El infierno en la 'sucursal del cielo'

El infierno en la 'sucursal del cielo'

Siento cierta fascinación por “los locos”, creo que los "normales" sufrimos más que ellos que viven su enajenada existencia alejados del consumo que nos consume

Por: Germán Peña Córdoba
marzo 27, 2025
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El infierno en la 'sucursal del cielo'
Fotos: Alcaldía de Cali

Los muertos que caminan

Santiago de Cali, "la sucursal del cielo", no solo es la capital mundial de la salsa, la capital colombiana del deporte, no solo es rumba, fiesta y goce, Cali también tiene infierno propio.

La ciudad de Cali es una urbe de notables contrastes: así como existen barrios elegantes, construcciones modernas y edificaciones inteligentes, existen guetos inexpugnables, ubicados en el pleno corazón de la ciudad, donde abundan los habitantes en situación de calle. Son sitios vedados a cualquier autoridad que se atreva incursionar en él; son territorios liberados del formalismo social, malolientes, deprimidos cuya cotidianeidad es un verdadero infierno.

Sé que este no es un fenómeno exclusivo de la cuidad de Santiago de Cali, los contrastes urbanos existen en todas partes y se dan debido a la laxitud en las normas, cuando debería ser, una draconiana planificación urbana. La zona del Calvario, San Pascual y el barrio Sucre, son fieles exponentes de como existen en Santiago de Cali, sectores centrales, muy similares al extinto "Cartucho" Bogotano.

El contraste entre lo ruinoso y lo elegante, es un fenómeno recurrente y viene de la mano de una sociedad estratificada e indolente, donde las partes se devoran entre sí, y el odio visceral de clases ha normalizado una vergonzante inequidad social. Cientos de adictos son muertos que caminan, cerca de 8.000 enfermos conforman hoy una problemática de salud pública aterradora, más sin embargo no son tratados como tal, sino como seres despreciables, lacras que han hecho de su disoluta vida una miseria.

Cada uno de ellos tiene un pasado cargado de historias muy tristes, que provienen de familias disfuncionales, fracasos matrimoniales y el alcohol socialmente aceptado. El alcohol actúa como la efectiva plataforma desde donde el adicto se lanza para caer en el consumo de drogas mucho más duras como el bazuco, el pegante, el “Crack” y la heroína. Son muchos los casos que encontramos en el territorio. El siguiente es uno de ellos.

El caso de Willian "caliche"

Willian Martínez conocido como "Caliche" fue un cerrajero exitoso en la llamada "Olla" sector de San Pascual y Sucre; muy conocido también en los barrios Alameda, Bretaña y Junín. Willian, un muchacho de mediana estatura, atlético y dueño de una espesa barba que le proporcionaba un aire de intelectualidad, tenía la dentadura completa: todas las piezas dentales genuinas, blancas y uniformes. Estas características físicas en su conjunto lo hacían un joven atractivo para el sexo opuesto. Por fuera de su uniforme de operario de la industria metálica, vestía impecable, era un gran conquistador de bellas mujeres y un buen amigo de sus amigos; llegó a trabajar en acreditados talleres de cerrajería, entre ellos "Metálicas Duque" de propiedad de Don Roberto Duque.

Allí, por muchos años fabricó puertas, marcos, ventanas, rejas, estructuras de techos y estructuras metálicas, que hoy se encuentran instaladas en múltiples edificaciones de la ciudad y son testigos mudos de su enorme trabajo; pero como en la canción Juan Albañil de Cheo Feliciano: "el edificio que ayudaste a construir hoy no te dejan entrar".

“Caliche” era alegre, buen bailador de salsa y chistoso, pero esas cualidades que lo hacían carismático, fueron desapareciendo, absorbidas por los cambios físicos y mentales que trae consigo el consumo ilimitado de droga. Por cosas de la vida, decepciones amorosas, separaciones matrimoniales y el desdén de sus hijos para con él, tomo el camino equivocado. Willian comenzó a navegar en las tinieblas del vicio, auto flagelándose y estropeándose contra las corrientes turbias de la adicción. Primero se hizo alcohólico y fumador, poco a poco sus adicciones fueron avanzando, hasta superarlo en cuerpo y mente. No hubo retorno, necesitaba constantemente evadir la cruda realidad, quería acceder al agujero negro y circular por túneles que no tienen final. No tenía Willian, la posibilidad de ver la luz, pues su cuerpo le pedía más y más ¡Nada lo satisfacía, ni nada lo detenía!

"Caliche" necesitó complementar su adicción al alcohol y seguir con "el Diablo"; así se le llama al bazuco, mortal sustancia base de la coca, es el ripio que queda del proceso de refinación de la Cocaína, el raspado de la olla que se torna color sepia. Cuando esta droga se convierte en tragedia, se apodera del adicto y lo posee, lo atrapa y lo persigue hasta acabar con su vida. El "Diablo" es una sustancia sumamente adictiva, que combina muy bien con las orgías sexuales y es inherente a la degradación del ser humano, pues lo conduce a cometer actos indebidos, como el robo y toda clase de atrocidades y desmanes que la persona comete bajo sus efectos o bajo el síndrome de abstinencia. Con esta droga no existen reglas ni formalidades, todas son violadas bajo su mortal efecto.

El adicto al dejar de producir, cae en una pobreza monetaria absoluta, que lo lleva a la indigencia y para saciar su adicción necesariamente tiene que robar o incluso matar, para conseguir unos gramos más y así calmar el desesperado llamado que su cuerpo habituado le exige. El poseído se da contra el piso y lo abandona todo, descuida su aspecto personal y laboral, vive para consumir la sustancia y así satisfacer al monstruo que lleva en sus entrañas. El adicto no es un degenerado, no es un irresponsable, es un enfermo mental atrapado en el espiral endemoniado de la droga.

Willian empezó con el bazuco, fumándolo en "pistolo" o sea la base de la coca en una combinación con ripio de tabaco o, a veces, lo fumaba como "maduro con queso", esto es, la base de coca con marihuana. No suficiente con todo lo anterior Willian empezó a fumar "pipa" o "Crak": es el bazuco quemado y aspirado dentro de una mugrienta pipa que va de mano en mano de múltiples adictos, produciendo un solo “fuetazo" que los paraliza y los lleva a una momentánea quietud, la mirada fija y a un asombro inusitado que los hace ver irrealidades y sufrir delirios de persecución. Es por eso que en lenguaje vernáculo lo llaman "El Susto".

Después de muchos años de consumir alcohol, bazuco "crack" y marihuana, William incursionó en el mundo de "La H", así se llama la heroína en el sórdido mundo de La Olla. Caliche atracó en este puerto que fue su final en una larga carrera de adicciones. Permanecía sucio, olía a los mil demonios, barbado y descalzo. Ya había perdido sus otrora blancos y alineados dientes, el pelo caído y su rostro surcado por profundas y prematuras arrugas, donde el polvo y la mugre anidaban al haber escogido pernoctar plácidamente en ellas. Pero al perdido en el vicio no le falta su ángel, su oportunidad, a Willian se le apareció la virgen: uno de sus tres hijos transitaba casualmente en su vehículo de alta gama por la calle12 con carrera 13 de Cali y vio a su padre tirado en el piso tiritando de frío, se conmovió de su lamentable estado y quiso hacer algo por él. Willian lo había abandonado cuando era tan solo un niño.

Augusto, su hijo, lo recogió, lo sometió a un extenuante baño, su cabeza fue rapada, pues allí habitaban los piojos y otros bichos inherentes a la extrema suciedad; fue afeitado, se le suministró un pantalón, unos zapatos y una camisa nueva, se le colocó una elegante prótesis dental. Después de todo lo anterior, su hijo lo resguardó en un hogar geriátrico. Willian, hoy con 58 años y un enfisema pulmonar avanzado acompañado de Epoc (Enfermedad Pulmonar obstructiva Crónica), aún joven, permanece en contra de su voluntad en el Hogar Santa Inés al sur occidente de Cali.

  • Quiubo viejo Willian, ¿cómo vas, ve?

William es un viejo conocido: me realizó muchos trabajos de cerrajería.

  • Aquí como me ves mi Peña, un poco aburrido, oís.
  • ¿Y eso por qué, ve?
  • Pues extraño La Olla oís, mi vida en La Olla era más agradable que vivir aquí en esta cárcel, rodeado de viejitos cacrecos, cagados, meados, malgeniados y necios, oís.

¡Es increíble! Pienso: ¿más necio que vos? Y Willian continúa con buen acento Caleño.

  • He tratado de escapar de esta cárcel, sueño con estar de nuevo en La Olla en mi ambiente, con mi gente, consumiendo. Voy a hablar con mi hijo Augusto oís.
  • Pero Caliche, si esto es una cárcel, La Olla es el infierno mijo.

Le riposté.

  •  Pues te cuento que prefiero La Olla, oís.

Me contestó.

Willian pretende que su hijo le traslade el dinero que le paga al hogar geriátrico, para regresar a La Olla, con la falsa promesa que "estará juicioso". Por lo que se deduce, es una promesa vana y lo más seguro es que regresará a las viejas andanzas y morirá en su ley.

El entorno que rodea a los habitantes en situación de calle

Sectores como el barrio San Pascual, Sucre, El Calvario, parte del barrio San Bosco y todo su entorno, todavía guardan residuos urbanos de lo que fue la Galería Central de Cali desaparecida a finales de los años 60's, para dar paso a la construcción del palacio de justicia; hoy esta zona, son los guetos donde transitan muertos que caminan, seres perdidos en la drogadicción, transgéneros que han contraído VIH, zombis, que deambulan en el día y en la noche "chutándose" heroína, fumando y robando al desprevenido transeúnte que por equivocación o desconocimiento del contexto urbano, se ve envuelto en la maraña diabólica y sale de allí, casi en calzoncillos, pues le llueve una multitud de jóvenes y niños que como ave de rapiña cae a su presa, lo dejan desnudo y desorientado.

Los seres humanos que por allí transitan, son sombras que caminan en paralelo a los mugrientos muros, propinándose golpes y dándose tumbos, debido a la desestabilización que les causa el pegante Bóxer que aspiran, la heroína que se inyectan, el alcohol que beben y el bazuco en pipa que fuman.

Los altos muros que los abrigan son el cerramiento de inmensas bodegas de material reciclable, que ayer fueron fábricas Caleñas insignes, hoy son ruinas obsoletas; cenizas que en cualquier momento desaparecerán ante un fuerte embate de un viento renovador. Es la renovación urbana que transita lentamente en el centro de Santiago de Cali.

Los habitantes de calle se desplazan de aquí para allá y de allá para acá, van sin rumbo alguno; duermen adheridos a las fachadas; es la decrepitud que conforman los mugrosos y gruesos muros de adobe que por más de 100 años permanecen incólumes y en pie. Estas paredes donde aposentan su lastimera humanidad, además de cumplir la función de cerramiento de los abandonados territorios, sirven de apoyo para consumir, consumir y consumir hasta que la muerte los visita y finalmente mueren bajo la férula de la indolente condición de NN y sepultados con el ingrato estigma de "desechable".

También son consumidores de heroína que comúnmente llaman "La H". Ellos colonizan el espaldar de los muros, se "chutan" o sea se inyectan la heroína con jeringas multiusos y luego se recuestan sobre ellos pues es su seguro de vida, de una existencia que paradójicamente destruyen con afán. Duermen muchas horas drogados, pero no brindan la espalda, porque el alevoso ataque puede sobrevenir en el momento menos pensado y puede llegar de las “culebras” que se han ganado o de los otrora grupos de "limpieza social" que aún existe un saldo, en el nefario inventario de la maldad.

Me dicen el mocho

Surgen otras historias, otras sombras que nos ilustran lo que verdaderamente sucede en el territorio llamado La Olla, historias de primera mano que proporcionan un contexto real y creíble.

Le llaman “El Mocho Gerardo", habita en el Gueto o "La Olla", su nombre es Gerardo Paniagua, 35 años de edad, bajo de estatura, desdentado, con rasgos indígenas, su ropa son harapos, el cabello abundante y sucio; Gerardo no es nacido en Cali, es oriundo del Tolima. En Ibagué lo iban a matar, cometió mil cagadas y los grupos de "Limpieza Social" no estaban dispuestos a perdonarle una más: "o te vas hijueputa o amaneces con la boca llena de hormigas" ¡Escoja pues malparido! le dijeron. Ante este aviso perentorio le tocó huir y "La Olla", el sector de Fray Damián de Cali, lo acogió en sus brazos. La calle 13 hasta la Galería santa Helena e incluso la Galería Alameda se convierten en un corredor de muchos habitantes de la Calle.

"El mocho" era uno de ellos, visitaba el barrio Junín con asiduidad; los habitantes en situación de calle son itinerantes, con frecuencia salen del Gueto a reciclar y mendigar para luego internarse a saciar su adicción por el "Crack" y la heroína. Gerardo era uno de ellos. "El Mocho", tiene su propia historia.

  • Ve Mocho, ¿cómo fue que perdiste la mano, ve?

Le pregunté con curiosidad infinita. Gerardo mantenía oculto el brazo izquierdo sin mano, bajo un viejo saco, mugriento y roído.

  • En un tropel en La Olla, viejo men.
  • Pero ve, contarme cómo fue la vaina.

El Mocho, parquea su desvencijada carreta donde deposita el cartón recogido y demás material de reciclaje y me cuenta la historia, ya contagiada del acento caleño.

  • Estaba yo bien "Creisy", había tomado trago y metido mucho vicio; en medio de la loquera me dio por bajar a un man de la bicicleta, era un man teso que pasaba por ahí. ¡Me le abalance de una!

Y continuó "El Mocho":

  • El hombre cayó al suelo con el machete que cargaba, se levantó, y cuando yo arrancaba con la Bici ya coronado, y tenía la mano sobre el manubrio, me mando un machetazo y zasss... me voló la mano. La mano salió brincando y fue a caer al andén.
  • Muestre veo, mochito.
  • Huyyy marica, te cercenó la mano un poco más arriba de la muñeca de un machetazo, ve.

Y seguí:

  • No jodas viejo Mocho. ¿Y qué hiciste luego ve?
  • El man me salió campeón, cuando yo iba a recoger la mano, para que me la cocieran en el hospital, el man más rápido que yo, la cogió y la lanzó al techo, oís.
  • Huyyy que falla mochito, seguime contando, guevón.
  • Te sigo contando pero si me das la liga, ¿oís?

La "liga" significa darle algo de plata. Ya al Mocho, se le había pegado el acento Caleño.

  • ¡Claro, te daré la liga! 

Gerardo el Mocho continúo:

  • Mientras yo sangraba, unos parceros míos se subieron al techo a buscar la mano. Yo había oído que la mano se podía meter en un balde con aserrín y hielo y se conservaría hasta llegar al hospital.
  • Claro Mocho, eso tiene un tiempo, un periodo de descomposición, pasado ese tiempo, la ciencia médica no puede hacer nada y la extremidad muere sin remedio.

Pero seguí contando, le insistí.

  • ¿Y la liga?
  • Ahora que termines te la doy, ome.
  • No me vas a salir faltón, oís.

Me dijo el Mocho con suma desconfianza.

  • No ome, fresco, seguí contando.
  • Como a la hora y media mis panas bajaron la mano del techo, la mano estaba negra, bien negra, oís. Una carretilla nos llevó al Hospital Departamental y yo me había puesto una toalla en el mocho, para parar la sangre.
  • Llegamos al Hospital Departamental por Urgencias, con la mano en el balde, el hielo se había derretido y el aserrín se había empanochado y esa mano estaba negra, bien negra, oís.
  • Va la madre Mocho: ¡no sirvió la mano!, dije yo con escepticismo.
  • Perate Don Peña, perate, que no he acabado, no me asarés, que verraco tan fatigoso, ome.
  • Seguí pues, seguí, que aquí te tengo la liga.
  • Como a las dos horas se apareció un matasanos de esos, la sacó del balde y dijo duro: ¿de quién es esta mano?
  • La mano es mía, Dotor. Le respondí.
  • Con esta mano ya no hay nada que hacer, dijo el médico y continuó: Ha trascurrido mucho tiempo y la mano sufrió la necrosis de todos sus tejidos; ya murieron.
  • ¡Huyyy como aji Dotor!
  • Sí joven está mano descompuesta va de una para el horno crematorio.
  • Ají fue la cosa y desde entonces me llaman "El Mocho".

Y continuó:

  • Huy Don Peña, lo que más me duele es que si yo hubiera sabido que esa mano no servía, la hubiera vendido a un buen precio.
  • Queeeee... ¡cómo ají Mocho! (Los Caleños cambiamos la S por la J al hablar).
  • Jí, ají como me oye mijo. La hubiera vendido en la Casa de Pique de La Olla, allá la muelen y ejo jirve para hacer salchichón, salchichas y chorizos.
  • Huyyy no, a mí me va a dar algo mocho, para, para por favor.

Le dije a punto del colapso. Pero el Mocho continuó y simultáneamente abría los ojos.

  • Huyyy mijo en los patios de ejas casas de La Olla y, en las casas del barrio Sucre, hay más de uno enterrado. Eje poco de muertos jon los que van a asustar a ejos hijueputas que nos están desalojando. ¡Pere y vera que la van a pagar!
  • No jodas, ¿aji es la cosa, ve? De todas maneras, lamento la pérdida de tu mano viejo Mocho.
  •  No lo lamente tanto don Peña, que me tiene que dar la liga ¿oyó?
  • Ya te la doy ome mocho, ehhhh, pero que cosita la tuya ve.

La anterior historia se desarrolla en el segundo tramo de la Calle 13, que va desde la Carrera 10 hasta la Calle 15 de Santiago de Cali. Este tramo de la Calle 13 hoy parece una ciudad bombardeada, devastada arrasada, debido a la renovación urbana que hoy se desarrolla. 

La calle 13 de ayer y hoy en Santiago de Cali

Un poco de historia Caleña:

Antes de los Vl Juegos Panamericanos de 1971 realizados en Cali, la Calle 13 para esa fecha, terminaba en la carrera 50. Hasta allí llegaba Cali. Por la 13, que comienza en la icónica iglesia La Ermita, desfilaban todos los “locos” y personajes folklóricos de Cali, que hacían del sitio, el espacio predilecto para dar rienda suelta a su demencia o a su folclorismo. Era normal observar a Jovita Feijo la reina eterna de los Caleños, luciendo exóticos atuendos y emperifollada con las llamativas joyas donadas por sus "amigas" ricas, esposas de exitosos empresarios Cañeros y pertenecientes a la alta sociedad Caleña.

Se podía observar al loco "Menia Menia", con su constante temblor; "La Mirla" afeminado en su caminar, fue el primero en salir del clóset en la ciudad de Cali; "Malicia" bien malicioso y desconfiado; "Pachosaco" con sus elegantes sacos que le cubrían las rodillas y se dirigía a los juzgados pues era Tinterillo de profesión; “El Loco Guerra” y sus bendiciones y madrazos; "Sol Eterno" escudándose del sol; "La Loca María" lanzando improperios; "Carlitos Mama" contestando: ¡tu madre hijueputa!; "Barriga de Mula" el carretillero que enloqueció por la infidelidad de su mujer y el ficticio policía de tránsito apodado "Care'gallo" que dirigía el congestionado tráfico automotor Caleño, ocasionado por el desordenado estacionamiento de camiones a la altura de la Galería Central; y, por último, uno muy peculiar en la historia de Santiago de Cali: “El General Batata”

Muy diferente la Calle 13 de hoy a la 13 de ayer. Existen unas diferencias abismales. La 13 de ayer era una vía despejada y formaba el par vial con la Calle 15. Hoy su ancho de unos 14 metros entre paramentos, son copados por las estaciones de Transporte Masivo Mío. La calzada es por donde transitan los buses Articulados y alimentadores. El área que queda, son los andenes de ambos lados saturados de ventas informales.

Por ese estrecho espacio público transitan ríos de peatones esquivando las ventas informales estacionadas sobre los andenes, compuestos por losetas prematuramente deterioradas, asentadas y flojas. Ya por la Calle 13, no transitan los célebres locos de antes como Jovita Feijo. Hoy no andan dando rienda suelta a su locura por aquella añorada Calle 13, hoy tienen asignado el cielo o se encuentran ardiendo en el infierno. Cualquiera de estas dos condiciones les debe haber tocado; lo único que puedo afirmar con certeza es que "El Loco Guerra", aquel loco que esparcía bendiciones para luego lanzar madrazos, arde en el infierno, hijueputiando a Satanás, que le debe estar chuzando las nalgas con el Tridente, para conducirlo a la paila hirviendo. Jovita Feijo debe vivir rodeada de ángeles y arcángeles en el cielo, vestida de blanco luciendo las prendas que sus ricas amigas le dispensaban, porque ya no les cabía más ropa en su repleto y abultado armario. Es la generosidad del que le sobra.

"El general Batata", personaje típico de Cali

Siguiendo con los simpáticos "loquitos" del ayer recuerdo al "general Batata". En aquellos tiempos, paseando por la Calle 13, en compañía de mi padre Aurelio Peña Oliveros, en la búsqueda de completar la lista de útiles escolares, accedimos a la Papelería Arango, donde encontramos todo lo que nos faltaba. Al salir de la papelería, ya sobre el andén, escuchamos una voz que nos invadió de susto y nos espetó con firmeza militar:

  • ¡Pónganse firmes carajo, que llegó el General!, con voz de mando y con la seguridad que le dispensaba su estado mental nos repitió:
  • Pónganse firmes, o van a saber quién es "El general Batata".
  • ¡Firmes mi General!, le contestó mi padre, para seguirle la corriente al icónico personaje.

Acto seguido puso su mano sobre la sien derecha en modo saludo militar.  Era el general "Batata" un Negro de Palmira que itineraba entre Cali y la “Villa de las Palmas”. Su locura consistía en creerse General de la República. 

"El general Batata" tomaba su apodo del tubérculo rechoncho y oscuro, insumo básico de la gastronomía colombiana. Igualmente, su locura era muy conocida en Palmira su tierra natal. El General era bajo de estatura, piel negra, un bigotico delgado y un tabaco permanente en su boca. Lucia un uniforme azul, zapatos negros bien lustrados, un bastón de mando y una espada colgaba desde su abultada cintura.

Su desteñido uniforme se conjugaba con unas charreteras bien logradas en sus hombros, un sinnúmero de medallas y logotipos que colgaban de su pecho. En su cabeza una gorra original, donada quizás, por un militar de alto rango que gozaba del plácido retiro y simpatizaba con la causa de su demencia. Al general Batata, su uniforme lo revestía de poder desde que un día en el basurero del barrio La Emilia en Palmira, se encontró entre la basura un Kepis en buen estado, se lo puso en la cabeza y ascendió a General, era el inicio de su carrera militar.

Entre sus delirios decía que el general Francisco Franco era su subalterno y que Franco, había sido enviado a España por él. Se declaraba íntimo amigo de Fidel Castro, pues juntos habían estudiado primaria y él le había dado a Fidel, la idea del asalto al Cuartel Moncada. Desde ese tiempo Fidel le enviaba las hojas de tabaco, con las que el “general Batata” fabricaba sus habanos.

La locura de creerse General de la República en un país donde existe una soterrada discriminación y, en el campo militar su estructura de ascensos hace imposible que un negro llegue a ser General, “El general Batata” enviaba un poderoso mensaje y pareciera que su personaje caricaturizaba esta condición, en la cual, las negritudes nunca han alcanzado esa posición al interior del ejército y policía. Hubo una excepción: el general afro Luis Alberto Moore Perea, que se dio, por presiones de los Congresistas Afroamericanos, al mandatario Juan Manuel Santos, bajo el Gobierno de Barack Obama. La otra excepción su ubica en el terreno de lo mágico: "El General Batata".

¡Firmes mi General!

Los “locos” de hoy

Los llamados “Locos” o habitantes de la calle de hoy son drogadictos "peligrosos"; son personajes delirantes que deambulan enajenados con la mirada pérdida, pidiendo unas monedas o buscando a quien agredir si sus peticiones no encuentran el eco deseado. Los "Homeless", son vilmente llamados "Desechables”. Son zombis o muertos que caminan. Transitan adherido a su nariz, una botellita de pegante Bóxer, que los hace huir de la triste y cruda realidad que los agobia y la vida que tristemente les tocó vivir. Nadie se pregunta el por qué se encuentran en esa condición, se juzgan de manera básica, sin profundizar en la causa de su condición, para desde otra óptica buscar atenuar esa terrible condición de vida.

Sucios, el pelo abundante y grasoso donde los piojos se deleitan, harapientos, expidiendo un olor nauseabundo e insoportable que hace pensar que el baño diario dejó de ser hábito para siempre, y así se entregan al abandono y a la calle que consideran su casa. Los comerciantes los espantan, los perros los odian y los cuerpos de seguridad se abstienen porque hoy temen regresar a los tiempos del "Kan Kill" y su nefaria y pérfida "Limpieza social"; ya los dejan ser, los dejan que fluya "el libre desarrollo de su personalidad". En algo se ha avanzado. ¡Y eso que no ha llegado el Fentanilo!

Personalmente siento cierta fascinación por “los locos”, creo que nosotros los "normales" sufrimos más que ellos, al fin al cabo no les preocupa, ni les importa nada: viven su enajenada existencia de manera despreocupada, alejados del consumo que consume. Detrás de todos ellos hay una historia por contar y si uno los escucha con atención algo importante dicen.

Pero su adicción los domina. Cuando el habitante de la calle, producto de mendigar, acumula un monto considerable de dinero, raudo atraviesa la Carrera 10 y se sumerge en el Gueto, de donde no vuelve a salir hasta no agotar sus últimas fuerzas y salga de nuevo a implorar una moneda.

Allí en el Gueto, la persona en situación de Calle, se siente en una especie de zona de tolerancia, donde el vicio reina y la autoridad está vetada. En el sitio, la policía no tiene entrada so pena ser atacada por una turba de indigentes, drogadictos y ladrones, que los despojarían hasta del uniforme; a no ser, que se monte un operativo especial. Es increíble observar al interior de Gueto niños y niñas menores con VIH, chupando pegante y ejerciendo abiertamente la prostitución infantil: un panorama dantesco, donde uno se pregunta dónde está Bienestar Familiar y demás instituciones del Estado

Llegó la renovación urbana al centro de Cali

Evidentemente el área comprendida por el barrio San Pascual, El Calvario y Sucre pedía a gritos una renovación urbana. Es innegable su deterioro urbano, es ostensible su degradación humana; allí se vive algo similar al extinto Bronx de Bogotá, incluso, coincide al ser una zona central.

Hace muchos años, en la década de los años 60's, después de la Carrera 10 hasta la Carrera 15 entre Calles 11 y 15, donde se ubica el Barrio San Pascual, el Calvario y Fray Damián, se desarrollaba una economía que funcionaba como la extensión de la galería Central: tiendas de abarrotes, bodegas de plátanos, ventas callejeras de verduras, sub-galerías con ventas de hierbas medicinales, cantinas, droguerías, venta de ropa de segunda mano, hospedajes y en sus afueras una abierta prostitución. Era el entorno de la Galería Central que hoy, después de 50 años, se siente y se observa rezagos de lo que fue.

Por aquella época, era un comercio pujante, sus construcciones eran viejas casonas, edificios con características arquitectónicas patrimoniales, bares famosos como "Las Vegas", teatros como el teatro Rivoli, el Ayacucho y el Sucre. En sus calles y carreras, se estacionaban camiones y mulas que eran descargadas por coteros o "bulteadores", hombres recios y fornidos que descargaban bultos de papá, arroz, maíz, frijol y demás cereales que iban a las bodegas de abarrotes.

El entorno de la calle 13 es la clásica extensión que generan las Galerías, es el mismo fenómeno que se aprecia en los alrededores de las Galerías Santa Helena, La Floresta, Alfonso López o Siloe de Cali. La Desaparecida Galería Central que se ubicaba donde hoy se ubica el Palacio de Justicia, dejó una huella profunda en Santiago de Cali, que aún no se supera.

En el área descrita, hoy se ha realizado una masiva demolición para desarrollar la renovación urbana, que borra del mapa esta histórica pero deteriorada zona urbana de Cali. Hoy se construye una moderna sede de la Fiscalía General de la Nación, ubicada sobre la carrera 10 que se encuentra bastante adelantada. Igualmente se desarrolla en este momento, un ambicioso proyecto de vivienda en altura. De hecho, ya se construyó una torre de apartamentos de 18 pisos; es el proyecto de renovación urbana llamado Ciudad Paraíso en pleno centro urbano de Santiago de Cali.

En el área aferente a la calle 13 a medida que avanzan las obras, los habitantes de la calle se van desplazando y ya casi llegan a la carrera 15. "El desarrollo" los está arrinconando. La reforma conlleva al desplazamiento y, hoy el Gueto se ubica en la calle 12 entre carreras 13 y 15. "El Mocho Gerardo lo sentenció cuando me dijo: un día los numerosos muertos depositados en el subsuelo, se levantarán de sus fosas para reclamar el espacio expoliado.

La mano amiga de los samaritanos de la calle

Los más de 8.000 Habitantes en situación de calle de la ciudad de Cali, enfrentan violencias, tratos inhumanos y crueles. No sólo se ven atacados por los perros que los identifican por el característico olor que despiden fruto de su divorcio con el baño diario, también son perseguidos por los eventuales grupos de "limpieza social" que en Cali, en décadas pasadas, funcionaron bajo el tenebroso nombre de “Kan Kill”, en alusión al efectivo veneno que mataba moscas, mosquitos, zancudos y cucarachas. Los habitantes en situación de calle eran sorprendidos bajo las cómplices sombras de la noche y eran “fumigados”. En los andenes, mientras dormían en grupos, les llegaba "Kan Kill" a ejecutar órdenes superiores. Estos indefensos seres humanos eran masacrados por estos grupos que sembraron el terror en la ciudad de Cali en las décadas de 1980 y 1990.

Debido a ese desprecio social y a la atrabiliaria conducta hacia ellos, nació en 1998 por iniciativa de la Arquidiócesis de Cali, la organización sin ánimo de lucro llamada Los Samaritanos De La Calle. Los Samaritanos siendo consecuentes con la parábola del evangelio del Buen Samaritano, asisten a cientos de habitantes de la calle que en Cali son más de 8.000 personas. Los Samaritanos tienen un banco de alimentos donde reciben ayuda de diferentes empresas distribuidoras de alimentos, de la ciudad de Cali. La organización social, la componen un gran número de jóvenes voluntarios con un alto sentido social que penetran el peligrosísimo sector de “La Olla” para llevar algo de comida a cientos de personas que lo ha perdido todo, se encuentran desprotegidas y sin techo.

Los Samaritanos los acogen en un sitio especial, ubicado en el sector de la Calle 13, donde les brindan almuerzo, los bañan, les hacen corte de pelo, les brindan ayuda Psicosocial y propugnan por su resocialización y su reinserción a la sociedad limpios de drogas.

Muchos casos he conocido y soy testigo de su resocialización, aunque no se puede descartar una recaída, las recaídas viven latentes y más si no se controlan las emociones y el dependiente de las drogas no busca ayuda. No existe el exadicto, el adicto lo será por siempre y es y será impredecible.

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