El juego de los discursos: decir lo que el pueblo quiere oír y hacer lo contrario

El juego de los discursos: decir lo que el pueblo quiere oír y hacer lo contrario

Pragmático es contrario a dogmático. Este trata de seguir su ideología como si fuera verdad revelada y quiere convertir la realidad en una copia de su ideología

Por: Remberto Quintero
enero 27, 2022
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El juego de los discursos: decir lo que el pueblo quiere oír y hacer lo contrario
Foto: Pixabay

Mi amigo Atilano, otra vez me acomete con sus inquietudes, inquiriéndome sobre las posiciones ideológicas de los aspirantes al solio presidencial, en el sentido de ¿por qué indistintamente la mayoría de ellos utilizan, casi siempre, idénticos postulados ideológicos en sus programas de gobierno y algunos acogen los planteamientos de los otros, sin ningún recato, a pesar de haberlos criticados?

Mi más caro amigo Atilano, siempre lleno de hesitaciones, me permito tratar de absolver este interesante tema, sin la intención de poseer la verdad absoluta, ya que hoy lo que existen son verdades a medias, pero como yo no trago entero como decía el Cófrade Alfonso Palacios Rudas, te haré un repaso sobre algunas consideraciones al respecto, para que medites, reflexiones y saques tus propias conclusiones de acuerdo a tu sindéresis, pidiéndote disculpas por lo extenso del mismo.

El pragmatismo es de origen anglosajón, y como tal se denomina al tipo de actitud y pensamiento según lo cual lo verdadero es lo útil y todo aquello que tiene un valor practico para la vida.

Es decir, que el pragmatismo es una forma de actuar, conducirse o tomar decisiones, según la cual el único criterio valido para juzgar la validez o verdad de cualquier acción es considerar sus efectos prácticos.

En este sentido, para los políticos pragmáticos lo que cuenta es lo funcional. De allí que prescindan de ideologías definitivas o dogmáticas, y opten por hacer aquello que parece más conveniente de acuerdo a las circunstancias.

Por ello, ser pragmático será algo así como lo contrario a ser dogmático. Un dogmático trata de seguir su ideología como si fuese la verdad revelada e intenta convertir la realidad en una copia de su ideología.

El pragmático puede tener las mismas ideas, pero no trata de cambiar la realidad más que en aquello que es posible, se adapta a la realidad y al ritmo de las cosas.

Por eso, con frecuencia suele decirse que los políticos traicionaron su ideología, pero lo cierto es que una cosa es opinar sobre algo y otra es estar dirigiendo los destinos de un Estado y tratar de hacer las cosas con los medios disponibles y con los obstáculos que se presentan. En otras palabras, como decía el Florentino Maquiavelo: "El fin justifica los medios".

En el mundo, los regímenes políticos han tenido que transformar sus posiciones por que las circunstancias cambian a cada instante y el mundo gira cada hora, viéndose abocados a recurrir a medidas diametralmente opuestas a sus dogmas.

El liberalismo manchesteriano que creó el Estado de Derecho y que reclama la mínima intervención del Estado en la economía, a partir de la primera posguerra se vio en la imperiosa necesidad de acudir a lo pregonado en la revolución mexicana, la bolchevique, los postulados democráticos del New Deal y en la Constitución Alemana de Weimar, en lo atinente al Estado de Bienestar, que comprende al término inglés welfare state y que acertadamente T.H. Marshall define como una combinación especial de la democracia, el bienestar social y el capitalismo, teniendo al hombre como el eje central de sus doctrinas sociales.

Esta simbiosis es desarrollada por las constituciones de extirpe liberal, como la española posfranquista de 1978, que fue la guía fundamental en que se apoyaron nuestros delegados de la ANC, para implementar el contenido ideológico de la Constitución de 1991, en la cual la palabra que más se utilizó en el proceso de redacción de la Constitución fue la de consenso, tratando de evitar la triste tradición republicana de "Constitución de Partido", que había jalonado especialmente el siglo XIX.

Aquellos criterios que suscitaban mayor dificultad en el plano de los dogmas, fueron redactados de tal forma que pudieran ser aceptadas por las diversas fuerzas políticas. Esta es la razón de la cierta ambigüedad que se pueden encontrar en algunos artículos, quedando como Estado social de derecho.

En la otra orilla, el de los regímenes comunistas, que tampoco han sido refractarios a estos sincretismos ideológicos, adoptando principios capitalistas para hacer más llevadera la situación que reclaman transformaciones urgentes.

Sistemas como la extinta URSS sufrieron revaluaciones en su radicalismo stanilista a través del proceso del líder Gorbachov mediante la implementación de sus programas de glasnost (transparencia), perestroika (reestructuración política, reformas económicas) y uskoréniye (aceleramiento del desarrollo económico).

En la China de Mao Tse Tung, que a través de su revolución cultural sumió al país en el aislamiento cultural y la satanización política, gracias a la figura de Deng Xiaoping, con sus tesis modernizantes, sentó a inicios de los años 70 los primeros pilotes del puente entre la China tradicional y la China del siglo XXI, a través de frases simples y sabias:

"No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones" y "la verdad está en los hechos", convirtiendo a China en una de las principales potencias del orbe.

En este mismo camino transita la isla de Cuba, que está abriendo sus fronteras en forma paulatina a ciertas concepciones de matices capitalistas y que redunden en favor de sus ciudadanos que hoy gozan de salud y educación pero claman por otras libertades que les han sido negadas por régimen castrista.

En el plano local, estas combinaciones ideológicas no han sido ajenas del todo. Las encontramos en la Revolución en marcha de Alfonso López Pumarejo, en las políticas agrarias de Lleras Restrepo y en el malogrado salto social de Ernesto Samper Pizano.

Aquí el problema del pragmatismo radica en que a veces se pierde la visión de lo que se quiere hacer, dejándose arrastrar por la realidad circundante, olvidándose y desistiendo de mejorarla.

Esto suele suceder a políticos con ideologías demasiado marcadas que al llegar al poder no las siguen porque simplemente no pueden. A estos políticos se les suele acusar de demagogos o populistas, es decir, que dicen lo que la gente quiere oír, pero hacen lo contrario.

En síntesis, aquí hay material suficiente para discernir y comprender las propuestas y las alianzas de los aspirantes a la primera magistratura de la república: "muchos son los llamados, pero pocos los elegidos".

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