¿Cuándo entenderemos los roles que la vida nos asigna?

¿Cuándo entenderemos los roles que la vida nos asigna?

"¿Cómo pretendemos dar ejemplo cuando no respetamos, toleramos ni cumplimos la ley que nos rige?"

Por: Rafael Calles Moreno
julio 24, 2018
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¿Cuándo entenderemos los roles que la vida nos asigna?
Foto: Pixabay

Las sociedades durante el último siglo han estado sometidas a cambios trascendentales que forjan el carácter y el actuar de los individuos. Aunque en la mayoría de los casos factores externos a la voluntad cívica como las luchas de poder y la guerra fueron erigidas como las principales causas del retroceso social, es cierto que en la actualidad el origen de las discordias entre individuos nace estrictamente bajo nuestra responsabilidad. Es lamentable que, en mayor o menor medida, los ciudadanos tomemos partido de nuestros derechos por encima de nuestros deberes; únicamente con el fin de enmascarar nuestras continuas equivocaciones, los sucesivos actos carentes de respeto hacia el prójimo como también el desdén por las reglas.

Con un breve suceso, de esos que ocurren a diario y poco atendemos, pretendo mostrar la otra cara de la moneda: esa donde los deberes deben estar a la misma proporción de los derechos.

Hace pocos días me encontraba en una sucursal bancaria, repleta de personas en ese momento pues la fecha ameritaba el pago de salarios. Me disponía a leer un libro cuando un funcionario de seguridad se acercó a las personas que esperábamos nuestro turno y dijo: “Señores, tengan todos muy buenas tardes. Aunque las señales colocadas en cada pared indican la regla a seguir paso a recordarles que está prohibido el uso de celulares dentro de estas instalaciones”. Mientras ciertas personas guardaban rápidamente su teléfono para no sentirse aludidas, el guardia continuó diciendo: “los índices de fleteo y delitos bancarios han aumentado en forma descomunal, por favor les pido que atiendan mi solicitud pues solo quiero el bien para ustedes”.

La indiferencia ante el mensaje fue unánime. Algunas personas seguían escribiendo en su teléfono celular, otras tantas se hacían de oídos sordos mientras que el resto renegaba las palabras del señor con una tenue mirada de aburrimiento. Al observar la penosa actitud de los clientes el funcionario prosiguió diciendo: “Ojalá pudieran entender que yo tengo una labor de ambas caras: si no hago esta advertencia el banco me echa porque no le sirvo, pero si la hago mucha gente me dice: ¿es que se enamoró de mí?”.

En ese momento un comentario se escuchó al fondo de la sala. “Eso parece, ave maría que man tan cansón”, expresó a regañadientes una joven. El señor ante la intempestiva respuesta de la joven sonrió muy tranquilamente y se despidió diciendo: “Yo sí estoy enamorado: enamorado de mi trabajo, y comunico este mensaje con el mayor agrado a pesar que le disguste a muchas personas. Es una lástima que a estas alturas no hemos sabido entender los roles que la vida y nuestra actividad nos asigna. Tengan todos una feliz tarde”.

Mientras el funcionario se retiraba el desconcierto se apoderaba de nuestros asientos. Culpabilidad, rabia, fastidio, vergüenza eran los principales sentimientos que explicaban las caras de quienes presenciamos lo sucedido. Seguramente ninguno de los presentes tenía previsto irse del banco con una riqueza cívica mayor a la económica luego de semejante lección.

Los ciudadanos somos por demás exigentes. Queremos que nuestro país sea un referente mundial del respeto y la tolerancia, que los políticos cumplan las normas y que quienes incumplen la ley sientan la vergüenza de tal despropósito. Ahora bien, ¿somos conscientes de que cada día cometemos los errores que deseamos no ver en los demás?, ¿cómo pretendemos dar ejemplo cuando no respetamos, toleramos ni cumplimos la ley que nos rige?

Es la sumatoria de estas pequeñas pero negativas acciones las que condicionan nuestro actuar como ciudadanos, puesto que el peor error de una sociedad es permitir que una conducta errónea se transforme y acepte como un hecho normal.

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