Comienza el mes de octubre y con ello en la mayoría de los colegios de Colombia se celebrará el próximo 12 de octubre el “día de la raza” o del “descubrimiento de América”, fecha que en algunos países de nuestra América no se festeja, como por ejemplo Argentina y Bolivia, donde se conmemora el día de la diversidad cultural, ya que explican cómo fue la llegada de los europeos a nuestro continente, resaltando la resistencia de los pueblos originarios de dicha época y realizándoles un homenaje a los indígenas muertos durante la colonización. En esa medida es imperante que nosotros vayamos realizando nuestro propio descubrimiento de América, es decir que encontremos, estudiemos y recuperemos los pueblos que habitaban estas tierras antes de 1492. Por ende, es importante que rescatemos el término abya yala, que en la lengua kuna significado “tierra en florecimiento”, como símbolo de identidad con nuestro continente y como un proceso de construcción de ir descolonizando nuestro pensamiento.
Por lo anterior, es importante que nosotros como maestros y maestras enmarquemos el 12 de octubre de 1492 desde ese enfoque, puesto que nos ayuda a ver dos perspectivas más amplias de la historia: la europea, donde se toma dicha fecha como el encuentro de dos culturas, que dio lugar al descubrimiento de América; y la otra, desde una mirada de los pueblos latinoamericanos, donde dicha fecha encarnó la explotación y el sometimiento de los pueblos originarios de nuestro continente.
Desafortunadamente, aquí en Colombia nos han pretendido mostrar ese 12 de octubre solamente como el día del intercambio cultural, sin hablar y profundizar sobre las diferentes civilizaciones milenarias que existían como la inca, azteca y maya, que forjaron conocimiento, ciencia, organización y tecnología que se podrían comparar con otras culturas del mundo. En ese sentido, el derrumbamiento de la estatua del colonizador Sebastián Moyano, conocido como Sebastián de Belalcázar, el pasado 16 de septiembre debe pasar a la historia como un hecho de reivindicación cultural, política y social. Fue un acto de rebeldía simbólica en contra de las historias de esclavitud y colonialismo, que nos debe poner una reflexión integral como educadores para discutir ese colonialismo que está permeado en la academia, tanto de los colegios y universidades. Son las instituciones las que sostienen teóricamente este discurso colonial y donde se deberían empezar a abrir las grietas para cuestionarlo y sustentar la necesidad de una descolonización.
En consecuencia, es importante conocer y analizar críticamente nuestra historia (nacional, regional y local) para entrelazarla con la realidad de hoy, y así transformar con conciencia, fortaleza y dignidad el actual modelo social, económico y político injusto.
