Dos de los grandes
Opinión

Dos de los grandes

Una bella retrospectiva de Carlos Rojas y un altar de estudios de Luis Caballero, trabajos de maestros que mantienen en el tiempo el rigor de su temperamento del intelectual universal

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mayo 27, 2017
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Con motivo de ARBO fin de semana en Bogotá, la Galería El Museo presentó una bella retrospectiva de Carlos Rojas (Facatativá 1933- Bogotá 1997), y un altar de estudios en lápiz y papel de Luis Caballero (Bogotá 1943- 1995). Cada cual con su mirada y con el paso del tiempo, son trabajos de maestros que mantienen el rigor de su temperamento del intelectual universal.

Carlos Rojas siempre buscó lo sagrado en las estructuras, examinó las teorías desde universo, buscó secretos de lo cercano microscópico o entabló una relación íntima con la geometría, el color y los materiales. Fue siempre un jardinero: le encantaba la naturaleza, las ventanas de las casas campesinas, las hojas y los árboles y era aficionado  y experto en dormir el crecimiento de los árboles en bonsáis.

Dibujos sobre papel de naturalezas muertas, de figuras, donde la curva existe en una línea segura. En 1960 entró a realizar collages pensando en el Cubismo Sintético de Picasso o Braque. Carlos Rojas buscó en su trabajo una interpretación en las diferentes texturas, de las telas con formas cuadradas sobrepuestas —que más tarde pintará en la geometría de sus verticales y horizontales—. Carlos Rojas exploró las superficies y color mientras trató de salir a un lenguaje más nuevo al que Mondrian le mostró otra geometría rigurosa.

Carlos Rojas, de la serie América Cruzados, 1974

En 1960 desaparece para siempre de su trabajo la línea curva y encontró en el formato cuadrado o rectangular el manejo de la franja recta y severa. Fue la manera como entró un lenguaje hermético de fondos sellados y casi monocromáticos.

En los setentas se compromete con el hombre americano donde priman Horizontes y Cruzados. El artista, desde ese complejo sentimiento de pintar sobre tela en acrílico, crea series donde estudia desde las franjas de color que  buscan en su sucesión un comportamiento armónico de tonalidades y los colores. Y ese manejo, requiere de una espacialidad rigurosa.

En otros como El Dorado buscó la mística religiosa donde el oro era una manifestación de lo sagrado. El compromiso con la tierra americana será su más profundo credo.  Mundos de una geometría de franjas que, con exactitud, llegan a la dinámica de una geometría poética.

En la década de los ochenta realizó su serie Mater Materia donde abandona la línea, el color y la tela mientras busca una abstracción matérica en la que importa un silencio mudo mientras ensaya técnicas mixtas de materiales reciclados. Son, sin duda, realidades donde se presiente ese complejo espíritu lleno de preguntas sin respuestas.

Carlos Rojas, Tumba. De la serie Mater Materia, 1987

Carlos Rojas buscó la materialización en sus investigaciones y la encontró en los años noventa, cuando deja la tela y pasa al remanente arquitectónico.  Al estilo de la rusa-norteamericana Louise Nevelson, a construcciones realizadas con madera que severamente han sido encontradas entre los deshechos. A cada pieza le encuentra un orden sublime. De lo superfluo desechable como barras de muebles, retazos de mallas, latas heridas, llega a crear otro mundo visual.

Tal como lo dice un abogado en el libro de Antonio Tabucchi, La cabeza Perdida de Damasceno Monteiro, “Yo defiendo a los desgraciados porque soy como ellos, esa es la pura y simple verdad. De mi ilustre estirpe utilizo el patrimonio material que me han dejado, pero, como los desgraciados a los que he defendido, creo haber conocido las miserias de la vida, haberlas comprendido e incluso asumido, porque para comprender las miserias es necesario meter  las manos en la mierda, perdóneme la palabra, y sobre todo ser consciente de ello”. Eso hacía Carlos Rojas mientras pensaba en la situación colombiana.

Luis Caballero, sin título

De Luis Caballero, la Galería El Museo presenta Estudios, dibujos a lápiz sobre papel. Todos sublimes. Donde el tema es el mismo de siempre sobre la anatomía en el desnudo de cuerpo masculino y donde se muestra ese incansable y permanente ejercicio de pensar sobre el oficio de dibujante que no acaba. Las líneas que cambian con el manejo del lápiz muestran esa “idea fija” de Paul Valéry cuando también se refiere al “ser vivo” en su ensayo de reflexiones sobre el cuerpo. Le interesa la espontaneidad “nacida bruscamente de un estado inmóvil y en perpetuo retorno… podemos observar los aparatos visibles de la propulsión”. Las partes del cuerpo forman parte considerable del ser.  Luis Caballero, como el filósofo francés George Bataille, buscó la imagen de lo erótico mientras que en el estudio del cuerpo descubría la función de cada movimiento y su función sin prejuicio.

Luis Caballero, sin título

Los dibujos no están fechados. Son parte de lo que realizó durante toda su vida.

 

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