Fernanda Trías vuelve a confirmar lo que muchos críticos ya intuían: que su literatura tiene la rara capacidad de crear mundos que respiran, se pudren y florecen al mismo tiempo. La escritora uruguaya, radicada en Colombia, acaba de ganar el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2025 con su más reciente novela, El monte de las furias (Random House), una obra que la consolida como una de las voces más sólidas y originales de la narrativa latinoamericana contemporánea.
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El reconocimiento, entregado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, llega por segunda vez a sus manos. Ya lo había recibido en 2021 por Mugre rosa, una distopía ecológica que la proyectó internacionalmente. Ahora, cuatro años después, Trías se adentra en un universo igual de perturbador, aunque más íntimo, más terroso. En El monte de las furias, la naturaleza, la muerte y el deseo se entrelazan en una historia que parece susurrada desde las entrañas de una montaña.
La protagonista es una mujer que vive aislada, encargada de cuidar los límites de una finca en la ladera. Su vida transcurre entre la niebla, los sonidos de la cantera y la memoria de una madre brutal. Hasta que un día, entre el follaje húmedo, aparece un cuerpo. Luego otro. Y otro. La novela sigue ese espiral de misterio y violencia con un ritmo hipnótico, donde la rutina se confunde con la locura y el paisaje se convierte en un personaje más.
Trías no narra desde el artificio, sino desde la tierra. Su prosa —afinada, precisa, profundamente sensorial— logra que el lector huela el barro, escuche los insectos y sienta el peso de las palas cavando la tierra. La autora recupera la tradición narrativa latinoamericana, pero la reconfigura con una mirada femenina y contemporánea. En su escritura hay ecos del realismo mágico, sí, pero depurados por una voz que ya no busca el mito sino la herida, que no inventa lo sobrenatural, sino que lo encuentra en la materia viva del mundo.
El jurado del premio destacó justamente esa capacidad de Trías para “conciliar las genealogías femeninas con la invisibilización del trabajo, la ruina de lo urbano con la añoranza del mundo rural, el gozo de la soledad con la pulsión del deseo”. En El monte de las furias, todo está contaminado por la vida y por la muerte, pero nada se presenta como un drama. La violencia es orgánica, inevitable, como si la montaña misma la dictara.
No es una novela complaciente. Hay crudeza, desasosiego y belleza en igual medida. Las escenas —una pala hundiéndose en la tierra, un cuerpo cubierto de polvo, una jauría ladrando a la distancia— dejan una sensación de inquietud que permanece incluso después de cerrar el libro. Pero también hay ternura: en el cuidado de los detalles, en la manera en que la narradora observa la montaña como si fuera una extensión de sí misma.
Fernanda Trías (Montevideo, 1976) ha construido una trayectoria literaria coherente y potente. Ha publicado La azotea, La ciudad invencible, No soñarás flores y Mugre rosa, y sus obras se han traducido a más de quince lenguas. Su estilo se reconoce por esa mezcla de lirismo y rigor, por su capacidad de tocar lo más oscuro del ser humano sin perder la poesía. Esta recién obra, da un paso más allá y convierte la violencia y la soledad en materia literaria viva, casi orgánica.
El monte de las furias es una experiencia sensorial, profunda y a veces incómoda, que obliga a mirar hacia dentro. Una novela que demuestra que la furia puede ser también una forma de amor, y que en el silencio de la montaña todavía late una voz dispuesta a contarlo todo.
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