Cuando el plagio pasa de lo académico a lo político

Cuando el plagio pasa de lo académico a lo político

Jennifer Arias manifiesta que la situación que hoy la hace viral se debe a únicamente a una cuestión de género y a su filiación política. ¿Se cae su argumento?

Por: Jay Bernardy
diciembre 07, 2021
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Cuando el plagio pasa de lo académico a lo político
Foto: Instagram/Jennifer Arias

Después de varias semanas en las que se puso en juego su prestigio e historia, la Universidad Externado de Colombia pudo concluir que Jennifer Arias, la tristemente célebre presidenta de la Cámara de Representantes, y su compañera de tesis, Leidy Lucía Largo, hoy por hoy nombrada en la misma entidad, tomaron abusivamente las ideas de varios investigadores para desarrollar su trabajo de maestría.

Con esto le hizo saber a la opinión pública –la cual la venía presionando– que por nada del mundo se perdona el plagio, y que los responsables de semejante escándalo, docentes y administrativos, ya no forman parte de su prestigiosa nómina. Igualmente, le ha hecho saber al Consejo de Estado que anule el título fraudulentamente conseguido, compulsando las copias de su investigación en la Fiscalía de Barbosa. Hay que ver si de verdad se llega a algo.

Sin embargo, ahora tiene que escuchar los reclamos de las egresadas, que manifiestan que el trabajo sometido a revisión no es el que ellas inicialmente entregaron –cómo saben cositas estas niñas–; por lo tanto, están exigiendo garantías para defenderse y limpiar su buen nombre. Una de ellas, la señora Jennifer Arias, manifiesta que la situación que hoy la hace viral se debe a únicamente a una cuestión de género y a su filiación política. Según este argumento, se la persigue por su éxito profesional y porque enarbola las banderas del uribismo, hoy representadas en el Centro Democrático.

Yo diría que su mal momento se resume en el descaro, en la falta de ética y en la podredumbre social en la que vivimos. Le va a quedar muy difícil tapar el sol con las manos, cuando el plagio ha sido demostrado en 11 páginas, las cuales no dan cuenta de las referencias bibliográficas que por ley debía mencionar. Esa es la cuestión: que se apropió descaradamente de la información de unos artículos legalmente registrados, confiada de que por ser uribista nadie la iba a reprender, aunque hayan pasado cinco años y El Externado no haya sido riguroso en la recepción de su monografía.

Ahora, queriendo envolver a la opinión pública y acudiendo a la gente que le ha alcahueteado su desfachatez, Arias sale a decir que para la verdad, Dios y el tiempo, y que realmente nunca pasó por alto los derechos de autor de los investigadores vilmente plagiados. Su estrategia es mantenerse en la mentira, siguiendo el ejemplo de todos los funcionarios públicos investigados por casos semejantes.

De algo que se denomina plagio servil, que según mi parecer también puede llamarse robo intelectual, con sus declaraciones ha hecho de algo académico toda una cuestión política, porque es en ese terreno en donde ella quiere salvaguardarse, diciendo que es una perseguida política a la que no se le perdona la prestancia que ha alcanzado. Considero que su descaro no tiene techo, ni mucho menos dejará de dar ejemplos del verdadero oportunismo.

Por lo pronto, el Externado de Colombia ha cumplido con su deber: desenmascarar a unas tramposas. En dos semanas sacó adelante su investigación, corroborando lo que el portal Plagio S. O. S. pudo descubrir sin tanta dilación. Sin embargo, queda un mal sabor de boca: ¿será que el uribismo está corrompiendo a todas las instituciones prestigiosas del país sin que estas se den cuenta?

Esta es una pregunta que debe responderse más de una mente sensata, porque lo de Jennifer Arias no solamente radica en aplicar debidamente las normas APA, ni mucho menos de pasar por alto los derechos de autor, sino que nos coloca a pensar en los funcionarios que están vendiendo su conciencia por unos cuantos pesos. Siempre debe primar, amigo lector, el esfuerzo personal, y lo que aquí se ha visto es cómo el mediocre, cuando le faltan facultades intelectuales, acude a su chequera, que, como en el caso de Jennifer Arias, puede ser cuantiosa.

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