Colombia y Venezuela: del Congreso de Cúcuta al restablecimiento de relaciones bilaterales
Opinión

Colombia y Venezuela: del Congreso de Cúcuta al restablecimiento de relaciones bilaterales

Es una irresponsabilidad mayor que Duque juegue con millones de familias binacionales y con la economía fronteriza por seguir siendo peón de un ajedrez geopolítico

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octubre 09, 2021
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Esta semana el presidente Iván Duque demostró por enésima ocasión su desconexión con la realidad y su desconocimiento supino de la historia. Mientras desde Caracas se ordenaba a desbloquear los pasos fronterizos y normalizar el flujo binacional, respondiendo a un clamor de los gremios empresariales de ambos países, y a la gestión humanitaria de Fredy Bernal, la cancillería colombiana hacía una cumbre presidencial con un presidente y un canciller de un gobierno imaginario, generando rechazo incluso de sectores de la derecha colombiana que reconocen el fracaso de la política exterior uribista, desahuciada por el  mismo Departamento de Estado norteamericano.

Es una irresponsabilidad mayor que Duque juegue con las millones de familias binacionales y con la economía fronteriza por seguir siendo peón de un ajedrez geopolítico. Más irresponsable aún, si  hoy el rey y los alfiles no siguen el juego de este peón. El estado colombiano está más papista que el papa, porque mientras que EE. UU. y la oposición venezolana reconocen el Gobierno de Miraflores, como queda evidenciado en la mesa de diálogos de México, Duque quiere otorgarle funciones estatales a una camarilla política parasitaria que no tiene control alguno sobre el territorio o la institucionalidad en el hermano país. Las relaciones diplomáticas no se tratan de adherencias ideológicas o morales, sino de realidades y búsqueda del bienestar de connacionales y de la población en general, máxime cuando estamos entre dos pueblos que son uno mismo, por historia, geografía, economía y vida. Ni siquiera Trump cometió la estupidez de reconocer como “gobierno interino” sempiterno a un líder de la oposición cubana para instalarle la Oficina de Asuntos Norteamericano en su casa, u otorgarle cupo en una cumbre de la OEA, porque justamente sabía que los intereses de su electorado, quedaban en riesgo.

Historia y actualidad se unen en esta crisis y conmemoración de Villa del Rosario. Pareciese una gran caricatura, pero nuestra realidad supera cualquier parodia. La arbitraria repartición limítrofe entre las actuales Colombia y Venezuela es una herencia colonial que ni siquiera se encontraba consolidada cuando empezó el levantamiento independentista. Cuarenta años antes de las juntas en Caracas y Santa Fe, todavía territorios iban y venían entre Santo Domingo o Lima para conformar los antecedentes directos de los dos estados que nos quieren dibujar como naturales. Bolívar tuvo la virtud de comprender que el triunfo de la rebelión de independencia requería un proceso continental y con vinculación de los sectores populares, estrategia que le brindó frutos con la liberación de Santa Fe y Tunja trepando desde los llanos de la Orinoquia. Mientras tanto, de forma algo apresurada Santander concibió la independencia como un problema legal y convocó un congreso constitucional -literalmente en el patio de su casa- mientras los bolivarianos seguían combatiendo no solo en Venezuela, si no para liberar la actual Costa Caribe Colombiano y el Cauca. Por ello hace un par de meses hablé en esta columna de unos bicentenarios paralelos, en varios sentidos. Y por ello mismo, el bicentenario constitucional se celebra apenas este mes, de un congreso iniciado en mayo de 1821, porque solo fue hasta octubre cuando los combatientes en cabeza de Bolívar, pudieron arribar a Cúcuta luego de ganar en batalla Carabobo o Cartagena.

A doscientos años del Congreso de Cúcuta, hemos perdido la esencia de nuestra primera constitución independiente: la unidad de la Patria Grande. Duque invitó a Guaidó pero no al presidente de República Dominicana, porque supongo que ignora que dicho pueblo se adhirió a la Gran Colombia hace dos siglos. Homenajear la creación de la Gran Colombia azuzando un clima de guerra regional y pactos militares imperiales, afectando a migrantes de ambos países y a toda la población fronteriza, es un exabrupto. Ahora, si perdimos la esencia de la Constitución de 1821 nos quedaron sus formas lamentablemente: la trampa, la marrullería, el legalismo, el beneficio a los poderosos,  todo aquello que dio al traste tempranamente con el sueño grancolombiano y que tuvo como expresión en dicho congreso la persecución contra el precursor Nariño.

Tras la disolución de la Gran Colombia, elites de Caracas y Bogotá insuflaron una pugnacidad contra cada nación hermana, pretendiendo hacernos olvidar que como con Ecuador fuimos y seremos el mismo pueblo. Chovinismo vulgar, que llegó a derivar en xenofobia, primero contra la diáspora colombiana atraída por la bonanza petrolera en Venezuela, y ahora en racismo contra la ingente migración venezolana – y colombo-venezolana- que ha llegado o -mejor aún- retornado al país. El centralismo colombiano abandonó la extensa y porosa frontera fue desamparada a su suerte, excluida del mal llamado Triángulo de Oro del desarrollo nacional. Si en Venezuela se generó “rentismo petrolero” en la zona fronteriza colombiana, sufrimos de un “subrentismo petrolero”. Una economía que subsidiaria aun en gran medida de una economía anclada a los precios del barril. Una economía que vivía de Venezuela y por tanto dependiente absoluta de las relaciones bilaterales. Comercio bilateral y relaciones binacionales en crisis, realidades inmutables mientras tozudamente Duque insista en cargar con un presidente ficticio.

Desde Bogotá se ha permitido, cuando no promovido, la informalidad y la ilegalidad en la frontera colombo-venezolana. De los carteles del contrabando a la Bonanza Marimbera, de las mafias migratorias a la expansión narcoparamilitar que desde 1999 sigue controlando hoy los pasos fronterizos por los que curiosamente entró Guaidó hace 2 años, y la senadora Milla Perdomo del Centro Democrático recogió al fugitivo exacalde Antonio Ledezma. Realidades impensables en un territorio ultramilitarizado y con presencia de marines norteamericanos, si no hubiese alguna cuota de complicidad oficial.

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Creo que urge un Pacto de Fronteras, independientemente de quien gane las próximas elecciones

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Las cifras son elocuentes. En el área metropolitana de Cúcuta, la pobreza supera el 53 %, en el Norte de Santander el 58 %  y en La Guajira el 66 %. La pobreza extrema en todos los departamentos de frontera duplica el promedio nacional. Mientras tanto con Venezuela, en 2013 los gremios colombianos tenían una balanza comercial con superávit de más de 1.500 millones de dólares, que se han perdido para el empresariado, el empleo y la consecuente tributación en Colombia, por la ruptura de relaciones comerciales. Cuando con el resto del mundo tenemos saldos en rojo, con Venezuela teníamos saldo favorable, y de productos manufacturados y agroindustriales, no de materias primas. Con la frontera cerrada y las relaciones comerciales rotas no se va a caer Maduro, sino es el pueblo colombo-venezolano y su economía, las que padecen.

En mi vinculación al Pacto Histórico propuse un pacto con los pueblos hermanos de Nuestra América. Creo que urge un Pacto de Fronteras, independientemente de quien gane las próximas elecciones. Paz regional, integración económica regional, atención social a la migración de lado y lado de la frontera y desarrollo fronterizo binacional. Plan social de choque y apoyo a los gremios y al emprendimiento fronterizo.  Lo demás es seguir inmolando a dos países por fanatismos ideológicos y cálculos electorales. Tiene razón Duque en su intervención en Cúcuta sobre la reapertura del lado venezolano: “No nos vamos a prestar de idiotas útiles a pretensiones electoreras”. Supongo que dicha sentencia la emitió mirándose al espejo, o como mensaje a la convención de su partido. No hay mejor homenaje al bicentenario de la Constitución de Cúcuta que avanzar decididamente en la normalización de las relaciones binacionales.

Solo una pregunta: ¿Por dónde entra y sale Guaidó a Colombia? ¿Qué autoridad venezolana le sella su pasaporte? ¿Será que Migración Colombia nos podría contar?

 

 

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