El fracaso social en Barranquilla

El fracaso social en Barranquilla

La desigualdad y la inseguridad van en aumento, al igual que otras cosas, y la situación no parece mejorar. ¿Será que hay que cambiar el modelo de ciudad?

Por: Alberto Luna Avila
febrero 11, 2019
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El fracaso social en Barranquilla
Foto: Goodfreephotos

En Barranquilla se viven actualmente dos realidades de ciudad diferentes que se contraponen entre sí. Por un lado, la urbe de la publicidad oficial, de la propaganda turística, la correspondiente al desarrollo urbanístico hacia el norte de la ciudad, la de los enormes centros comerciales, los recién construidos escenarios deportivos, de los nuevos iconos, el Malecón del Caribe o la Ventana al Mundo.

Por el otro, está la ciudad del ciudadano común, la de la creciente informalidad, del miedo y la inseguridad, de la pérdida del espacio público, de la ausencia de una política ambiental, baja relación habitantes/zonas verdes, del deficiente servicio de transporte público masivo, de los graves perjuicios causados por el atraso en la obras viales y la falta de socialización de las mismas, del desalojo urbano, de las amenazas permanentes a los contribuyentes por incumplimientos en los pagos de los demasiados y onerosos tributos, el mal servicio de energía y de los abusos por parte de las empresas prestadoras de servicios públicos.

Ante estas dos realidades, se hace necesario referirnos a los índices sociales de Barranquilla para poder dilucidar esta contradicción y determinar si el modelo de ciudad de las tres últimas administraciones ha resuelto los problemas fundamentales de sus habitantes.

En primer lugar está el Índice de Progreso Social (IPS), que es la nueva herramienta mundial para medir el progreso social a nivel de ciudad. El IPS para las diez ciudades más importantes del país, según la primera medición que se realizó en el 2014 utilizando esta nueva metodología, muestran a Barranquilla en el séptimo lugar en un nivel de progreso social medio-bajo con deficiencias en materia de calidad de vivienda, servicio eléctrico, salud y en la necesidad de promover una transformación en el sistema de transporte.

En salud, la ciudad presenta tasas de mortalidad infantil, por enfermedades infecciosas, desnutrición y de esperanzas de vida significativamente altas comparadas con el resto de ciudades. En casos de VIH ocupa el cuarto lugar en el país según el reporte entregado por el Instituto Nacional de Salud (INS) para el primer semestre del 2018 y en Dengue los casos se dispararon el año pasado en un 100% con respecto al 2017.

El Índice de Competitividad de Ciudades (ICC) que mide el desempeño de las ciudades en materia de competitividad muestra que Barranquilla en el 2018 ocupó un bajo lugar con un puntaje de 5,07. Con deficiencias en: Índice de Gobierno Abierto, eficiencia de la justicia, infraestructura y equipamiento, costo de energía eléctrica; conectividad, pasajeros movilizados por transporte público; infraestructura TIC, oferta cultural, calidad en educación básica y media, cobertura neta en educación primaria y preescolar; calidad en salud, camas hospitalarias totales y de servicios especializados, tiempo de asignación en citas médicas; sostenibilidad ambiental, proporción de áreas protegidas, gestión ambiental y del riesgo; eficiencia en educación superior y capacitación; eficiencia de los mercados, carga tributaria para las empresas, número de pagos de impuestos por año, eficiencia del mercado laboral, formalidad laboral, entre otras.

La informalidad laboral sigue en aumento en Barranquilla, según el último reporte del Dane correspondiente al trimestre marzo a mayo del 2018 estuvo en un 57,2%, casi 10 puntos por encima del promedio nacional situada en un 47,4%. Mientras la informalidad ha disminuido en el país, en la ciudad ha sucedido lo contrario. La pobreza nuestra porcentualmente es mucho más alta que en Bogotá, Bucaramanga, Manizales, Medellín o Pereira. Por ello no es sorprendente que la mendicidad haya aumentado en un 11% en el 2018 con respecto al anterior.

Para una ciudad con tan alto porcentaje de informalidad y de pobreza no es lógico que sea la urbe con la mayor carga tributaria del país. En Barranquilla se cobran 19 tributos en total, varios de ellos inexistentes en otras ciudades.

A lo que se le suma según el Dane de tener la inflación anual más elevada del país con 3,84%, donde pesaron los precios de la educación, energía eléctrica, salud, combustibles y arrendamiento, estos últimos entre los más altos del país.

Los homicidios que según el último informe bajó en el 2018, pero que se disparó en el lapso que se lleva de este año, apenas representa el 3% de los delitos que se cometen en Barranquilla. El hurto en todas sus modalidades que se incrementó en el mismo período anual representa el 30%.

El alcalde se enorgullece de los escenarios deportivos pero en los últimos juegos deportivos nacionales, Atlántico donde Barranquilla tiene el mayor peso ocupó el poco envidiable puesto 14. Antioquia que se situó en el primer puesto en esos juegos obtuvo 130 medallas de oro mientras Atlántico raquíticas 4 medallas.

Un factor clave para el medir el desarrollo urbano es la calidad del transporte público y en esto hay graves deficiencias como la crisis del Transmetro, el caos de la movilidad y que éste no llegue todavía al 25% del territorio urbano de la capital.

Como síntesis de todo lo anterior no los muestra dramáticamente el coeficiente Gini que mide el grado de desigualdad de la distribución del ingreso, para Barranquilla en el 2017 fue de 4,40 con un aumento del 0,007 con respecto al 2016 que fue 4,33, siendo la única ciudad del país donde se incrementó.

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