Como dijo Ordóñez: "¿País laico?… Já!"

Como dijo Ordóñez: "¿País laico?… Já!"

"Son varios los ejemplos a través de los cuales se ve que nuestra forma de asumir la espiritualidad no pasa de ser una actitud supersticiosa y de amuleto"

Por: Víctor Emilio Parra Leal
septiembre 11, 2017
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Como dijo Ordóñez:
Foto: Alejandra Martínez / EL TIEMPO

La visita del papa puso al descubierto la forma en la que los colombianos asumimos nuestra religiosidad y espiritualidad. Si tenemos en cuenta que los medios de comunicación son un reflejo de nuestra idiosincrasia, la forma como tales medios abordaron la visita del papa, nos permite vernos al espejo y reflexionar.

Si bien muchos colombianos asumieron la visita del papa como una oportunidad para 'mirar hacia adentro' y hacer una 'limpieza interior', son varios los ejemplos a través de los cuales se ve que nuestra forma de asumir la espiritualidad no pasa de ser una actitud supersticiosa y de amuleto, por decirlo de alguna forma.

Así por ejemplo, un locutor de una emisora juvenil, se quejaba de que un canal de televisión no estaba transmitiendo la llegada del papa al país, cuando todos los demás canales lo hacían; hacía referencia a que eso le parecía muy extraño, dejando en el aire esa sospecha según la cual lo diferente es una amenaza. Ya lo decía Machado: "Lo otro no existe: tal es la fe racional. la incurable creencia de la razón humana". Pero lo otro no se deja eliminar, subsiste, persiste. ¡Qué positivo que un canal de televisión colombiana haya ofrecido programación para alguien que no estuviera interesado en la visita del papa! ¿Por qué esa manía nuestra a creer que el que no está con la masa, está contra la masa?

Otro ejemplo: en las noticias de un canal capitalino hacían mención a que, durante las 24 horas que llevaba el papa en la capital, no había habido ningún homicidio. Y claro, como la correlación fue lanzada sin ningún intento de explicación: porque se ha redoblado la seguridad, porque la gente está más atenta a cumplir sus servicios religiosos, etc., entonces seguramente en muchos televidentes la conexión ancestral mágico-religiosa de su cerebro se despertó y explicó la correlación, adjudicando a la sola presencia del papa un poder milagroso. Esa fue a las claras la intención de la noticia.

Y muy relacionado con esa intención se encuentran las entrevistas que los periodistas le hacían a la gente que había tenido contacto con el papa: ¿Qué sintió? ¿Qué pensó? ¿Se imaginaba al papa así? ¿Tuvo alguna revelación divina? Preguntas que a las claras están cargadas de una espiritualidad superficial que busca en "el contacto físico con el elegido" la cura a todos los males; promueve la búsqueda del amuleto. Tocar al papa hace milagros, parece ser la creencia. Y de hecho, esa creencia hizo que algunas personas se pelearan en Medellin, porque todos querían estar a centímetros del papa. Ahí está reflejada la espiritualidad del amuleto: no me importa pelearme con el vecino, siempre y cuando venga el sacerdote y rocíe agua bendita en mi casa.

Tanto es el poder que se pone en las cosas externas, que en Villavicencio el papa se golpeó en la cara porque el papamóvil tuvo que frenar en seco a causa de la multitud que quería su bendición.

Estos son apenas algunos ejemplos de lo que esconde la espiritualidad de muchos católicos colombianos. Por supuesto que muchos otros católicos (no estoy seguro de que sea la mayoría), poseen una espiritualidad que mira hacia adentro; en la que el rito y el amuleto son secundarios y lo importante es estar en paz con los otros y conmigo mismo. Pero estar en paz con los otros requiere que aceptemos su credo y que estemos dispuestos a aceptar que piensan y sienten diferente.

Estar en paz con otros requiere que superemos las conexiones y correlaciones mágicas que decidimos arbitrariamente crear. Asumir una actitud más crítica frente a las conexiones entre sucesos nos ayuda a pensar que tal vez nosotros mismos estamos equivocados con nuestras creencias.

Si no se asume esta actitud, empezando por los medios de comunicación, que deberían liderar actitudes sanas y tolerantes, tendremos que decir como el exprocurador Ordóñez, pero no con orgullo sino con vergüenza: ¿País laico?… ¡Já! (sic)

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