Colombia firma un papel con China y de repente, los titulares gritan que Petro nos vendió al comunismo, que el dólar se cambia por yuanes y que Beijing ya tiene las llaves de la Casa de Nariño. El gobierno colombiano suscribió un memorando para unirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, como se llama en español a la famosa “nueva Ruta de la Seda” de China.
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La Ruta de la Seda es un proyecto global de China lanzado en 2013 para financiar y coordinar infraestructura como puertos, trenes, carreteras, redes 5G, y zonas logísticas. La Iniciativa de la Franja y la Ruta abarca acuerdos bilaterales con más de 150 países centrados en cooperación logística, energética, portuaria y digital.
Eso es algo que en la geopolítica y el sistema de relaciones internacionales se llama, soft power. Como les cuento, más de 150 países han firmado memorandos parecidos, Italia, España, Chile, Argentina, Arabia Saudita y Uruguay entre muchos otros.
Es una red de acuerdos bilaterales donde cada país negocia sus términos, siempre bajo sus propias leyes. En Colombia, cualquier proyecto que salga de esto, tendrá que pasar por licitaciones, controles fiscales, revisiones ambientales y el escrutinio de siempre. Nada se impone, todo se negocia.
China invierte en infraestructura como símbolo de cooperación, creando dependencia logística, tecnológica y financiera. Crea relaciones de dependencia “amistosa”. No impone reglas directamente, pero organiza el comercio global a su favor y reconfigura rutas, sistemas de pago y estándares técnicos, influyendo así en el tablero internacional.
Es un método en el que no se necesita imponer: simplemente se ofrece. En lugar de condicionar, financia. En vez de castigar, construye. Así, va tejiendo un mapa alternativo de relaciones internacionales donde la fuerza no se mide en tanques, sino en ferrocarriles, redes de fibra óptica y corredores comerciales. Pero ojo, todo en esa ruta, no viene bordado en seda, ni es color de rosa.
Ahora, paremos un segundo y hagamos cuentas. ¿Cuántos países comercian con China y con Estados Unidos? Prácticamente todos. De los 195 países reconocidos por la ONU, al menos 190 tienen relaciones comerciales con ambos gigantes, según datos de la OMC y el Banco Mundial. China es el principal socio comercial de más de 120 naciones, desde Brasil hasta Australia, mientras que EE. UU. lidera en unas 70, incluyendo México y Canadá. Es decir, casi todos los países juegan en las dos canchas, Colombia ¿por qué no?
Por ejemplo, Alemania exporta carros a China y maquinaria a EE. UU. Chile vende cobre a Beijing y vino a Washington. Vietnam fabrica tenis para ambos. No se trata de elegir bando, sino de jugar inteligentemente. Colombia, que ya comercia con los dos EE. UU. nos compra café, China nos vende de todo, no está inventando el agua tibia al firmar este memorando. Entonces, ¿por qué el alboroto?
Obvio, la política criolla. ¡Macondo! Si un presidente de derecha hubiera firmado lo mismo, lo habrían aplaudido por “diversificar mercados”. Pero como es Petro, se convierte en una conspiración comunista. Este doble rasero es puro ruido. El mundo no funciona así. México, Corea del Sur, Sudáfrica, todos negocian con China y EE. UU. sin dramas. El problema no es firmar con China; el problema es cómo lo manejamos. Y ahí, queridos y queridas, es donde Colombia tiene un talón de Aquiles del tamaño de los Andes: la corrupción.
Hagamos memoria. ¿Se acuerdan de Odebrecht? El fenómeno qué nos mostró el riesgo hemisferico de la corrupción, justo, cuando la lucha contra la corrupción se estancó en la fiscalía dirigida por Néstor Humberto Martínez Neira. Nos costó y nos sigue costando subdesarrollo y miles de millones en perdidas, mientras políticos y contratistas se llenaron los bolsillos. ¿Y qué tal Reficar? La remodelación de la refinería de Cartagena, que pasó de costar 4.000 millones de dólares a más de 8.000 por sobrecostos. O Isagén, vendida en 2016 a un fondo canadiense en un proceso que muchos criticaron por opaco y por subvalorar una empresa clave.
La Ruta de la Seda puede ser una oportunidad brutal: modernizar puertos como Buenaventura, conectar regiones con trenes, abrir mercados para nuestro aguacate y nuestro cacao. Pero también puede ser un desastre si repetimos la historia. Ya pasó en Sri Lanka: se endeudaron hasta las cejas para construir el puerto de Hambantota, sin estudios serios ni estrategia clara. Cuando no pudieron pagar, una empresa china se quedó con el puerto por 99 años.
Los contratos se inflarán, las licitaciones se manipularán, los amigos del poder se ubicarán
Como en la novela de García Márquez, todos saben lo que va a pasar, pero nadie lo enfrenta. Los contratos se inflarán, las licitaciones se manipularán, los amigos del poder se ubicarán, los grandilocuentes Néstor humberto´s, saldrán a hablar del estado de derecho… Lo sabemos. Lo hemos visto. Lo seguimos permitiendo.
Es crónica de una muerte anunciada y como en la novela, el pueblo como siempre, mira hacia otro lado, … mientras Santiago camina hacia su destino. El riesgo no es China. El riesgo es que sabemos perfectamente que somos un país que convierte oportunidades en desastres de corrupción. El verdadero enemigo de Colombia no está en Beijing ni en Washington. Está en Bogotá, en las oficinas donde se firman contratos a dedo, en los escritorios donde los proyectos se inflan como globos, en los pasillos o en las oficinas donde, los sobornos se normalizan: “ji, ji, jiii, esto es una coima marica”
@hombreJurista