El factor Trump

El factor Trump

En el tiempo de las grandes determinaciones que ayuden a salvar el planeta de la catástrofe ambiental y humanitaria

Por: Andrés Arredondo R
enero 23, 2017
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El factor Trump

Hace algunos años José Saramago describió el recrudecimiento de las guerras religiosas y el retorno a esas formas oscurantistas que el mundo padece en la actualidad como fenómenos enmarcados en lo que denominó “el factor Dios”. La idea de dios que fanatiza y entorpece cualquier posibilidad de encuentro con el otro que no se parezca a mí. La idea de dios que desencadena las conductas más violentas y repulsivas sin que en el perpetrador se observe un ápice de compasión o arrepentimiento. Y la idea de un dios que hace descender una campana de autorreferencia sobre un colectivo que sin más proclama su superioridad y por tanto el supuesto derecho a discriminar y a imponer sus creencias por la fuerza, amparado en las armas o en las propias leyes. Los ejemplos son numerosos a través de la historia, y aunque se tenga la tentación de recordar la llegada a la cancillería alemana de un Hitler que explotó al máximo la frustración de un pueblo o la de algún dictador latinoamericano en el delirio de su poder autárquico, no es recomendable tal comparación precisamente porque el fenómeno Trump se presenta hoy a pesar de todos esos antecedentes y para colmo en una democracia como la gringa que se autoproclama madura.

Que un personaje misógino, homófobo, racista, xenófobo; predicador de un proteccionismo económico al estilo del siglo XVIII, instigador de nuevos conflictos por motivos étnicos o religiosos, entre otras lindezas, sea el presidente de Estados Unidos, tiene a medio mundo con la boca abierta y la mente confusa, sin embargo debe comprenderse que no es en ese personaje donde comienza y termina la explicación del problema, se trata en realidad de algo más complejo y elusivo que, parafraseando al nobel portugués, podemos llamar el factor Trump.

Se advierte la presencia de ese factor en las formas y el lenguaje del magnate y su atolondrado anacronismo, que encaja perfectamente con las pautas culturales vigentes en el mundo de las redes sociales y los comportamientos colectivos del conservadurismo y las modas light. Se trata de toda una tendencia social en boga debido a que se erige en fantasmagórica tabla de salvación ante el vacío de sentido creado por la omnipresente pantalla. Es la paradoja encarnada en el personaje propio de los reality show caracterizado por el discurso vacuo y superficial, capaz de negar lo evidente con tal de llevarse el punto frente al conjunto de slogans que profiere pero que carece de una verdadera narrativa política que permita la crítica o la reflexión pública. El factor Trump responde a la realidad casi con monosílabos: ¿Existen migrantes ilegales? ¡Construyamos un muro!, ¿El terrorismo nos amenaza? ¡Enfilemos las armas contra el objetivo!, ¿La prensa me critica? ¡Fuera con la prensa!

La negación del cambio climático o pretender que un concepto absurdo como la “postverdad” sean tomados en serio no es el objetivo del factor Trump, lo que intenta es naturalizar tales tonterías con el poder de la imagen del “triunfador” apuntalada en el lujo excesivo y apelando al chovinismo fácil desde su grito de batalla según el cual hará una América grande de nuevo.

En el tiempo de las grandes determinaciones que ayuden a salvar el planeta de la catástrofe ambiental y humanitaria, en el que Estados Unidos está obligado a cumplir un papel protagónico por ser el país del consumismo y su correlato la contaminación, además de ser la superpotencia del arsenal apocalíptico que forjó su imperio de guerra en guerra; llega a la presidencia el personaje del que su propio partido recela y que grita desde su rubor anaranjado y su rucio copete un arrogante “primero américa”. Es la inquietante presencia en el poder del factor Trump.

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