El millonario oftalmólogo dueño del caballo de paso fino más caro de Colombia

Nacido en Antioquia y con más de 1.800 crías registradas, este semental es hoy el ejemplar más caro del país y pertenece a un médico colombiano radicado en México

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diciembre 27, 2025
El millonario oftalmólogo dueño del caballo de paso fino más caro de Colombia

En el mundo de la equitación colombiana, “Dulce Sueño de Lusitania” no es apenas un nombre más en un catálogo de ganadería. Es una pieza central de ese universo donde la mezcla de genética, tradición y dinero se escribe en cifras que para muchos resultan inimaginables. Este caballo de paso fino, nacido en Sonsón, Antioquia, se ha convertido en una especie de leyenda viviente nacional, tanto por su valor económico como por la huella que ha dejado en la evolución de su raza.

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El valor que hoy se le atribuye a Dulce Sueño ronda los cinco mil millones de pesos, una cifra que lo sitúa como el caballo más caro de Colombia. Esa suma, más allá de un precio de mercado, refleja décadas de selección, entrenamiento, registros genealógicos y la manera como su linaje ha transformado la concepción del caballo de paso fino en el país.

El origen de este ejemplar habla de la profunda relación que hay entre criadores y animales. Nació en el seno del Criadero Lusitania, propiedad de Darío Chica Arias, un hombre dedicado a la doma y al entrenamiento de equinos. Chica recuerda los primeros pasos de Dulce Sueño como los de un potro con un temperamento vigoroso, más cercano al trote que al andar fino que luego lo haría célebre. Esa transición, lenta y exigente, fue producto de meses de paciencia y trabajo para transformar ese brío inicial en un paso que hoy se considera prácticamente perfecto para la disciplina.

Aunque los inicios no anticipaban la trayectoria que vendría, Dulce Sueño fue ganándose un lugar en competencias y en los registros de la raza. Su desempeño en pista y su valor como reproductor empezaron a destacarse, y con el tiempo su genética se volvió extremadamente demandada. Actualmente se le reconoce como uno de los principales reproductores del paso fino colombiano, con más de 1.800 descendientes registrados que continúan su línea y prestigio en criaderos del país y fuera de él.

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Foto: Criadero La Marqueza

La transición de manos entre criadores también marcó un punto crucial en su historia. En 2013, Dulce Sueño pasó a ser propiedad de Manuel Vejarano, un médico oftalmólogo colombiano radicado en México, dueño-heredero del Criadero La Marqueza, quien ya tenía un interés profundo en la genética del paso fino antes de adquirirlo. Vejarano vio en ese ejemplar no solo un caballo admirable, sino un pilar para la evolución de su propio proyecto de crianza. Antes de cerrar el negocio, Vejarano, como buen conocedor de estos animales, estudió su genética y decidió que aquella inversión valía la pena. No se equivocó.

Desde entonces, Vejarano ha sido el responsable de mantener a Dulce Sueño en condiciones óptimas, consciente de que más allá del dinero invertido, su valor radica en lo que ha representado para la raza. El caballo no solo se ha mantenido en los primeros lugares de los rankings de la Federación Colombiana de Asociaciones Equinas (Fedequinas) durante más de una década, sino que ha sido reconocido internacionalmente en múltiples eventos y competencias, donde su estirpe ha sido destacada repetidamente.

La trascendencia de este ejemplar se mide también en términos de legado. Cuatro de los cinco caballos más caros vendidos en la historia de la raza en Colombia son descendientes directos de Dulce Sueño, con precios que superan ampliamente el millón de dólares. Esa influencia no solo reafirma su importancia genética, sino que subraya cómo un solo animal puede llegar a definir tendencias en los mercados más exclusivos del mundo equino.

El impacto de Dulce Sueño va más allá de su figura. Sus “pajillas” de semen, como se conoce al material genético que se comercializa para la reproducción, se cotizan en cifras altas y son un insumo codiciado entre criadores que buscan perpetuar o mejorar sus propias líneas de caballos. Ese comercio, junto con los costos de mantenimiento y cuidado de un animal de alta genética —que pueden superar los medios millón de pesos mensuales solo en alimentación y servicios especializados—, dibuja un perfil donde la pasión por la equitación se encuentra con un negocio verdaderamente costoso.

Hoy, a sus más de veintiséis años, Dulce Sueño de Lusitania sigue siendo mucho más que un caballo. Es una referencia, un estándar y, de algún modo, un símbolo del paso fino colombiano. Su historia es la de un potro que desafió expectativas, la de un criador que apostó por su potencial y la de un propietario que creyó que un animal podía ser más que un activo valioso: podía ser el punto de partida de una nueva forma de entender la genética en el campo ecuestre nacional.

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