Cuatro ediciones, miles de ejemplares vendidos: el por qué del éxito holandés del libro ‘Los Pizarro’

La traducción de Los Pizarro llega a Colombia: una crónica familiar e íntima sobre la historia del país cuyo éxito en Holanda explica el corresponsal Edwin Koopman

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diciembre 08, 2025
Cuatro ediciones, miles de ejemplares vendidos: el por qué del éxito holandés del libro ‘Los Pizarro’

La luz y el paisaje hacen pensar en el paraíso. Y quien viaje por ahí de inmediato queda atrapado por los sonidos inigualables del acordeón y la energía de los habitantes. Pero el periodista que escribe sobre esto no puede hacer otra cosa que buscar el porqué de la sangre, los muertos y la frustración de una paz incompleta. Esa debe ser la razón por la que Colombia sea conocida sobre todo por la violencia, el narcotráfico y los grupos armados.

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"Parecemos hijos de Drácula, necesitamos sangre", cita Robert-Jan Friele a alguien en su libro 'Los Pizarro. Una familia, tres generaciones y cien años de historia', una crónica bien gruesa sobre el país marcado por la violencia. Cuando la terminó de escribir, los colombianos le dijeron que se había olvidado de las cosas lindas del país. Pero Friele no podía hacer otra cosa, escribe: ‘Ese el destino de un país en el que conviven en perfecta armonía el cielo y el infierno. Al cielo no se le presta atención. En cambio, el infierno necesita una explicación.’

Que hayan hecho falta casi seiscientas páginas para eso no extraña. La historia compleja de Colombia no se deja atrapar en un librito de bolsillo. Querer desenredarla para un público amplio es algo arriesgado y también un enriquecimiento, porque un libro como éste faltaba en los Países Bajos, mientras que la guerra y la paz en Colombia – gracias en parte a los diarios de Tanja Nijmeijer – dominaban desde hacía años las noticias de América Latina en nuestros periódicos. No menos arriesgada es la decisión de hacerlo a través de una sola familia registrada en capítulos con títulos como en un archivador: 'Carlos, Bogotá, 1973'.

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Margoth Leongómez de Pizarro junto a sus cinco hijos en los años cincuenta. De izquierda hacía la derecha: Hernando, Carlos, Eduardo, Juan Antonio. (Foto: archivo familia Pizarro)

El resultado es un libro que engancha y se lee como una novela que quita el aliento. Friele pinta la historia de un país atormentado por el conflicto, desenredada con las vidas de tres generaciones del clan Pizarro. En muchos aspectos resulta ser una metáfora ideal para la historia colombiana. Empresarios, militares, académicos, guerrilleros, victimarios y víctimas, todo está ahí entre los descendientes del pater familias Juan Antonio Pizarro, 'El Almirante', con 'dos charreteras del tamaño de escobas en los hombros'. El más legendario es el exguerrillero y carismático candidato presidencial Carlos Pizarro, que fue asesinado durante su campaña en 1990; el más controversial es su hermano Hernando, por haber causado una masacre terrible.

Esa elección inevitablemente creó también un vacío. Aunque el conflicto armado no perdona a nadie, las estadísticas no dejan duda sobre quiénes son los más golpeados. Las familias campesinas explotadas, con millones echados de sus pueblos, los pelados que por la pobreza se ven obligados a meterse con uno u otro bando para acabar con 'el otro', en fin, la gente del común que no puede, como los Pizarro, largarse un rato a un apartamentico en París; de eso no trata el libro. Los Pizarro es la historia de la élite.

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El Almirante Juan Antonio Pizarro con su esposa Margoth Leongómez en el día de su boda, en 1947. (Foto: archivo familia Pizarro)

Fue una decisión consciente. Friele conoce el terreno. Fue cuatro años corresponsal en América Latina y vivió un tiempo en Bogotá, lo que por cierto no hizo que el trabajo fuera necesariamente sencillo. Aunque fuera porque sus informantes más importantes no eran los más habladores. 'Cuando se trataba de sus experiencias personales, escogía el silencio. Como todos de su generación habían escogido callarse', escribe Friele sobre el querido investigador —y exembajador en La Haya— Eduardo, hermano de Carlos y Hernando.

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Por extrovertidos que sean los colombianos, el conflicto lo cambia todo, sobre todo cuando se trata de la familia. Desconcertante es el momento en que Eduardo muchos años después del asesinato de su hermano Carlos recibe un correo electrónico. El remitente dice saber quién es el asesino, pero Eduardo cierra su portátil. No quiere saber. En Colombia, por la santa paz o la seguridad, ciertas preguntas deben quedarse sin respuesta. Quien habla mucho corre peligro, quien sabe mucho juega con su vida. Entonces mejor el misterio, incluso cuando se trata de la muerte de un hermano.

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Los hermanos Pizarro en las fotos de carnet para la Javeriana:

Sin embargo, Friele logró aprovechar su papel de forastero imparcial a quien se le puede confiar algo sin meter a nadie en problemas; esas cosas típicas que incluso —o tal vez precisamente— dentro de una familia se callan. 'Historias aparentemente inocentes nunca habían sido compartidas entre los protagonistas. Era porque no había historias inocentes', escribe. 'El miedo de hacerle daño a otro por meter sin querer el dedo en heridas viejas, a menudo ganaba a la curiosidad. Me tocaba a mí armar el rompecabezas.'

El rompecabezas se volvió un relato envolvente sobre secuestros, atentados y asesinatos y sobre esperanza, odio y frustraciones, que a veces trae recuerdos del Macondo de García Márquez. Eso tal vez es inevitable cuando se escribe sobre un país donde la realidad le gana fácil a la fantasía, pero reconocer y nombrar este realismo mágico es un mérito del autor. Como el matrimonio de la exguerrillera Nina Pizarro con un teniente pensionado: 'En una vida anterior, Nina y Rafael se habrían tiroteado sin piedad. Sin embargo, ahora vivían muy lejos de la política, en un hermoso valle donde siempre es primavera y los colibrís revolotean mientras de fondo se oye el murmullo de un río.’

Colombia es un país extremadamente conservador que parece estar atrapado en su propio conflicto, incluso después del acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. Los cien años del clan Pizarro refleja un círculo vicioso de desigualdad y lucha: 'Los Pizarro habían hablado y gritado, llenado periódicos y paredes de escritos, empujado y jalado, pero lo único que habían ganado era el derecho de ir en jeans a sus clases', escribe Friele.

Y sin embargo, a medida que en el libro aparece la tercera generación de Pizarro, parece que algo está cambiando. La guerra de los padres resulta haberse metido hondo en sus fibras, y determinar las grandes decisiones de sus vidas. Pero los nietos del Almirante quieren algo que las generaciones anteriores no podían: hablar del pasado, sacar hasta el fondo las cosas que se callaron, 'hablar de sus papás y mamás y su papel en el conflicto'. Esa es la generación que ahora llega al poder en un país donde al lado de la violencia que no para ya también hay un tribunal de paz que recoge testimonios, localiza fosas comunes olvidadas y reconstruye décadas de conflicto. Eso da esperanza.

Esta reseña fue publicado por el diario ‘Trouw’ cuando se publicó Los Pizarro en Holanda.

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