El mundo y la sociedad como los conocíamos han dejado de existir

El mundo y la sociedad como los conocíamos han dejado de existir

Algunas consideraciones desde la cuarentena por el COVID-19

Por: Jhonathan Leonel Sánchez Becerra - Historiador
abril 23, 2020
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El mundo y la sociedad como los conocíamos han dejado de existir
Foto: Pixabay

Las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos alrededor del mundo, tras conocerse la diseminación del coronavirus y la crisis del modelo económico capitalista alrededor del mundo a causa de la caída del precio del petróleo, exigen de nosotros la generación de un tipo de conciencia individual y colectiva que nos permita salir de la manipulación mediática y valorar lo que es esencial para la reinvención de la sociedad, esta vez en clave de humanidad.

Afrontamos hoy como especie las consecuencias de haber causado a partir del siglo XVIII, la sobreexplotación industrial de los recursos naturales, la ruptura del equilibrio biológico del planeta con el desarrollo de la ciencia médica europea y el rechazo religioso al uso de los métodos anticonceptivos que originaron la sobrepoblación mundial, para mencionar a grandes rasgos, algunos de los antecedentes.

Debemos reconocer que nos hemos equivocado, que los principios materiales y espirituales heredados de la modernidad y transmitidos por generaciones, son erróneos.

Ante este panorama apocalíptico, la educación, la cultura y las artes en general recobran su importancia como instrumentos para moldear la conducta, el comportamiento y la actitud de los individuos, en correspondencia con las necesidades del “nuevo” orden global.

La posibilidad del contagio con el virus ha producido contrario a todos los pronósticos negativos, un sin número de efectos positivos al poner en evidencia la realidad descaradamente invisibilizada, para el caso colombiano, detrás del epíteto cínico de ser “el país más feliz del mundo”.

Ante las circunstancias de lo que podríamos denominar “un arresto domiciliario”: prohibir, limitar o implementar, por ejemplo, la movilidad de las personas, las normas de urbanidad e higiene, el uso y la transformación de la técnica y la tecnología para la educación, el trabajo y otras actividades cotidianas que afectan los modelos de producción y la economía. Se abren un sin fin de posibilidades para un nuevo comienzo.

Al poner en tela de juicio nuestras relaciones interpersonales, con el medio ambiente, la biodiversidad del planeta y la ecología: caen por su propio peso; la promesa del modelo económico capitalista como medio para mejorar la calidad de vida de las personas; el consumo de bienes y servicios; el papel del Estado como garante de derechos y administrador de justicia; la capacidad del sistema privado de seguridad social, salud y pensiones y, el cubrimiento de los programas de protección social.

Se hace urgente la sustitución de la explotación petrolera y demás recursos minerales no renovables por energías limpias: la tecnificación del campo para la producción agrícola y la seguridad alimentaria de los pueblos; la distribución de la tierra y la redistribución de la riqueza pública concentrada en el Estado, y las creencias religiosas y su negoció de la fe.

Se ha consolidado una atmósfera de reflexión en el marco de la cuarentena obligatoria, en torno a los aspectos fundamentales para las comunidades que el ruido de las noticias cotidianas que versaban de guerra, fútbol y farándula, habían dejado rezagados de su verdadera importancia.

Han aflorado también dos de los extremos más naturales de la condición humana, el hambre y la solidaridad, quedando por demás en evidencia que es más efectiva la comunicación directa y personal con Dios, cualquiera que sea nuestra idea de él, sin necesidad de grandes espacios, tiempos o intermediarios especiales.

Como se ha demostrado hasta aquí, podemos declarar sin temor a dudas, que el mundo y la sociedad como los conocíamos han dejado de existir.

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