Cuatro propuestas para que los diálogos regionales no resulten en desastre

Cuatro propuestas para que los diálogos regionales no resulten en desastre

En su política de paz, Petro propone tres estrategias. Una son los diálogos vinculantes: territorio, actores, demandas sociales y conexión son fundamentales

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agosto 29, 2022
Cuatro propuestas para que los diálogos regionales no resulten en desastre

El presidente Gustavo Petro ha anunciado como meta principal de su gobierno, la construcción de la “paz total” en Colombia. Para alcanzarla, ha planteado tres estrategias: por un lado, la negociación política con todos los actores armados para acordar el cese el fuego, la reincorporación de los excombatientes a la vida civil, y la atención de algunas de sus peticiones. La segunda estrategia es llevar a cabo reformas jurídicas y administrativas que desatoren el sistema político y la gestión pública para atender con prontitud las demandas sociales y el desarrollo integral del país y de la democracia.

La novedad es la tercera estrategia, la cual se encamina a llevar a cabo “diálogos regionales de carácter vinculante” generadores de acuerdos con la comunidad, y que harían parte del nuevo plan nacional de desarrollo. Se intuye que el carácter “vinculante” está encaminado a que el Estado atienda de raíz la diversidad de conflictos económicos, sociales, culturales, ambientales históricamente no resueltos y sus variadas expresiones en la multiplicidad de territorios urbanos y rurales del país, en los cuales se arraigan las múltiples violencias. Es lo que he llamado la construcción de “paz cotidiana y en efectivo”, que no es la ausencia de conflictos, sino de la violencia para tramitarlos; es la que se anida en el bienestar individual y colectivo, en el respeto a la vida digna y a los derechos humanos; es aquella que se respira por todos, todos los días y que transcurre en los barrios y veredas. No es una mera paz abstracta, para una noción abstracta de nación.

Para que la propuesta de “diálogos regionales de carácter vinculante” cumpla los cometidos anteriores y no corra el riesgo de convertirse en otra frustración más, es necesario dotarlos de una organicidad enfocada al logro de resultados efectivos y oportunos, rápidamente apreciados por las respectivas comunidades. Hay hastío de guerra y de irrespeto a la dignidad humana y la gente anhela que de una vez por todas se cumplan los postulados del Estado social de derecho. Muchos de esos resultados esperados ya fueron dispuestos por los ciudadanos cuando votaron e impusieron un mandato por el cambio en los términos del programa de gobierno “Colombia, potencia mundial de la vida”. De la misma manera, lo que la gente reclama y necesita, en muchas regiones urbanas y rurales ya se ha dicho en los incumplidos “memoriales de agravios” de las comunidades locales que les subyacen a las protestas ciudadanas, y en los cuales reside buena parte de la conflictividad y la violencia en cada territorio.

También es necesario llamar la atención sobre el carácter vinculante de los diálogos, el cual no puede terminar solo en el plan nacional de desarrollo. Sabemos que el plan nacional de desarrollo (casi siempre desfinanciado y sin sistemas de ejecución oportuna y de rendición de cuentas sobre sus resultados efectivos), a pesar de ser mandatorio legalmente, es apenas indicativo para la acción coordinada de todas las entidades del Estado. En los voluminosos planes nacionales de desarrollo “cabe todo" (ahora se anuncia uno de no más de 120 páginas); se elaboran con la participación de múltiples actores sociales en múltiples foros y talleres regionales que son complementados con recomendaciones que hace el Consejo Nacional de Planeación (que tiene amplia representación de sectores sociales y económicos nacionales). También es sabido que estos planes poco se cumplen en realidad. En este contexto, los resultados de los “diálogos regionales de carácter vinculante” no pueden correr el riesgo de convertirse en otro petitorio ciudadano, que no se va a cumplir con prontitud.

¿Qué hacer, para que esta estrategia novedosa llegue al feliz puerto de “la paz cotidiana y en efectivo”? Van cuatro propuestas:

  1. Partir de una nueva dimensión de lo territorial. En primer lugar, acordar de qué regiones se está hablando como escenarios de dichos diálogos y para el desarrollo de sus respectivos acuerdos. Es evidente que no se trataría de los territorios representados en la desvencijada organización político administrativa del país (departamentos, municipios, distritos, etc.), que hoy son solo circunscripciones electorales. Se trataría de territorios urbanos y rurales con una común-unidad, es decir, con geografías e historias de poblamiento compartidas, con desafíos socioeconómicos y de conflictividades semejantes, con realidades ambientales compartidas; con “actores” sociales y políticos reales y no con sus “mandaderos” alejados de la credibilidad de sus gentes; con potencialidades igualmente compartidas. Para identificar estos territorios hay varias fuentes: por un lado, múltiples estudios hechos durante los últimos 40 años por organizaciones sociales, centros de pensamiento y universidades regionales que por el centralismo son desconocidos. También se pueden tener en cuenta aquellas regiones que se identificaron en los diálogos de la Comisión de la Verdad y que comparten dinámicas particulares del conflicto. De la misma forma, se puede tener en cuenta la amplia gama de territorios que aglutinan o expresan “ausencias del Estado social de derecho” y que se evidencian en las protestas y reivindicaciones sociales. Otra fuente para identificar estos escenarios de diálogos regionales de paz, son los estudios hechos por “geógrafos de la violencia” que han identificado, entre otras situaciones, las llamadas “fronteras invisibles” para el dominio violento de territorios urbanos y rurales. Así mismo, también existe la identificación-demarcación de territorios realizados por entidades públicas para el logro de sus fines, tales como los que se representan en mapas de la organización de la policía (invito a que miren el mapa de la organización territorial de la policía), que se acercan mucho más a las realidades territoriales y socioeconómicas, que la actual división político administrativa del Estado.

 

  1. ¿Con quién y cómo se va a dialogar? Junto a la definición de los territorios escenario de los diálogos regionales, habrá que identificar los actores con los que se debe hablar, que con seguridad no solo son los vinculados a las dos partes tradicionales del dialogo: los del gobierno y los de las organizaciones sociales. Será clave auspiciar también, el dialogo entre los distintos estamentos de la sociedad civil para superar la “polarización” y las tensiones que entre ellos también existen. Pero, ¿quiénes representan la comunidad?; ¿será que solo son los lideres históricos de dichos territorios, los que, por ejemplo, se heredan las juntas de acción comunal?; ¿Cómo “dar juego” a nuevos liderazgos de jóvenes, mujeres y etnias? El rol de estos actores será construir la agenda común de la paz cotidiana y en efectivo, los cronogramas y los roles de las partes; será construir confianza y la utopía del habitar el territorio en armonía con la naturaleza y en paz. Será “religar” la sociedad, fortalecer la cohesión social, y la construcción del “nosotros” como nación diversa, pluriétnica y pluricultural. En este proceso habrá que dinamizar el uso las herramientas de la transformación digital que permiten una mayor participación ciudadana bien informada y en tiempos reales en los procesos de decisión, para lo cual habrá que mejorar el acceso a la conectividad en todos los territorios urbanos y rurales del país.

 

  1. Comenzar con “atender demandas sociales insatisfechas”, para aclimatar confianza y desactivar tensiones. Para iniciar los diálogos, el gobierno debería arrancar identificando, para atender con hechos reales, efectivos y rápidos, las demandas sociales represadas y que las instituciones conocen, porque en sus anaqueles deben reposar los múltiples acuerdos firmados con los lideres comunitarios y que se han incumplido. Comenzar los diálogos mostrando hechos que solucionen viejas reivindicaciones sociales en los territorios, además de desactivar tensiones, permitirá generar confianza, credibilidad social y recuperar el respeto de la gente en las instituciones de gobierno. Para ello es clave el actuar directo y con celeridad de las entidades públicas y de sus funcionarios (que deben convocarse y empoderarse como “agentes del cambio para la paz total”), sin operadores e intermediarios que cosechen el beneplácito social. Sin duda, muchos de los acuerdos tendrán que ir al plan nacional de desarrollo o a reformas constitucionales y legales, porque son estructurales para el país, como es el caso de la reforma a la justicia (para que la gente no tenga que hacer justicia por mano propia para combatir la impunidad), o de la recuperación del monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado social de derecho, pero la gente tendrá que esperar su centralista ejecución. Otros de estos acuerdos, pueden constituir la hoja de ruta de esquemas asociativos de entidades territoriales, o simplemente se materializarán en acciones de cogestión comunitaria para la consolidación de la paz cotidiana y en efectivo en barrios y veredas.

 

  1. Los diálogos también deben permitir el reencuentro con y entre los territorios. Las violencias rompieron el afecto por los territorios, el arraigo, el sentido de pertenecía, el cuidado de las criaturas del bosque y de sus hábitats y muchos otros símbolos de la topofilia, generaron estigmas y un desconocimiento real del país. Es por ello que la promoción de expediciones de reconocimiento y amor por los territorios y regiones (una comunidad en movimiento por la paz total), la sacralización y ritualización en los sitios de la violencia atroz, la recuperación de las costumbres y sabidurías ancestrales, deberían hacer parte de los diálogos regionales de carácter vinculante de los pobladores con sus territorios. De la misma manera, la promoción del respeto y amor por la vida en todas sus formas, de la cultura de paz, de la solidaridad y el afecto, deberían ser acciones transversales. Para estos efectos, las Casas Municipales de la Cultura, las emisoras de radio y televisión comunitaria, las pasantías universitarias, los colectivos culturales (de danzas, música, teatro, literatura, cine, televisión, etc.), las organizaciones sociales, la academia, y los llamados “influencers” de las redes sociales, pueden jugar un papel protagónico. Experiencias como la “Legión del Afecto”, serian de fundamental importancia para amalgamar la construcción de paz en las regiones del país con el dinámico, creativo y esperanzador liderazgo de los jóvenes.

Los siguientes pasos deben conducir a profundizar la democracia local y al logro de un ordenamiento territorial que permita el cuidado de la vida en todas sus formas, y que corrija el asfixiante centralismo.

 

 

 

 

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