De las diatribas de Vallejo

De las diatribas de Vallejo

Por: David Felipe Muñoz Pérez
abril 14, 2015
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De las diatribas de Vallejo

El pasado 10 de abril fue publicada en El Espectador una carta abierta escrita por el coreógrafo y director del Colegio del Cuerpo, Alvaro Restrepo a Alfredo Molano Bravo, la cual títula el diario "Vallejo encarna lo peor del país del que tanto denigra" y en la que se expone brevemente la opinión que al director le merece el escritor Antioqueño, luego del sonado discurso que dictara este último en la Cumbre de Cultura arte y Paz que se llevó a cabo en Bogotá y en el cual como siempre, no dejó títere con cabeza.

Debo admitir antes que nada, que siempre he sentido cierta admiración por Fernando Vallejo, en lo literario por considerarlo una de las grandes plumas de este país y en lo personal porque estoy convencido de que es una de las personas que más quiere esta tierra. Por inverosímil que esta afirmación parezca, lo creo sinceramente y voy a tratar de explicarme más adelante.

Volviendo a la carta: Empieza el señor Restrepo conjugando con las palabras una ira y un odio más propios de Vallejo, exponiendo que este se ha travestido en una "suerte de Doña Berta delirante e histérica". De entrada, no puede uno más qué preguntarse a cuál delirio y a cuál histeria hace referencia? como si el escritor se hubiese parado media hora a hablar puros cuentos chinos y fantasías sobre un país imaginario en la tierra de nunca jamás y no en cambio a despellejar la dura y cruda realidad de la corrupción rampante, el clientelismo político, el narcotráfico, la guerra de guerrillas y la justicia sin dientes y sin manos que ha caracterizado la historia reciente de Colombia. Y la no tan reciente. Y la antigua. Y más bien toda.

Continuo: acusa luego el coreógrafo al escritor de vivir en un "cómodo autoexilio" y de abandonarlo cuando le da la gana para venir a escupir odio como invitado a estos eventos. Esta parte, francamente me parece triste e ilustra de manera clara la percepción trastornada que tenemos los colombianos de la realidad a cuenta de haber crecido con la guerra y las muertes como un aspecto normal de la vida. Fernando Vallejo confiesa que, como miles y tal vez millones de colombianos, dejó el país porque las puertas para trabajar aquí nunca las encontró abiertas. Porque él había estudiado cine y quería hacer películas para denunciar el macabro periodo de nuestra historia conocido como "La Violencia", en el que conservadores y liberales se mataban a miles por el color de una camiseta, y aquí no encontró a ni una sola persona interesada en el proyecto, como si lo hizo en México. Pero lo importante es que aparentemente para el señor Restrepo esta forma de exilio es indigna, como si la única razón válida para que un Colombiano salga de su patria es que yazca una amenaza de muerte sobre sus hombros, como si el hecho de que Vallejo emigrara antes de que a los violentos les molestara lo que dice, de que se fuera sin tener una sentencia de muerte, fuese un acto cobarde bajo su punto de vista. "Que fácil es decir todo sin pelos en la lengua sin tener que enfrentar las consecuencias" parece connotar Alvaro Retrepo, y seguramente le hacen eco muchos compatriotas, ya acostumbrados a que aquí no se puede hablar muy duro lo que se piensa, porque hay muchos sicarios y muchos dispuestos a pagarlos. Será que si vallejo viviera en Medellín y ya le hubieran echado unos tres disparos entonces si sería un exilio valiente y aceptable?.

Sigo: plasma entonces el autor de la carta que lo más grave y tremendo no es que el "bufoncito sin gracia" exista, sino que tenga una fanaticada "numerosa e incondicional". Tal vez, señor Restrepo, las palabras de Vallejo le parecen ciertas y hacen eco en el cotidiano a mucha gente. Y yo entiendo lo fácil que es olvidar que este es un país en el que a pocas horas de la capital puede encontrarse uno poblaciones en las que la gente anda con miedo y cuidado de expresar ideas en voz alta, en las que los subversivos de izquierda y de derecha tienen ojos en todas partes y coaccionan el diario vivir. Yo trabajo como médico en un población de esas y escuché luego de que el discurso se volviera noticia a una que otra persona, en privado, afirmando que los pantalones más grandes de Colombia los tiene Fernando Vallejo, orgullosos de que alguien con tanto alcance mediático le diera voz a las ideas que a ellos les toca callarse. Y como son tantos esos pueblos y tanta la gente que afronta una realidad distinta a la de las grandes capitales, tantos cansados del mismo cuento de siempre, tantos para los que la paz es una realidad lejana, es el curso natural de las cosas que hayan tantos de acuerdo con las palabras del Antioqueño. Pero recuerde que además Vallejo es antes que un orador incendiario, un escritor respetado en toda Hispanoamérica, uno que raya con cadencia y ritmo y escribe en primera persona, lo cual le ha merecido la admiración y el respeto de no pocos en el universo literario. Y le puede parecer un bufón, lo que no le admito es que diga que no tiene gracia, oír por ejemplo que llame "Culibajito" al ex presidente Uribe siempre es motivo de risa.

Prosigue la carta Alvaro Restrepo diciendo que está bien denunciar los horrores e injusticias Colombianas y tapiza un camino de flores para él mismo y para Alfredo Molano afirmando que la manera correcta de hacerlo no es la de Fernando Vallejo, sino que es "con dignidad, con respeto, con altura intelectual y moral", como lo hacen ellos. Pues no señor Restrepo, se equivoca, los atrocidades de este país hay que denunciarlas de cualquier manera, no existe una mejor que otra, y más vale gritarlas y herir susceptibilidades, porque este es un país en el que la indignación suele ser efímera y la memoria inexistente. Y eso es algo que el escritor ha entendido muy bien. Los Colombianos vivimos en un estado de obnubilación profunda a cuenta de un patriotismo chovinista fundamentado en sin sentidos: que el mejor himno del mundo, que el país más feliz, que la mayor diversidad de pájaros y orquídeas y otras pequeñas glorias que nos ayudan a mantener los ojos cerrados frente a la realidad de que nuestra patria se nos viene cayendo a pedazos desde que la fundaron a sangre y fuego. Somos las ruinas de lo que nunca fuimos y perdimos la capacidad de señalar lo que está mal y exigir nuestros derechos, es más, aprendimos a censurar al que se atreve a decir que el país no va bien y a tildarlo de desadaptado. Aprendimos a dejar que las creencias modifiquen los hechos y no que los hechos modifiquen las creencias, como sería lógico. Y llega Vallejo y grita siete verdades cortantes, qué son bofetadas para sacar de ese ensueño y embotamiento a muchos, para bajarnos de la nube en la que nos hemos trepado y desde donde cómodamente sentimos que en el país más feliz del mundo nada necesita cambiar. Y las ideas que expone Vallejo no tiene que ser novedosas, señor Restrepo, sencillamente porque hablan de los errores que seguimos cometiendo, cual círculo vicioso, todos como nación. Las diatribas de Vallejo y de otros tantos, en ese sentido, son un ancla y contrapeso necesario para todos. Un recordatorio oportuno que evita que nos englobemos de a mucho y tengamos presente que hay mucho que no va bien, no importa que no se propongan soluciones, importa que la gente reaccione y comprenda que es necesario buscarlas.

Terminando la misiva pública, vuelve a vanagloriarse Restrepo diciendo que le da mucho gusto haber participado hace un año de aquella reunión, cuando "la reelección y el proceso de paz estuvieron en peligro" y que Santos es por ahora el único que puede hacer la paz. En este punto es importante aclarar que yo, como muchos, también estoy esperanzado en que se firme la paz y ciertamente considero que si este evento histórico se llega a dar, sería debido a la reelección de Juan Manuel Santos. Pero nada de eso le quita lo "bellaco" al primer mandatario, señor Restrepo. Que él ahora sea el capitán al mando del barco de la paz, no implica que debamos olvidarnos, por ejemplo, que fue durante su ejercicio como ministro de defensa que se presentó uno de los episodios más barbaros y lamentables de la historia reciente, el infame caso de los falsos positivos; tampoco implica que debamos estar de acuerdo en que la paz se firme sin penas y sin reparación justa. Que bueno que se haga la paz, pero que importante recordar que ni a Santos, ni a Uribe, ni a las FARC ni a nadie se le puede tratar con impunidad. Y probablemente se firme un documento en cuba declarando el fin de la guerra, pero la paz como estado individual y social solo se va a volver realidad de la mano de la justicia, y la justicia tiene que alcanzarlos a todos, como parte fundamental de la reparación de las víctimas y de las heridas de la patria.

Para finalizar la carta, se despide el autor llamando a Fernando Vallejo y a sus simpatizantes unos "pobres hombres". Como dije al principio y para terminar, me voy a permitir explicar porque creo que el "pobre hombre" Fernando Vallejo profesa un amor intenso por Colombia, tal vez mayor que el que le profesa a los perros y que quiere a esta tierra más que muchos de los que lo tildan de paria. La cuestión es simple: solo aquello que amamos con todo nuestro ser tiene la capacidad de producirnos un dolor igual de intenso. Cualquiera que haya pasado por un desamor conoce ese sentimiento y puede entrever como, la ira de Vallejo tiene su origen en un profundo desamor, un dolor de patria. Él se frustró de ver como se derrumba si país y como muchos no reaccionan. Y en un estado de impotencia, y por la ira que produce el dolor, trata de hacer entrar en razón a gritos, improperios, verdades y exageraciones a sus compatriotas. Mal hace uno en tomarse todo lo que dice de manera literal, como creer que en serio piensa que la solución a la situación en Colombia se encuentra en una bomba atómica. Pero el señor Restrepo y otros más deben entender, que si fuese cierto que a Vallejo su patria le importa en lo más mínimo, sencillamente no le dedicaría tanto tiempo a sufrir por ella. Sufrir a su manera y ayudar a su manera de literato excéntrico. Y a muchos hace reaccionar. A Álvaro Restrepo lo hizo escribir una carta pública y a mi esta nota para contestarle.

David Felipe Muñoz
Médico

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