Cuando la vida nos sorprende
Opinión

Cuando la vida nos sorprende

Con su profesión equivoca, Szyszlo siempre pintó las escaleras de la muerte

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agosto 07, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

La tierra se convirtió en pequeño perdido en un Cosmos y Dios desaparece mientras el hombre con Nietzsche es un mono con la enfermedad de una conciencia hipertrofiada. Esa angustia filosófica es el testimonio de una inseguridad del hombre.

Como un humanista del siglo XX, Szyszlo hablaba siempre con profunda lucidez- Desde la guerra y la paz, sobre la ética y la estética. Sobre lo sagrado y lo profano. Sobre la vida y la muerte.

Su motor interno fue siempre la poesía. Rilke siempre estuvo cerca del alma y César Vallejo su interminable guía. Cesar Moro y Emilio Westpalen sus amigos. Octavio Paz fue su otro compañero de ruta, otro amigo cercano quien trató de describir lo incomprensible en El arco y la lira. “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de salvar el mundo, la creatividad poética que es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro… Es donde una plegaria al vacío diálogo con la ausencia, el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan”.

 

De Szyszlo con los escritores Octavio Paz, Damián Bayón, Mario Vargas Llosa y Guillermo Cabrera Infante. Foto: Penguin RandomHaouse

Por otro lado, encontramos el lado racional de lo irracional en su cercanía con el pensamiento: lo surrealista y el arte. Lo más importante eran los profundos misterios de lo “sagrado laico”. En la representación del objeto donde prevalecen las emociones del ejercicio mental.

La pintura de Szyszlo proviene de la imaginación y sus ancestros, de las regiones oscuras del sueño donde salen sus universos sin tiempo y se unen lo precolombino con la abstracción.

Dos mundos que recorren caminos ásperos y donde, lo más importante de la poesía es el color en contraluz. Como Mantegna el pintor del Renacimiento italiano, encuentra la búsqueda de lo maravilloso que se ha perdido entre lo racional y lo irracional.

Fernando De Szyszlo nace en 1925 en el barrio Barranco de Lima de un padre polaco, geógrafo que se quedó atrapado en el Perú por la guerra y su madre era una peruana. En su condición de hijo era enfermizo y pronto supo cómo cambiarle el sentido de la soledad. Encontró su refugio en los libros que encontraba en la biblioteca de la familia de su madre y del poeta Valdelomar.

Creció sin entusiasmo en la rutina del Colegio de la Inmaculada. Lo redimía su mundo secreto, copiaba en los baños, mientras evadía la merienda.

Copiaba en silencio por impulso hasta 1944, ingresó por fin a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Católica de Lima con el síntoma quebrado de que la arquitectura era su camino. Ya en 1945, pintó y vendió su primer cuadro de una naturaleza muerta y cubista en bajo relieve a un coleccionista que era cómo su padre: un melómano y la esposa de su amante.

Esa primera obra escueta la recuperó porque le dio significado a su rumbo: la certeza de que podía vivir de su creación.

En agosto de 1949 se casó con una maravillosa poeta: Blanca Varela. Ese mismo día tomaron un barco que los llevó a la costa francesa porque su destino era París que los llevó al encuentro con la magia de los Surrealistas como Breton, aunque la pintura abstracta estaba en su apogeo se le atravesó el exilio del Surrealismo francés.

En esa ciudad de convergencias universales se encontró con Vargas Llosa en el camino del lenguaje artístico, compartían el poema quechua sobre la muerte del indio Atahualpa que había traducido Wesfallen. Con el tiempo, llegó otro gran amigo que lo introdujo a los misterios de los ritos precolombinos.  El también seguía las certezas e incertidumbres en las traducciones e interpretaciones de Arguedas. La otra voz Inca o Nazca que hablaba sobre un otro orden del universo.

 

Szyszlo encontró la otra voz inca o nazca que hablaba sobre un otro orden del universo

El mundo era grande y él supo asumirlo: el modernismo de Matisse, la presencia de la abstracción, la fuerte figura de Roberto Matta. En el periodismo, estuvo con Vargas Llosa  con quien  trabajaba en un programa radial: “La Torre de Babel”. Como amaba la literatura, ser un cineasta era una ampliación visual de la narrativa.  Todos los días de su vida fue al cine.

En París nacieron sus hijos: Lorenzo y Vicente, quienes además de amigos fueron cómplices. Lorenzo, se le perdió en el camino, en un accidente aéreo, en 1996 mientras llevaba una exposición de su padre a Arequipa. Que se convirtió en un sueño de terror. Los tres compartieron proyectos arquitectónicos: de su casa y sus talleres hasta torres imaginarias para un virtual en casas hasta casas con el sello contemporáneo.

Con el tiempo, en el Perú encontró su compañera de vida y muerte: Liliana Yábar de Chueca. Me sorprendió su amor porque pertenecían a mundos diferentes.  En un viaje casual llegué a Lima y me comentó con una voz eterna y profunda y fresca “Me he casado con el amor de mi vida”. Verdad verdadera de siempre.  Sus personalidades eran contradictorias. Ella era una mujer despistada al lado de un águila rapaz. Szyszlo siempre correcto con direcciones precisas. Siempre atento a las rutas. Puntual. Audaz con la tecnología, mientras ella, jamás supo cuál era la derecha de la izquierda. Ese es el amor eterno.

 

En el Perú encontró su compañera de vida y muerte: Liliana Yábar de Chueca

Como maravillosos lectores, fueron proustianos hasta saberse el punto y la coma de los tres libros y fueron cómplices de cada frase. Ella lo acompañaba en el taller en sus aventuras creativas. Eran sociables, tenían entrañables amigos. Gozaban comiendo. Viajaban a Nueva York en primavera y en Perú en los inviernos.  Algunas veces y con otro descubrimiento, la complicidad fraterna se acompañaba en una histoira imaginaria, mientras Vargas Llosa hacía la geografía de sus relatos.

Lili y Gody -como les decíamos familiarmente- murieron juntos el 10 de octubre en un accidente doméstico.

Los quiero y los amaré por siempre

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