Despidiendo a la leyenda Roger Waters en Bogotá: "Brilla tú [también] diamante loco"

Despidiendo a la leyenda Roger Waters en Bogotá: "Brilla tú [también] diamante loco"

El relato de un "sobreviviente" del último concierto del músico británico Roger Waters es la historia de una noche de rock clásico y defensa de la libertad

Por: Iván David Bejarano Celis
diciembre 11, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Despidiendo a la leyenda Roger Waters en Bogotá:
Fotografía: Archivo personal

“We don't need no thought control”
Pink Floyd

La primera que vi fue a mi tía saliendo por la reja del parqueadero. Pensé que salía con Daniel, pero era otro man. Dejé la moto encendida, me bajé y la saludé con abrazo y beso. Luego me enteré que el man era un vecino.

Ya habló con Daniel, preguntó mi tía. Sí, ya lo llamé, que ya sale. Qué más, mijo. Bien, tía. Le dije que ya en vacas. Que relajado. Que ayer había salido. Y hasta cuándo. Como hasta el 14 de enero vuelvo a entrar, creo.

En ésas salió Daniel. Estaba con una camiseta manga larga gris, un gorro del mismo color, y en chanclas, pero con medias, por el frío tan brutal de esos días. Se puso a hablar con el vecino mientras yo seguía charlando con mi tía.

Al poco rato Daniel me saludó. Dijo qué, mk, era más temprano. Ya me está dando mamera. Deberíamos ir más bien a echar billar. ¿ya no van a ir?, pregunta mi tía. Pero es que sin boleta, responde Daniel, y ya está tarde. La verdad no tenía mucha idea de a qué hora era el concierto. Nunca miré programación o boletas. Creía recordar que en el mensaje por What me dijo que era a las 8. Igual, le dije, que lo intentáramos. Ya vamos, qué hpts. ¿En la moto? Sisas, claro. Y mi tía ayudó a apoyar la causa. Sí, claro. Vayan. Métanle fe. Pues, mk, nada se pierde. Vamos a mirar y si no pues, paila.

Accedió y se fue a cambiar de ropa. Mientras, pedimos un tinto y un perico con mi tía. Mientras me sentaba, busqué la hora del concierto, y sí, efectivamente decía que a las 8, que daban entrada desde las 5. Qué mks. Mientras se echaba las bolsitas del azúcar que sobraba en el bolsillo, mi tía me habló de unos resultados de unos exámenes. Que unos, bien, pero que otros no tanto. Que estaba algo preocupada. Qué visaje. Me preguntó que si iba a viajar. Le dije que me iba a Armenia. Uyy, rico, me contesta. Pues vamos a ver. ¿Y solo? Sí. ¿Solo?, reafirmó con asombro. Sisas. ¿Y eso? A mirar. Me voy a encontrar con una pelada. Ah, entonces no va solo. Pues sí. Ella está allá. Aah. Entonces sí voy solo. Entiendo. Chévere. Con cuidado, no.

Volvió a salir Daniel ya con jean, otro buso y una chaqueta de cuero café oscuro.

Pidió otro perico y un pan coco. Se sentó en la mesa. Les conté lo de la gala. Que había sido ayer, en un club re gomelo. Re bonito. Ah, yo sí vi un estado que colocó como en un río. Sí, era un lago re grande en la entrada del club. Ah, yo sí dije, apenas lo vi dije ese chino gran hijuemadre para dónde arrancaría esta vez. Jaja Pero no. Fue del club ese. Entonces Daniel también me preguntó que si iba a viajar. Le dije que sisas, que le iba a caer a la mujer de mi vida.

Mientras me decía algo, o no recuerdo si era mi tía, vi a un perrito blanco, como entre schnauzer y poodle, con suéter de lana navideño, junto a un poste, intentando hacer popó. No sé por qué, pero le dije rápido a mi primo, mk, un perrito cagando y le ofrecí el dedo meñique. Ambos hicimos fuerza y... efectivo. Ese perrito no pudo cagar. Yo no podía salir de mi asombro. Mi estupefacción era tal que no podía dejar de sonreír con la boca abierta. Nunca creí que fuera posible.

La dueña me miró, no sé si se dio cuenta de lo que hicimos, y que por culpa nuestra su perrito no pudo hacer su necesidad biológica. Les dije que eso del perrito era una señal. Nos cagamos de la risa todos.

Fueron como seis mil ochocientos. Gracias, veci. Agarré el casco y Daniel se despidió de mi tía. Yo le chanté su piko y le dije que ahorita hablábamos. Que les vaya bien.

Agarramos por la siguiente cuadra y ahí salíamos al retorno de la 80, por el Éxito.

Y cuándo se va. Mk, tal vez el 10 o el 11. Ah, re bien. Y quién es, o qué. Mk, esa nena va a ser la mamá de mis hijos. ¿En serio? Sí, mk. Puede que sí. Y dónde la conoció. Mk, es la hermana de una parcera de la U. Ah, pero le rinde a mi pez. Pues, ya ve, eso sí no se niega. Le conté que, por publicar una foto con ella, paila con otra nena, le conté la vuelta, y pues ya qué se puede hacer.

El tráfico estaba pesadísimo. Desde que salí de la casa hasta donde Daniel. En el trayecto hubo como dos estrelladas, tres ambulancias estacionadas en la Boyacá, llegando a la 80, y me demoré muchísimo en llegar. De hecho, también pensé que ya paila, pues supuestamente era a las 8 y a las 8 llegué donde mi tía.

Seguimos esquivando carros, me metía por donde podía. Había otro estrellón. Un man en moto le reclamaba algo a un man de una buseta. Eso es por el concierto, dijo Daniel. ¿Será? La verdad yo no sabía muy bien dónde era. Creía saber porque ayer Guayara me había dicho por donde era la cosa, más o menos.

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Salimos de Bogotá y a un par de kilómetros era la cosa. Paré en una bifurcación frente a un lote destapado con varios carros dentro. Había un letrero que decía Acceso a Producción. Daniel dijo que si íbamos a colarnos, debía ser por ahí. Desde ese momento ya me empezó a irrigar en el cuerpo pequeñas dosis de adrenalina al sólo pensarlo. Toca preguntar, mk. Pregúntele a ese cucho que está cuidando los carros. Se bajó, y preguntó. Al volver dijo que antecitos de la bomba había un parqueadero.

Avancé y ya se veía la gente. Gente con cara de entrar al concierto. Ese es el poncho clásico, mk, decía Daniel. Era un man que iba con una nena con pantalón de cuero. Ambos iban hacia la bomba de gasolina.

Alcancé a observar el letrero de Parqueadero. Paré y le pregunté a los manes. Dijeron que no había cupo, que si quería que la dejara ahí afuera, al lado de la puerta, que todo bien, que me daban recibo. La dudé. Será, pensé. Y no hay otro, pregunté. Tal vez al otro lado, tendría que hacer el retorno y apenas avance coge a la derecha y ahí hay otro. Pero sé que la mayoría están colapsados. Mierda. ¿Qué hacemos?

Pues ya fue. Parqueé la moto contra la reja. A la de Dios. Igual, es como si estuviera adentro, no. Dejamos un solo casco, porque el otro cupo en la cajuela. Pagué el recibo y, desde luego, dos Águilas bien frías.

Caminamos hacia la dirección en que iba la gente. Varias personas vendían merch, gorras, camisetas con el clásico logo de los martillos caminando, y el muro de fondo. Ya identificamos la fila. Y obviamente, casi pensándolo al mismo tiempo, dijimos que eso obviamente no lo íbamos a hacer. Qué fila ni qué hijueputas, reímos.

A lo que íbamos avanzando escuchamos el sonido de fondo, y miramos la parte alta de un edificio. Daniel dijo, mk, sí se escucha. Yo también escuchaba. Pero avanzamos un poco y era el parlante de una cucha que vendía cigarrillos y dulces. Nos cagamos de la risa.

Seguimos hacia la entrada del lugar. Había unas barreras plásticas acordonado la zona. Varios tombos escoltaban la entrada. La gente estaba entrando. Sin boleta ni nada. Como que nos miramos y entramos de una apretando el paso y ya con la emoción in crescendo. No niego que me estaba dando sustico. Pero seguimos el gentío. Ya era bastante. Nos adentrábamos y cada vez se sentía más la adrenalina, pero no pedían boleta ni nada.

Llegamos al edificio donde habían unas rampas muy amplias. Arriba resplandecían las luces del MedPlus. Acabé mi pola y boté la lata al suelo, había montones de lata y no habían canecas. Subimos la rampa y los de logística gritaban que por acá platea y por acá palcos. Hicimos la fila en palcos. O bueno, graderías. Volteando la rampa había una carpita con filtros con vallas metálicas. Ahí me cagué porque pensé que ya iban a pedir la boleta. Yo ni tenía idea de cómo era la boleta. Supuse que digital, entonces como que me hacía el marica sacando el celular, buscando la boleta que no tenía. Mk, ¿y si decimos que se nos descargó el celular? Puede ser. Pero no, ni pidieron nada. Entonces, avanzamos ese filtro. Estaba como fácil la vuelta. En la mitad de la otra rampa estaba una hilera completa de gente de logística pidiendo la boleta visible en el celular.

Tensión. Nervios. Estaba densa la cosa. Nos acercamos lo que más pudimos a la hilera de los de logística. Sacábamos el celular haciéndonos los huevones. Yo empecé a buscar la página donde se compraban las boletas, a mirar las localidades y por si las moscas. Tocaba hacer el registro. Daniel se colocaba el celular en la oreja. Había momentos en que la gente se amontonaban y ahí era el momento de escabullirnos. Daniel decía que había que buscar el momento, que siempre hay huecos.

Intentamos hacer un viajado. Pero paila. Estaban muy pendientes. Daniel me dijo que un man lo logró. Que no se dieron cuenta. Bueno, tocó. Lo intentamos de nuevo, pero estaba difícil. Nos devolvimos un poco y nos hicimos contra la baranda de la rampa. Pensé que se estaba haciendo el marica con el celular en la oreja y que estaba fingiendo una conversación, pero ya se escuchaba convincente, le preguntó que si ya estaba adentro, que si entonces le enviaba la foto de la boleta. Listo. Listo. Colgó.

¿En serio, mk? No lo podía creer. No pasaron más de dos minutos, tal vez solo fue uno, y llegó la boleta. Daniel me la pasó de una por el What. Y breve. Él la mostró y lo dejaron pasar, yo la mostré y listo. Pasado ese filtro. Subimos al final de la rampa y ya era la entrada, entrada, habían maquinitas registradoras y más personas de logística pero ya con el aparatico lector de las boletas. La gente mostraba su celular y ya estaba. Me boté de una como en el centro, el man intentó leerla, no se activaba nada, desde luego. Alguien junto a mí le preguntó algo a otro compañero del man y el que me leía a mí volteó a mirar, se distrajo y en esas, entré.

Listo. No lo podía creer. Estaba adentroooo, jueputaaaa. Pero faltaba Daniel. Volteé a mirar y paila, a él sí le colocaron pereque. Lo retuvieron ahí. Mierda. Y ahora. Él lo intentó por las registradoras de la derecha. Yo observaba todo desde dentro con las manos trémulas, aun temblando, pues había sido mucho rigor. El corazón estaba más acelerado que de costumbre. Vi cómo intentaba hacerse el huevón y meterse sin que se dieran cuenta. Un man se le acercó y paila, no lo dejó. Me dio risa.

Le escribí al What que lo intentara por la izquierda, en los otros filtros. Se pasó para el otro lado pero lo perdí de vista. Pasaron algunos segundos y ya lo vi fue adentro. Jajaj La hicimos, mk. Jueputaaa. Qué chimbaaaa. De una pa dentro. Ya en las entradas al escenario habían más de logística revisando las locaciones y los puestos. Mostramos de nuevo el celular y, listo, sigan. Salté y abracé a este marica. No lo podía creer. Estábamos adentro. La emoción era bestial. Daniel empezó a subir re loco. Vamos pa arriba. Lo seguí. En la penúltima fila habían dos sillas desocupadas. Le preguntó a una pareja si estaba ocupada y asintieron. Entonces atrás, en la última, había como 5 libres. Nos hicimos ahí y listo. Nos abrazamos y gritábamos de la euforia. El concierto ya había empezado. Acababa de empezar. Apenas.

Qué espectáculo tan hijueputa. Era de otro mundo. Lleno total. Se veían las luces de los celulares de los asistentes. La parafernalia era increíble, la producción, la disposición de todo. 4 pantallas gigantes. Unas imágenes increíbles. Un arte impecable. Comfortably Numb. Un reflector apuntaba entre la multitud y sonaba el ruido de un helicóptero. Creí morir cuando empezó a sonar el intro de Another brick in the wall. “Us good, them evil”, se leía gigante en las pantallas, con juegos pirotécnicos a cada lado. Y los riffs al tiempo de los platillazos de la batería hacían palpitar ese lugar rebosante de energía. Era un himno. Un símbolo. He hecho muchas cosas en el cole con The Wall, dejando a los niños en paz, haciéndole crítica a la escuela, y enseñando a que no necesitamos ningún control mental. Sentí que había sido muy injusto con Pink Floyd porque nunca le había dado la trascendencia que merecía. Una de las mejores bandas de la Historia. Sin lugar a dudas. Lo más político. Lo más crítico. Lo más polémico. Muy surreal, muy elegante, mucha calidad desbordando en un concierto. Era mágico. Y la emoción de haber entrado sin pagar era insustituible. Lograrlo de esa manera aumentaba mucho más el goce del espectáculo. Seguramente fuimos los únicos, o tal vez unas 20 personas más entre todo ese gentío que la lograron de esa manera, y pensé que para ellos la emoción era la misma que sentía ene se momento. Era increíble. Sentí la energía de toda la gente. Sentí que haber entrado así era una señal de que nos iba a ir muy bien en la vida.

Salieron las imágenes de Reagan, Clinton, Bush, Obama, Trump, todos los el mote de Criminal de Guerra, y la cifra de cuántos muertos habían dejado en Afganistán, Irak o cualquier otro país colonizado. El lugar estalló en gritos y aullidos cuando salió el nombre de Javier Ordoñez, Villa Luz, Bogotá, Colombia. Brutal metal.

Sheep y una oveja gigante flotó por todo el recinto. Resist Capitalism. Resist Fascism. Resist Genocide. Estallé, grité fuck you Israel y Free Palestine. Habían bastantes banderas de Palestina.

Mk, haber entrado así es el verdadero resist capitalism. Claro, mk. Yo sé que a Roger no le importa. Jaja

Wish you were here. Grabé. Quería grabar el momento exacto para enviárselo a Nathaly, pero no encontré el video pues ya tenía muchos y si me ponía a buscar el fragmento exacto, no veía el show. Entonces sólo le envié el "wish you were here" al What. En verdad quería que estuviera ahí conmigo.

Hubo un receso y fui al baño. La misma, mostrar la misma boleta y de nuevo adentro. Busqué un plón, pero fue imposible.

Ahora fue el cerdo gigante el que flotaba. "He's mad don't listen", por un lado, y en el otro decía "You are up against the wall right now". No creí ver algo tal, tan clásico y legendario. Tan en el imaginario rockero de la Historia. Continuó.

Money, brutal. Luego salió Roger en silla de ruedas y con camisa de fuerza. Run like Hell. Celebró haber votado por Petro. Que lo logramos. Un prisma multicolor atravesó todo el centro de eventos. Todo fue magistral. Digno. Amé a ese viejito de 80 años, con una voz del putas, magistral, enterito, una energía de una estirpe increíble. Sabía que era la última vez que venía, porque era la gira de despedida. Y pues, ya está cucho.

La despedida fue con un brindis y presentando a todos los músicos y luego entraron a los camerinos, siendo grabados. Una procesión muy festiva, bohemia. Fue genial. Se fue la señal y prendieron las luces. No podíamos dejar de levantar los brazos en señal de victoria. 3 horas de gloria.

Mk, creo que es el mejor. Le intenté dar la oportunidad a Maiden, con Eddie y todo, pero es que no. Borró. Sí, mk, está en el top, top. Obvio, la música de Maiden es irrepetible.

Salimos del coliseo con los brazos en alto. Con la satisfacción de habernos colado al concierto que pasó a ser el N° 1 en ranking.

Increíble que todo iba a salir así, perfecto. Los tiempos exactos. Mientras me bañé, mientras me fui a comerme el ajiaco con mi papá. Salir relajado. El cafecito con mi tía. La señal del perrito que no cagó. Ir en la moto. El parqueadero. Y que ese mensaje de mi primo: "Hoy toca Roger Waters pasando el puente de guadua a las 8, ¿vamos a ir a escuchar por lo menos o intentar colarnos?", hubiera sido el detonante para que se convirtiera en uno de los conciertos más bestiales a los que he asistido en mi vida, no tenía precio.

Fuimos al parqueadero y dos nuevas Águilas.

Mientras tomábamos pola, recostado en la moto, le conté de otros conciertos a los que me había colado, el de Sodom, que fue hace años, en el Metropol y de otro, en Brussels en la que nos regalaron las boletas, cada una costaba 40 euros, si mal no recuerdo. Un man las estaba vendiendo, se cansó de esperar de nadie se las compró y se las dio a una nena, el man entró y la nena terminó regalándonoslas, entonces no cuenta como colada. Heilung, se llamaba la banda, le conté que no fue un concierto sino que fue un ritual pagano. Ni siquiera tenían instrumentos de metal sino instrumentos tradicionales. Los meros vikingos.

Le conté que recordé el ser 'carepalo' por todo el periplo europeo, colándonos en todos los trenes del mundo. Y se me olvidó contarle la vez que nos dejaron subir un bus en Munich, después de perder el ticket, por llegar tarde. O la encanada en Alemania, en uno de los lugares más hermosos del planeta. Hablamos de que así es la vida. De que es más chimba ser warrior. De que así es el true metal. Que no era la misma mierda haber pagado, la normalidad, la sheep. Es el plus. Es el Metal. Es la forma de vida. El ser carepalo. El gozo más brutal que el normal, el leve.

Arrancamos de nuevo hacia Bogotá, no sin antes dar una vuelta larga, pues los tombos bloquearon los retornos, entonces tocó ir hasta el round point de Siberia, debido al monumental trancón que se formó.

Al volver a pasar por el lugar comencé a gritar y a pitar, y la gente chiflaba o gritaba ante el ruido que hacía.

Mk, es que no hay banda más subversiva que esa. De ese talante, de esa alcurnia, de esa elegancia y de tal pulcritud. Es muy limpia, le decía. Obviamente el punk, pero no hay una banda de punk que le llegue a Pink Floyd.

Fuimos hasta Álamos a un bar de metal a celebrar con unas cervezas, hablando de conciertos, de la colada del segundo de Maiden, de música, de Poe, Baudelaire y James Joyce, hasta que empezó a notarse el amanecer.

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