El arboricidio samario

El arboricidio samario

Por: Luis F. Ospino
febrero 06, 2014
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El arboricidio samario

 

Con gran preocupación hemos visto cómo en nuestra ciudad se ha vuelto costumbre derribar árboles o mutilarlos inmisericordemente, como podemos comprobarlo en diferentes zonas cuando algunos funcionarios de la empresa Electricaribe o concesionaria de Alumbrado Público, con el pretexto de darle campo al cableado eléctrico o para despejar el área para que se vean más las luces del alumbrado público, están sobre podando algunos árboles, en más de un caso hasta dejarlos totalmente sin follaje. Ahora resulta que tal atentado se ha convertido en el arboricidio con que muchos nuevos proyectos de infraestructura urbana, especialmente plazas comerciales y centro de ventas de vehículos han comenzado a aplicar en la ciudad de Santa Marta como un atentado a lo poco de sombra que nos queda, a una ciudad verde, oxigenada que revierta la polución y la contaminación dominante.

El pasado 1 de febrero un grupo de ecologistas protestaron en la calle 22 con 4ta frente a un emblemático árbol de caucho que extiende su sombra hacia la vía, proporcionando un cálido refugio para peatones y usuarios del servicio público, donde pueden esperar agazapados por la sombra que éste le brinda sin ninguna contraprestación. Pero resulta que los dueños de otro proyecto arquitectónico en pleno centro histórico de la ciudad le incomoda la sombra protectora del árbol. En sus planes y planos el árbol no cuenta, como tampoco la protección que éste brinda a la sociedad que sin lujos y pergaminos ofrece su silencioso beneficio.

EL CAUCHO SABANERO, como el árbol que pretende derribar, los ejemplares maduros de esta especie son árboles imponentes, con una silueta muy distintiva. Aunque no son muy altos, su copa es amplia y se extiende ocupando una gran área alrededor del tronco del árbol. El follaje del caucho sabanero es denso y brillante, lo que contribuye a su aspecto ornamental. La especie es nativa de los bosques subandinos y puede crecer en áreas notablemente secas. En Bogotá es un árbol muy cultivado en parques, jardines y avenidas. Aquí nos estorba.

El caucho sabanero se encuentra distribuido desde Colombia hasta Perú. En Colombia está presente en la Sierra Nevada de Santa Marta y las tres cordilleras, principalmente entre 1300 y 2600 mts, a veces cultivado a mayor altura. Aunque es una especie que no se considera en amenaza en la ciudad son pocos los ejemplares que existen y por lo tanto es un patrimonio natural de la ciudad por ser una especie ornamental, al igual que el Trupillo, que por cierto quedan pocos y su parque, frente al imponente Centro Comercial Buenavista, cada día se ve más desolado.

El árbol de caucho tiene un sistema de raíces extenso, y es dónde viene la controversia, que estuvo primero, el árbol o el proyecto y lo que tiene que detallar el Dadma y la Curaduría Urbana para expedir licencias de construcción en otorgarlas sin perjudicar el interés común. Y los del proyecto pensar en hacer la obra mirando el beneficio que el árbol les puede proporcionar y no como el obstáculo que hay que derribar.

Para bendición de nuestro planeta, los árboles cubren alrededor de un tercio de la superficie terrestre y actúan como una especie de pulmón verde que produce oxígeno y almacena grandes cantidades de dióxido de carbono atmosférico, aliviando el calentamiento global. Sin embargo, en nuestra ciudad, las zonas verdes no alcanzan a cubrir un 5% del área total, lo que ha significado una permanente y preocupante elevación de la temperatura haciendo que sea cada vez más caliente y menos ecológica. Como es bien sabido, las hojas de los árboles se mueven hacia la luz solar porque esto les facilita el proceso de fotosíntesis que hace que tomen el gas carbónico C02 del ambiente, se apropien del carbono para su crecimiento y devuelvan a la atmósfera el oxígeno, enriqueciéndola para hacer más saludable y efectiva nuestra respiración.

Un árbol, según su especie, necesita entre 10 y 15 años para desarrollarse plenamente y no es justo que bárbaros con machete en mano le hagan impunemente un perjuicio tan grave a nuestro hábitat, sin que autoridad alguna lo detenga y lo obligue a reparar el daño hecho.

Sería deseable que la Policía de medio ambiente, el Dadma, la Secretaría de Salud y la ciudadanía en general nos concienticemos para evitar estos absurdos atropellos y muy especialmente para reparar el daño hecho y pasar la cuenta de cobro a quienes los causantes de estos arboricidios que tristemente nos perjudican a todos, sin distingo de raza, estrato, posición política y que los dueños de grandes proyectos se den cuenta que la naturaleza puede ir de la mano con lo urbanístico, cuando asimilen que cortar un árbol es matarnos un poco, lentamente, víctimas de nuestras propias tragedias, que después queremos resolver, cuando muy bien lo pudimos evitar.

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