Cuando la 'sucursal del cielo' se convirtió en un pequeño infierno y en tierra de nadie

Cuando la 'sucursal del cielo' se convirtió en un pequeño infierno y en tierra de nadie

Las ciudades se conocen, como a las personas, en el andar. En Cali reconocerá una jungla de concreto degradada y dejada al arbitrio del desorden que reina rampante

Por: Jamal Said
mayo 11, 2023
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Cuando la 'sucursal del cielo' se convirtió en un pequeño infierno y en tierra de nadie

Sabiamente dijo Robert Musil —que, dicho sea de paso, dejó inacabada su magna obra El hombre sin atributos, sin que por eso no se pueda negar que es un excelente análisis de lo que fue el final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX— que “a las ciudades se las conoce, como a las personas, en el andar”. De verdad que sí: a las urbes se las distingue cuando se las recorre, pero principalmente —esto lo interpreto yo— cuando se observa su componente sociocultural.

Por consiguiente, si alguien camina por Cali —o si viaja en el MIO, claro está, si así le place recorrer la ciudad— fácilmente va a hacerse una idea muy rápida de donde se encuentra: en una jungla de concreto totalmente degradada y dejada al arbitrio del desorden que reina rampantemente por todas sus calles y comunas. Lo que en el pasado fue, según mi opinión, el mejor vividero de Colombia, sin duda alguna hoy no es más que una tierra de nadie en la que más de uno quisiera escapar.

Por todas partes —no es puro cuento, ni mucho menos terrorismo mediático— los amigos de lo ajeno esperan su oportunidad, conscientes de la pasividad de la fuerza pública; la violencia reina como una forma de intimidación y, por qué no, de supervivencia ante la intimidación que sufren los que honradamente se ganan la vida; en fin, se respira una sensación de inseguridad, sin que se escuche el clamor de una ciudadanía que realmente no sabe si está viviendo en el final de los tiempos.

Este fin de semana, por ejemplo, a un conductor del MIO, mientras se dirigía al barrio Decepaz, le dieron con una botella en el rostro. Según su agresor, porque iba demasiado despacio, como si eso fuera una excusa para agredir o manifestar cualquier tipo de inconformidad. ¿Qué le está pasando a los caleños? Esa es una pregunta que más de uno se hace, pero lo cierto es que la destrucción de los valores que fomentan el civismo llegó a un límite bastante crítico.

Los ancianos ya no salen a las calles, temiendo que los arrolle una moto o un carro —como le pasó a un vecino mío que hoy descansa en el reino celestial—. Igualmente, las mujeres no saben en qué momento les van a arrancar el bolso de sus brazos, ni mucho menos si van a recibir de parte del delincuente otra agresión. Todo esto demuestra una falta de autoridad, la desidia de un gobierno municipal que se hace el de la vista gorda.

Por eso creo que Jorge Iván Ospina, burgomaestre local, es en parte responsable de todo el caos que reina en Cali. ¿Por qué digo esto? Porque siempre ha estado del lado de los delincuentes, siendo el patrocinador de la Primera Línea y cómplice de todo el daño que estos facinerosos le hicieron a la ciudad. Gracias a ese fatal apoyo —que en otra parte le hubiese costado su destitución— se ha desarrollado una atmosfera en la que cualquiera puede hacer los que se le da la gana, exento de la amonestación que condene su falta.

La lumpenización de la ciudad es cada día más evidente, siendo muy pocos los que creen en los principios que honran la vida decente. A una parte de la población —es lamentable reconocerlo— solo le importa hundirse en su propio fango, el de la anarquía y violación de las normas que rigen la buena conducta. Lo repito, amigo lector: después del desastroso Paro Nacional —que, dicho sea de paso, fue orquestado desde Cali con Ospina— la delincuencia común es la que manda en la ciudad. Por lo que se ve, nadie se equivoca si dice, con el corazón en la mano, que esta va ganando la batalla.

Se acercan los vientos electorales, y estos traen sus propios candidatos. Está claro, al menos eso pienso yo, que votar por el que diga Ospina sería la peor elección que podría hacer el pueblo caleño. En otras palabras, es mantener la misma corruptela y desorden que se respira en las calles. Por eso resulta importante, sabiendo todo lo que hoy se vive, que nuestro voto sea consciente, para así sacar a esta bella tierra del lodazal en el que se encuentra hundida.

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