De tiras e historietas

De tiras e historietas

Hay un sinfín de personajes cómicos que marcaron la infancia de toda una generación que esperaba con ansías el periódico de los domingos

Por: Silvio E. Avendaño C.
octubre 09, 2020
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De tiras e historietas
Foto: PxHere

Los días domingos, mientras mi padre fumaba un apestoso tabaco y tomaba una taza de café, yo buscaba, en el periódico, al vagabundo Benitín rabiando con el solterón y ahorrador Eneas. Leía, aunque me parecía una tira aburrida, a Pancho, que convertido en millonario no abandonaba a los amigos de tiempos de necesidad, cuestión que le molestaba a Ramona, mujer de Pancho, porque como buena arribista quería subir de status. Pasaba la página, y en colores, encontraba a Lorenzo, quien trabajaba como oficinista, mientras Pepita atendía un negocio de comida a domicilio. Con el paso de los años, llegó Olafo, un vikingo guerrero que le teme a Helga. Y, claro, que no podía faltar Rico Mac Pato, amante de contar las monedas y tacaño a morir. Surge en mi recuerdo la pequeña Lulú, una niña peinada con cachumbos, a quien los padres le insisten en que toque el piano. Pero en mis lecturas me encontraba con Carlitos a Snoopy, quien le gusta escribir y hablar con un pajarito. Y se hace presente en mi imaginación el chileno Condorito, que, de entrada, al mundo del comic, roba una gallina, se arrepiente, trata de llevarla al gallinero, pero es detenido y encarcelado por un carabinero. En las cuatro paredes de la celda imagina al carabinero comiéndose la gallina.

Mas también venía la prohibición de leer los comics por parte de los profesores. Veda que violaba Tarzán saltando como un mono. Toda esa manada, encabezada por el hombre de acero, la mujer maravilla, es ridiculizada por el Chapulín Colorado. Boogie, el aceitoso, fue prohibido en este país de masacres y asesinatos, porque es un personaje violento. En el colonialismo Tin Tin considera que los congoleños son buenos de corazón, pero retrógrados y perezosos, que necesitan de las enseñanzas de los europeos. Los habitantes del Congo son como los monos y hablan como imbéciles. Tin Tin busca el marfil de los elefantes, dispara a los antílopes, ataca con su rifle a un cocodrilo, apedrea a un búfalo, cava un orificio en la piel de un rinoceronte para instalar una carga de dinamita… Mientras el gamín, Copetín, vaga por las calles de la ¡Ah-tenaz-suramericana!, perdón, Bogotá. Pero a mi memoria viene Obelix y Asterix, en la aldea, ante la amenaza del imperialismo, a la cabeza del César. En la empalizada se refugian los galos pues no faltan los ataques de la milicia romana. La madre de Mafalda abandona los estudios para convertirse en ama de casa. El padre de la niña “problema” ha realizado la mayor hazaña: comprar un televisor. Mafalda, (rebelde, irónica, crítica, inconformista, ama a los Beatles, odia al agente 007 y detesta la sopa) tiene sus amigos: Susanita quien sueña casarse y tener hijos, Manolito con su inclinación de comerciante capitalista, Felipe con cara de soñador zanahorio, Miguelito es un narcisista y, la más pequeña, la anarquista Libertad.

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