El beso de amor de Claudia y Angélica

El beso de amor de Claudia y Angélica

Detrás de esta eufórica felicitación hay una dura lucha por el derecho a llevar una vida abiertamente homosexual que aún escandaliza y despierta rechazo

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octubre 29, 2019
El beso de amor de Claudia y Angélica

Hace casi veinte años esta imagen que ustedes ven, dio con gran júbilo y entusiasmo la vuelta al mundo. En ella, Al Gore, famoso político norteamericano y vicepresidente durante las dos administraciones de Bill Clinton, le da un apasionado y emotivo beso a su esposa Tipper Gore cuando en el año 2000 fue nominado a la candidatura presidencial del partido demócrata. Yo, residente en los Estados Unidos y visitando en ese momento a Colombia, no recuerdo ningún comentario negativo. Ni uno solo. Por el contrario: parece que a todo el mundo le pareció un hermoso gesto de amor. Allá y acá. Un hombre besaba a una mujer—normalidad total—la mujer lo besaba a él—normalidad total—y todo el mundo feliz y contento.

Hace solamente dos días, otra fotografía muy similar dio la vuelta al mundo: en ella, Claudia López, después de haber sabido que ganó la elección popular que la convirtió en la primera mujer alcaldesa de la ciudad de Bogotá, besó en forma emotiva y apasionada a su compañera Angélica Lozano.

La foto se tomó, los periódicos y medios sociales la circularon y literalmente se armó “la de Dios es Cristo”. Los comentarios, trinos, histéricos textos y correos electrónicos que yo he leído

parecieran como si cada uno de ellos me hubiera podido transportar de nuevo a la prisión mental donde han querido mantener a nosotros los diferentes por siglos. En uno de ellos, una escandalizada dama escribía furiosa —su ira dejándose sentir en el mensaje de texto— “¡No hay derecho que nos tiren su lesbianismo encima!! “Y claro está, para muestra un botón, enviaba la famosa foto. “Le pido al Señor que mis nietos nunca vean esto,” escribía un escandalizado caballero.

Ah, pero las cosas cambian y seguirán cambiando, quieran o no quieran. Trinen, griten, y clamen a “la justicia divina”.

Lo único que yo les puedo decir con mucha honestidad es que quien esto escribe nunca se sentirá violada en su dignidad de ser humano porque dos personas—ellas con ellos—ellos con ellas—ellos con ellos—ellas con ellas—ell@s con ell@s, expresen su amor besándose con entusiasmo y espontaneidad. Yo, para información de los lectores y de las damas y caballeros enfurecidos y ruborizados, me enorgullece profundamente mi lesbianismo. Sí, y me siento más que afortunada de poder caminar por las calles tomándole la mano a la mujer amada. Un golpe de suerte que la vida me dio. Este amor de mujer a mujer. Este as de corazones que es TODO amor. Venga de donde venga.

Porque amor de todo tipo es lo que nos falta en este triste mundo. Mucho amor. Y cuando lo veo en vivo o en una fotografía, con humildad y profunda admiración le doy la bienvenida.

Y yo me pregunto: ¿Por qué es que esas damas y caballeros indignados ante el “degeneramiento” de un beso en plena luz pública”, no se indignan de igual forma ante las matanzas y asesinatos diarios y las fosas comunes y los falsos positivos y las violaciones y feminicidios y la pobreza de millones de ciudadanos colombianos—hechos que han sido parte intrínseca de la oscura realidad de nuestro país?  ¿Porque es que no los oigo yo clamando justicia moral cuando sabemos que hay miles de nuestros niños durmiendo en las calles?  Ni empezar por lo que les sucede a nuestros niños…

Ah, pero ese beso…el beso en la boca entre dos mujeres. Eso sí es razón de mostrar una ira incontrolable. “¡Que hagan lo que les gusta hacer a puerta cerrada pero que no nos lo vengan a restregar!”  Afirmación que oí hace unos años en una reunión social. Afirmación que muestra la ignorancia y el profundo temor, los dos elementos letales de todo prejuicio. Porque los prejuicios han matado, matan y seguirán matando si no los denunciamos directamente.

Y eso es lo que yo estoy haciendo con cada una de estas palabras. Yo acuso al prejuicio asesino.

¡Por Dios! ¿A ninguna de estas personas escandalizadas por un beso —¡un beso!— se les ha ocurrido pensar en la larga lucha que dos personas del mismo sexo han tenido que enfrentar para poder expresar su amor en una forma abierta y con el hermoso orgullo que TODO amor se merece? ¿Se recuerdan ellos, o sabrán, de la horrible prisión donde fue a parar el pobre Oscar Wilde? ¿Sabrán de la oferta de castración que le propusieron a Alan Turing, el genio británico que le dio al mundo el computador? Tantos ejemplos que se podrían enumerar dejando un recuento de una aterradora violencia contra los que amamos a quienes queremos amar, sin importarnos si son del “sexo opuesto”.

¿Sabrán estas señoras y señores escandalizados que mientras yo escribo estas palabras alguien está siendo asesinado o mutilado o llevado al suicidio porque ama y desea a alguien de su mismo sexo?

Todo prejuicio está basado en ignorancia y temor. TODO. Ningún prejuicio es producto del amor. Ningún prejuiciado desearía besar o abrazar “al otro”, al diferente, al “inferior”, al “degenerado”.

Damas y caballeros clamando justicia por un beso entre dos mujeres: me da la impresión que se van a tener que seguir escandalizando todos los días y a todas horas. La hora llegará cuando El mundo de ustedes, señoras y señores, ya no es el mundo de todos.  Enhorabuena.

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