Educación superior: más humanismo, menos técnica

Educación superior: más humanismo, menos técnica

Colombia necesita de una transformación en materia de su política educativa. Uno de los puntos importantes: el diálogo, la cultura de paz y los derechos humanos

Por: JULIAN ANDRES VALENCIA FERNADNEZ
abril 18, 2022
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Educación superior: más humanismo, menos técnica
Foto: Alcaldía de Bogotá

Es importante que en una sociedad podamos vincular un currículo más humano y menos técnico, es decir, que podamos determinar a los nuevos profesionales desde la acción técnica, pero estableciendo la formación integral prioritaria no como discurso sino como realidad curricular. En este sentido, se necesita de un revolcón de la política educativa, donde la formación humanista, política y en derechos sea la base de cualquier pensum académico.

Los actuales currículos son continuidad de las tradiciones angloamericanas y continentales donde apareció en ámbitos académicos e institucionales el enfoque de políticas educativas, como uno de los procesos de toma de decisión sobre los intereses y necesidades de las comunidades pertenecientes a un territorio y como puente de enlace entre el Estado y la sociedad.

Según Zimerman H. (1980), el proceso de políticas y cambios institucionales sucede porque los gobiernos detectan errores en las políticas precedentes y en los acuerdos institucionales. Si bien desde su punto de vista los liderazgos aparecen como un deseo de capturar el Estado para beneficios personales, no se puede despreciar la posibilidad de que las élites buscan metas que obligan a encontrar una estrategia para la introducción de cambios.

De este modo, en la década de 1980 lo que se visualiza es una etapa de cambios y reformas apoyadas por determinadas élites donde se destacan los siguientes rasgos: patrones. 1) Las élites políticas están en condiciones de maniobrar e influenciar las políticas, definiendo el “espacio político” para las reformas, sin que ello obedezca a patrones de intereses de clases o grupos sociales, o de sectores económicos.

2) Luego de definir el espacio político, las élites determinan los contenidos de las políticas, con percepciones o entendimientos sobre las relaciones causa-efecto.

3) Son varios los grupos sociales (partidos políticos) los que intervienen en las determinaciones, y la formulación de políticas educativas y normatividad.

4) Las élites políticas tienen una capacidad para prever estrategias, gerencian las ventajas de las oportunidades, logrando incluso soportes colectivos para las reformas.

5) Los cambios siempre implican reformas, lo que hace en la práctica un continuo de estudios, discusiones y debates acerca de cómo improvisar y proponer cambios en la educación. “La importancia asignada a las élites aparece también en Reifemberg, atento a que los cambios en las décadas anteriores dejaban en manos del Estado el control de los recursos y la decisión de las políticas para promover el desarrollo”.

De manera similar, el Estado era quien incrementaba su capacidad en la designación y dirección de programas y proyectos, para la producción de bienes, implementación de servicios y su distribución posterior a la sociedad”. (Reifeimberg. 1990, p. 17).

En América Latina, particularmente en los últimos veinte años, esa dinámica de toma de decisiones institucionales en principio, ha ido evolucionando y permitiendo niveles de participación de la sociedad civil en el diseño, la implementación y evaluación de políticas que tienen impacto sobre las unidades territoriales de los Estados. Es de esta forma en que la educación se le da un potencial desarrollo, especialmente en lo relacionado a los aspectos teóricos.

En ese sentido, hoy Colombia necesita de una transformación social de enormes proporciones en materia de su política educativa, una muestra importante es fomentar una cultura de paz. Los elementos definitorios de este tipo de políticas consisten en facilitar el intercambio de experiencias por medio del diálogo, fomentar una cultura de paz y reflexión acerca de los derechos humanos; sensibilizar hacia la importancia de coexistir con la naturaleza; fomentar la reflexión ética y política, así como el fomento de la cultura critica; facilitar el desarrollo intelectual, siguiendo la idea de que el conocimiento por sí solo no puede generar valor si no está guiado por los valores sociales, añadiendo un sentido de propósito, responsabilidad y deseo de contribuir al bienestar de la humanidad.

Por último, se busca generar relaciones de cooperativismo significativo y duradero. Hoy en nuestro país la realidad es que egresan de los campus universitarios excelentes profesionales desde la acción técnica, pero apartados de su realidad política y social, es decir, profesionales que alimentan procesos fallidos de una sociedad individualista, egoísta y poco desarrollan transformación social.

Es la hora para que la educación en Colombia sea de impacto social, una educación capaz de hacer las transformaciones culturales que necesitamos como nación.

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