Cortinas de humo
Opinión

Cortinas de humo

Nosotros, obedientes cautivos, solo seguimos las tendencias que la ola infinita de la desinformación nos arrastra hacia abismos inexplorados.

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diciembre 09, 2017
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No se trata de que nos quieren poner a ver, sentir, oler, tocar y oír lo que los dueños de la vida deseen. No se trata de que nosotros, simples borregos, obedezcamos ciegamente y sin reclamar. No se trata de que aceptemos fríamente nuestra condición de idiotas digitales y pasemos los instantes –no borgianos- entretenidos con lo que para el vulgo se produce.

¿Cómo construir ciudadanía digital en estos tiempos de falsas identidades?

Lo primero pasa por ser antes un ciudadano de carne, hueso y pensamiento, integrado a una sociedad real y transformadora. Que debate en la crítica y que es capaz de hacer discernimiento serio sobre lo que le ocurre a su familia, comunidad, comuna, barrio, ciudad, el departamento, la región y el país.

¿Vale la pena ser un ciudadano consciente frente a tanta indiferencia social?

Es una salida lógica y coherente para dejar de ser tratado como la masa de ignorantes por la que nos condenan todos los poderosos del planeta. Que no son muchos.

Las élites en general pertenecen al mismo club.

Los políticos saben qué quieren escuchar de sus votantes y por eso les arman debates y discusiones entre opositores y leales para medir las oleadas de adeptos según las conveniencias del momento.

Los empresarios producen lo que sus apetitos mercantiles les dictan y saben con entero conocimiento que es bueno y malo –para ellos- sin pensar en el que consume y los enriquece.

Los pastores y sacerdotes captan audiencias en medio de hordas de pecadores forzados a buscar la salvación de sus almas –aunque no la tengan- y evitar el fuego infernal inexorable.

¡Ellos no saben que en el infierno el pan siempre está caliente!

Los medios de comunicación ni son medios y tampoco comunican. Hacen el mandado a las élites y nos ponen a consumir lo que debe ser digerido por los “idiotas digitales”, lectores y oyentes.

 

Los medios de comunicación ni son medios y tampoco comunican.
Hacen el mandado a las élites y nos ponen a consumir
lo que debe ser digerido por los “idiotas digitales”, lectores y oyentes.

 

Nosotros obedientes cautivos, sólo seguimos las tendencias que la ola infinita de la desinformación nos arrastra hacia abismos inexplorados.

¿Es posible vivir sin consumir información?

Más que lo biológico, el humano de este planeta es un consumidor de información. El chisme en términos sociales fue más poderoso que cualquier poder tribal para formar sociedad. Cada vez que se intentaba comunicar con el semejante había una mediación de lo que el emisor captaba de la realidad y lo que su cerebro precario de entonces le ordenaba expresar a su par y la imaginación le permitía conjurar.

Hoy el chisme pasa por el rumor digital que navega y naufraga entre mediadores y dispositivos, entre redes sociales y con la ayuda de la tecnología, refina sus alcances y pone “a rodar”  verdades contadas desde la conveniencia de quien las inventa o perfecciona.

El chisme sigue siendo válido como argumento y canal alternativo entre las personas con y sin dispositivos digitales. Tiene el mismo poder que en la antigüedad se le confirió para exagerar, vilipendiar, comunicar o crear verdades intencionadas.

Las lenguas viperinas y mordaces de antes, siguen siendo reivindicadas en la actualidad con amplificadores medios digitales tan efectivos como el chisme que recorre una y mil versiones entre quienes los difunden.

Pero el sabor de la lengua viperina y mordaz está por encima de la frialdad de lo digital y siempre tendrá esa sal y pimienta del contacto humano con la sonrisa de quien escucha, la mirada de quien lo difunde y la conspiración entre creador y propagador de chismes para hacerse mutuamente felices.

El chisme seguirá siendo el canal alternativo distante y diferente de la verdad oficial, la subversión de la información social que camina paralela a las verdades que los medios quieren imponer. Es nuestro refugio permanente para crear una sociedad del conocimiento desde lo que se desea saber e inventar sobre el otro, tanto como lo que la ciencia busca en el universo.

Coda: ¿Qué sería de la lengua Caribe de nuestra bien amada “Niña Tulia”, la mamá de El Flecha, ese personaje del inolvidable David Sánchez Juliao, si ella tuviese whatsapp?

 

 

 

 

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