pues mis padres siempre confían y le creen al maestro, por esto ya no quiero estar en ella. Es más de lo mismo. Estoy sufriendo: el colegio me genera mucha angustia, ya no es un secreto que voy pésimo, los maestros ni nadie ve algo positivo en mí.

No me tratan como considero que debería ser tratado. Debería haber un derecho que diga que los niños, niñas y jóvenes deberíamos recibir buen trato y ser tratados correctamente y sí existiera, pues, deberían aplicarlo para todos, incluso para los que no servimos para nada.

Antes, ir al colegio era mi mayor felicidad; hoy, cuando me levanto a las 5:30 a.m. para ir al colegio, empiezo a sentir ese miedo y esa angustia que se apoderan de mí. Después de un rato trato de tranquilizarme, pero a las 3:00 p. m.hora de la muerte de Jesús la misma en la que debo volver a la casa, me empieza nuevamente esa sensación de la mañana.

Les prometo que he tratado de cumplir con mis deberes escolares, pero el resultado siempre es el mismo: pésimas notas, pues a nadie le gusta lo que yo hago o propongo, no encajo en este sistema y todo el tiempo me lo recuerdan. Mis saberes y actitudes no encajan en este mundo. Me cansé de ser insuficiente.

Por otra parte, confieso que los únicos seres vivos que me aprecian en este mundo son mis amigos, pues no les importan mis calificaciones, me valoran como soy y lo que soy, razón por la que los echaré de menos. Como ellos no pueden calificarme para que mis maestros y padres me valoren, le digo adiós a este mundo, todo se va a la mierda.

* Esta carta, basada en hechos reales, podría ser escrita por cualquier estudiante que padece una situación parecida a la descrita anteriormente.

Posdata: Si esta carta la hubiera escrito un niño o adolescente suicida lloraría amargamente nuestra impotencia frente a tamaño drama, pero como sé que fue escrita por un educador no puedo menos que indignarme e intentar expresarlo.Ver carta adjunta

 

 

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