Colombia y su diamante en el diente
Opinión

Colombia y su diamante en el diente

Por definición, los colombianos –excepciones las hay y muy honrosas- somos “mañés”.

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agosto 13, 2015
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La fauna, la flora, los páramos, los llanos, las montañas, los mares, los ríos…, son dones que la varita mágica le dio a Colombia al nacer. Pero como a todo cuento que se respete, a este también le apareció la bruja con el hechizo.

¡Llenó su geografía de colombianos!

Y, por definición, los colombianos –excepciones las hay y muy honrosas- somos “mañés”.

(Sí, ya sé que la palabreja es un antioqueñismo no certificado aún por la RAE, ni aceptado por la capital que prefiere la “lobería” a la “mañesada”. Sólo que descontando el expresivo “hortera” de los españoles, ningún otro vocablo popular le llega a los tobillos al “mañé”. Una foto del Divino Niño en un portarretratos es mañé, una bandera del equipo de fútbol en el espaldar de la cama también; los lagartos que roban cámara en los cocteles son mañés; unas botas peludas hasta la rodilla y las muñecas empelota en los retrovisores lo son; opinar “de que” es mañé, “colocarse” preocupado sí que lo es. Y así los ejemplos, hasta que el infinito se quede sin estrellas).

Aunque, bueno, para no torear a los defensores del lenguaje alambicado que por estos días de tregua chicha se dan silvestres, cambiaré mañé por antiestético.

No volveré a decir, entonces, que cualquier esfuerzo que haga Colombia por estar y lucir bien puede fracasar porque, simple y llanamente, es mañé. De pronto va y se me enfurrusca Villegas, tan susceptible que está a cualquier discrepancia o interrogante de los periodistas o de los ciudadanos de a pie. De ahora en adelante, desescalaré el lenguaje y diré que el ministro es prudente cuando no responde preguntas y Colombia es antiestética cuando pela el cobre.

O el diente que es peor.

Por eso le iría mejor con la boca cerrada. No le entraría  mosco, ni se le notaría ese diamante que lleva incrustado en la sonrisa, al mejor estilo de Diomedes Díaz, quien, al paso que va, rapidito lo tendremos en el santo vecindario de la Madre Laura. Tiene telenovela, tiene devotos, tiene altar, tiene Congreso…

Sobre todo ahora que cursa en la Cámara un proyecto de ley que busca otorgarle una especie de beatificación laica; no al cantante, a lo cantado. ¿Es así la cosa? Los representantes promotores de tal reconocimiento alegan que no se puede desconocer el aporte sociológico y literario de sus canciones a la cultura nacional (nadie lo hace), y que García Márquez dijo una vez que Cien años de soledad era un vallenato largo –supongo que pensando en Escalona, Leandro Díaz o José Barros, antes que en Diomedes- y que Wikipedia está repleta de grandes artistas que fueron regulares personas; incluso reproducen un listado de nombres propios, cultos que son nuestros congresistas.

Y acuciosos.

Conscientes del platal que les pagamos por legislar y no habiendo sobre qué legislar en un paraíso, cual es Colombia, pues -para no consumir pila, ni dormitar en la incomodidad de las curules, ni dar papaya ausentándose del recinto- uepajé, se pegaron de una valiosa e iridiscente pieza dental para promoverla a símbolo patrio. (No sería de extrañar que dentro de poco en las escuelas, al menos del Cesar, los niños, por ley, tuvieran que rendirle honores al diente de Diomedes antes de comenzar las clases). Con el argumento falaz de que nada qué ver con la vida privada. Pero si es que la afición a las drogas y a las mujeres, y los escándalos que protagonizó, fueron composiciones de su propia autoría, interpretadas en público.

No se hagan los bobos, señores. No finjan haber olvidado el caso de la joven Doris Adriana Niño, el dolor que produjo su inexplicable muerte en la familia y las muchas voces de rechazo que se levantaron en contra del comportamiento de un Cacique que, por cuenta de la juglaresca, parecía tener patente de corso para violentar a los demás. (Y, además, ser aplaudido por ello). No disimulen haber sido timoratos a la hora de rechazar la violencia de género y de aprobar sanciones condenatorias para los perpetradores de malos tratos. No ignoren que cualquier parecido con un diamante en el diente no es mera coincidencia en el Capitolio Nacional.

COPETE DE CREMA: Y que les quede claro: pensar que es vergonzoso que prospere en el Congreso la propuesta legislativa de marras, mientras montones de proyectos fundamentales para el mejor estar de la población encallan por falta de socialización o se hunden por falta de quórum, no es pataleta moralista, que para eso el procurador está sobrado. Es grito vagabundo contra la sonrisa diomédica que se le ha encajado a Colombia en todas y cada una de sus múltiples personalidades. Patético. Y mañé.

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