¿Cuántos más morirán en el país que yo conozco?
Opinión

¿Cuántos más morirán en el país que yo conozco?

Noticias de la otra orilla

Por:
marzo 03, 2018
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No me hago muchas ilusiones con este país. El mismo gobierno reconoce el asesinato de 50 militantes de las Farc en lo que va de la firma del pacto del Proceso de Paz, sin contar, por supuesto, con todas las otras muertes de más de 280 líderes sociales y defensores de Derechos Humanos que la propia Defensoría del Pueblo admitía en una estadística que sólo contenía los datos de julio 2016 a julio 2017. No especulemos, pues,  con las cifras del segundo semestre del año pasado y lo que va del presente, que todavía nadie tiene, pero que elevan la cosa a categoría de tragedia.

Todos esos seres humanos asesinados son hombres y mujeres, reclamantes de tierra, maestros, estudiantes, obreros, campesinos, pescadores, indígenas, afrocolombianos, que han ido cayendo como moscas por las balas indeterminadas de una derecha, comandada todos saben por quién, que quiere impedir a rajatabla que el país llegue a ninguna parte que no sea esa hacienda ubérrima y utópica en la que él pueda correr cercas a su gusto; en la que pueda recorrer la desmesura de sus fanegadas, jinete tirano de una yegüa garbosa  con el nombre de una vieja novia a la que le dice porquerías entre dientes mientras la castiga con la espuela; esa hacienda, metáfora perfecta de lo que somos como territorio, gran extensión rica y fértil para la pobreza, cementerio campestre de la paz colombiana; y especialmente en donde todos tengan que guardar el más religioso silencio ante su palabra permanentemente errática, so pena de que te dé en la jeta, marica!

Son ya entonces legiones de ciudadanos que además de ser solamente pobres tienen el común denominador de ser activistas sociales vinculados a esta o aquella pequeña empresa comunitaria, junta comunal, o pequeña ONG empeñada en la construcción de la paz desde pequeños cimientos que se concretan en gestos como los de la construcción de una escuela o un puesto salud; la reconstrucción de una iglesia; el arreglo de una vía o una carretera; un proyecto de reinserción con jóvenes; un pequeño proyecto productivo con mujeres cabeza de familia; un colectivo de víctimas que luchaban por la recuperación de un pedazo de tierra; o por tal o cual legítima reivindicación muy seguramente contemplada en el marco de lo que consta en tal sentido en los acuerdos.

Es claro el deseo de país futuro ya expresado con el más acendrado odio, y de las más diversas maneras por voceros de muy diverso talante, y este no es otro que aquel que deja convertido el país en el corral “paraco” en el que sólo tiene dominio y expresión el ejercicio pleno de la corrupción que una mentalidad mafiosa, que ha logrado penetrar hasta las más insospechadas instancias de la vida nacional, impida a cualquier costo la construcción de una opción distinta de país como la que sin duda ofrece esta oportunidad histórica que le da la paz a Colombia y que no es otra que la de abrirse a nuevas posibilidades de entendimiento político, social y cultural; intentar la subsanación de los terribles desequilibrios sociales y económicos que tienen a Colombia en el ranking de los países más desiguales del planeta.

 

La verdadera campaña, el summum de sus contenidos programáticos
se expresa a muy diversos niveles con un amplio repertorio de voces y de gritos,
chistes y memes, murmurios y calumnias

 

Y mientras  los mandaderos-candidatos de estas fuerzas de derecha musitan leves argumentos civilizados para poder encajar en una supuesta campaña electoral democrática en la que ellos participan, la verdadera campaña, el summum de sus contenidos programáticos se expresa a muy diversos niveles con un amplio repertorio de voces y de gritos, chistes y memes, murmurios y calumnias, pruebas supuestas y documentos de dudosa factura, y, cómo no anotarlo, las más sentidas expresiones de odio y repudio por el otro diferente que se atreve a pensar y hacer la política en una dirección un poco o un mucho distinta a la que el patrón designa. Y, desde luego, la conducta no deseada se castiga con la expulsión, el extrañamiento, el vejamen público, o si es del  caso,  con la eliminación física de todo aquel que represente la certeza de ser opositor, a sus ideas, a sus proyectos, a los negocios de sus hijos, al ocultamiento de los cientos de crímenes que el país y el mundo ya conocen.

Para Uribe, líder indiscutible de la filosofía y el accionar paramilitar que llevó a este país a convertirse en el charco de sangre que siguen hoyando los cascos de sus caballos de paso y las camionetas blindadas de sus devotos secuaces en la larga noche que no acaba, este es un momento en el cual Colombia no puede dejar de ser la finca de sus sueños, que ya hemos descrito; y si no, será entonces - para su pequeña y absoluta manera de ver las cosas - ese país inviable, esa tierra de nadie, a la que habrá que meterle fuego desde todos los flancos, para ver salir huyendo o ardiendo a todos sus enemigos.

Lo dirán las estadísticas. Si acaso.

 

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