Cuando la ciudadanía está lista para un cambio de paradigma

Cuando la ciudadanía está lista para un cambio de paradigma

Hay momentos en la historia en que la ciudadanía está lista para el cambio histórico y los líderes también. Todo indica que se avecina una fisura política

Por: Antonio Segundo Vargas Mendoza
febrero 10, 2022
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Cuando la ciudadanía está lista para un cambio de paradigma
Foto: Pixabay

Gracias a la educación pública soy profesional en un país donde los que han gobernado históricamente lo que menos quieren es que el pueblo acceda al saber. En ese proceso formativo conocí numerosos hijos (as) de la desigualdad y la cultura del esfuerzo, soñando con ser grandes profesionales y los nuevos líderes que conducirían al país a la transformación social, económica y cultural.

A muchos de ellos los divisé completando dinero para un pasaje y volver a sus viviendas, los vi alimentarse mal, observé a muchos jóvenes en su ingenuidad ser cooptado por algunos movimientos verticales y fanáticos, noté el quebranto de lealtad en algunos estudiantes que se vendieron tempranamente a los políticos profesionales y criminales de pasillos, observé con dolor a más de un estudiante prospecto en la academia y la política morir - soñando con un país justo socialmente - destrozados por la esplendorosa seguridad democrática, incuestionable en aquellos años, y así observé muchas cosas más.

Ahora, ha pasado el tiempo, y distingo felizmente a muchos de esa generación, que lograron avanzar en sus sueños continuando sus estudios y laborando en sus convicciones, otros, que se sentían llamados a hacer de la política el arte del buen gobierno, probaron las mieles de una burocracia regresiva y creyeron haber cambiado de estrato social, otros, andan por ahí sobreviviendo, cargando a cuesta el sufrimiento de los que sobran en un país que ofrece muy poco a sus propios hijos (as), y así los ejemplos siguen.

Y traigo a colación esos recuerdos con nostalgia, toda vez que el tiempo no se detiene y Colombia hasta hoy sigue siendo ese país que lleva gobernado más de 200 años por las mismas elites premodernas que se rotan el poder, pero con los precipicios sociales y económicos intactos, un estado difícil de interpretar quizás porque aún está en construcción, a diferencia de Francia e Inglaterra que tal vez son más previsibles, posiblemente porque son naciones más homogéneas o antiguas.

Aquí Nostradamus no hubiesen alcanzado el reconocimiento social porque cada semana ocurre algo inesperado y/o diferente.

En Colombia los “gobiernos” que llegan al poder cambian la agenda, el lenguaje, las prioridades, los colores, las consignas, pero en el fondo el país y los problemas sociales siguen siendo los mismos. Cambian los protagonistas y lo fundamental permanece igual, por ejemplo el problema de la tierra hoy es casi el mismo problema de comienzos del siglo XIX, porque esta sigue concentrada en manos de unos pocos.

Pero nada es para siempre, algo transforma a los pueblos, y quizás sean varios elementos a la vez: la madurez ciudadana y desarrollo del carácter, la participación, la lectura y entendimiento de un programa de gobierno, las circunstancias históricas, las pestes, el hastío de los excluidos, etc.

Los franceses, para realizar su revolución política y derrocar a los señores feudales con su arbitrariedad, le apostaron a las ideas y el cambio. Por su parte, Italia y sus ciudades-Estados, antes de su florecimiento, eran controladas por los “condotieros”, algo así como la “Cosa Nostra” de la época, violentos y bárbaros como muchos de los señores de la guerra que nosotros padecemos y que se ufanan de hablar de “libertad y paz con legalidad”.

Luego Italia le abriría paso a una ruptura histórica mundial: el renacimiento.

Creo que hay momentos en la historia en que la ciudadanía está lista para el cambio histórico y los líderes también. Todo indica que se avecina una fisura política, social y económica inexorable.

Y esa Colombia en deuda con la modernidad, desde una óptica mental y comprensiva, la que se fascina con la violencia, la arbitrariedad y la rapiña, la que vota por el árbol genealógico de las mismas familias sucias e intocables del Congreso, podría ir quedando atrás, porque es factible que estemos frente a una generación quizás más solidaria, con mayor claridad de sus necesidades y tal vez con la capacidad de no seguir siendo alcahuetes de instituciones corruptas.

De darse el rompimiento, el proceso de transformación tomará más de cuatro años y mal o bien se sentará un precedente histórico.

Pues bien, mi generación, como todas, también se creyó destinada a rehacer el país para mejorarlo, y con todos los aciertos e imperfecciones, lo complejo y lo imprevisible que es este país, se está muy cerca del triunfo presidencial del candidato por el Pacto Histórico, Gustavo Petro Urrego, por consiguiente, la mayor tarea en los próximos días es garantizar en las urnas ese triunfo que recoge a esa diversidad poblacional excluida históricamente en Colombia, y no se vuelva a postergar la ilusión de ese cambio tan anhelado por cientos de Colombianos de a pie.

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