¿Cómo entender la reciente desaprobación de Uribe desde el psicoanálisis?

¿Cómo entender la reciente desaprobación de Uribe desde el psicoanálisis?

Según Freud, la insubordinación de los hijos al jefe de la tribu y su consecuencial inmolación se conoce como "matar al padre". Parece que eso es lo que está ocurriendo

Por: Julián Hernández R.
diciembre 19, 2019
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¿Cómo entender la reciente desaprobación de Uribe desde el psicoanálisis?
Foto: Instagram @alvarouribevelez

"Cuesta abajo", como el tango, así está la desaprobación (66%) del expresidente, senador y del hasta hace poco imbatible en las encuestas, señor Álvaro Uribe... "Si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el  dolor de ya no ser".

Interpretaciones hay muchas para tratar de explicar el inusitado desplome. Cada politólogo arriesga una hipótesis, pero quizá la explicación no provenga de la ciencia política, sino del psicoanálisis que puede darle sentido al naufragio de este Titanic de la política al detal que ahora está haciendo agua. Sigmund Freud, según el mito fundacional de la cultura (Tótem y Tabú), refiere de un padre autoritario y celoso (¿acaso Uribe?) que se queda con todas las mujeres para él (¿tal vez el poder?). Un día los hermanos relegados (¿las nuevas generaciones?) se aliaron, lo mataron y devoraron a su padre y así pusieron fin al progenitor absorbente.

Para una parte de la sociedad colombiana, el expresidente Uribe resulta ser el padre dominante de la tribu al que ahora los hijos rechazan y lo quieren ver lejos; para otros, en cambio, resulta ya no un ser humano, compuesto de "carnitas y huesitos" sino un sujeto semisagrado de la tribu: un "tótem", un objeto protector, omnipresente e inmortal ("expresidente eterno").

La insubordinación de los hijos al jefe de la tribu y su consecuencial inmolación se conoce, según Freud como "matar al padre". Y Álvaro Uribe la está padeciendo, simbólicamente, por medio de las desfavorables encuestas de opinión.

Las primeras manifestaciones de hartazgo a su figura se habían venido presentando desde hace algún tiempo. Unos tomatazos en Soacha entre arengas de "Soacha no olvida los falsos positivos" (anteriormente el susodicho había manifestado que "de seguro, esos muchachos no estaban recogiendo café"), voces de "Uribe paraco", "Boyacá no lo quiere" en Tunja, o "Uribe, fascista, usted es terrorista", en Londres —por citar algunos casos—, fueron una clara revelación que los hijos tenían algo que enrostrarle al padre.

La nueva clase media ilustrada no le perdona al padre los "falsos positivos", el Agro Ingreso Seguro, la repudiada Ley 100, el recorte de las horas extras, las zonas francas (vienen varios etcéteras), o el sencillo hecho que se valiera de la socorrida intimidación "castrochavista" y de los miedos colectivos para imponer un presidente, según él dijera. Las almas en pena de Castro y Chávez y la cacareada entrega del país a las Farc, en conjunto, fue una receta que caló en la psicología de masas, aunque no fuera cierta. Dio tanto resultado la sobrevaloración enemigo que nunca iba a llegar, que hasta sirvió para que Álvaro Uribe se mandara a hacer unos arreglos de modistería constitucional para reelegirse una vez y hasta intentar otra más, a pesar de haber dicho, con la credulidad que inspira un buen padre: "la reelección inmediata no me convence, porque entonces puede ponerse el gobierno a buscarla". El resultado de ese remiendo a la carta política fue un traje que no guarda proporción con la talla de quien lo viste. Para ilustrarlo mejor fue como el frac que lució don Álvaro con don Juan Carlos y don Felipe. La camisa vomitada por una manga del saco, las tetillas apretadas, el fondillo muy ceñido. No cabe duda que don Álvaro es de "constitución" pequeña.

El fantasma de la protesta y el descontento recorre el ambiente y detrás hay un hartazgo latente contra el método uribista que buena parte de las nuevas generaciones no quiere cargar, de ahí ese deseo freudiano de poner fin a la regencia del padre. Ese padre rudo y trabajador, de sombrero (para "moler todo el día"), carriel (para guardar la plata) y perrero (para imponer orden). Ese padre camorrero y atravesado que no se queda con nada ("sea varón y quédese a discutir de frente" o "pregúntenme lo quiera que hoy estoy cargado de tigre"), amarrado a valores morales en desuso: "aplacen la sexualidad, que eso tiene una relación con la familia. Ese gustico es para la familia".

La tesis freudiana puede explicar las razones por las cuales hay un rechazo manifiesto al expresidente eterno, sin embargo, hay otra tesis, quizá menos rigurosa que la anterior, pero mucho más sabias y que no pueden descartarse de plano. Fue expuesta por Bernard Shaw y sostiene que "los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo… y por los mismos motivos".

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