Colombia está llena de lobos disfrazados de pastores

Colombia está llena de lobos disfrazados de pastores

A propósito de los casos de los tres generales del Ejército que fueron salpicados por denuncias de malos manejos

Por: Juan Manuel Álvarez Avendaño
julio 10, 2019
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Colombia está llena de lobos disfrazados de pastores
Foto: Facebook Ejército Nacional de Colombia

Adelmo Fajardo Hernández, Jorge Romero Pinzón y Eduardo Quiróz, esos nombres pertenecen a altos mandos del Ejército que fueron denunciados y tienen investigaciones en la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría por dudosos episodios en su oficio.

Al primero, se le acusa de pedir dineros a sus compañeros para “bobaditas”, como vacaciones personales con su familia; al segundo, por un dudoso manejo de recursos del Estado (cerca de un billoncito, nada más), y al tercero, pero no menos importante, de ofrecer hasta 100 millones y seis meses de permisos para quien informara qué militares hablaban con la prensa (esto en épocas del polémico informe de The New York Times revelando directrices similares a las del fenómeno de los falsos positivos).

Nada más triste en una sociedad que los organismos destinados a velar por la seguridad de esta, al contrario, terminen velando por los suyos propios, así pasando por encima de muchos a los que supuestamente debían proteger. Debe levantar indignación pura en todos y cada uno de nosotros, es algo que no podemos permitir como colectivo.

En la noche del lunes 8 de julio, el ministro de Defensa, Guillermo Botero, entregó una declaración en la Casa de Nariño comunicando que las alertas ya estaban puestas en el asunto, añadiendo también palabras de templanza y firme decisión de llegar al fin del embrollo. Sí, da placer oír discursos así, pero como un integrante de la sociedad colombiana, me daría más placer conocer estrategias y resultados de estas para procurar por la salvedad del pueblo al que pertenezco, sin que peligre la seguridad de ninguna parte de este, lo cual es complejo con el pesado historial aún latente de conflicto y violencia en Colombia, pero una obstrucción de los medios y herramientas para llevar eso a cabo lo hace más complejo, e incluso más si los organismos de defensa nos inspirar cada vez menos confianza.

Es curioso, esto me recuerda a la clásica historia infantil de Caperucita roja, aquella niña tierna que le llevaba recados a su abuela a través del bosque, siendo acechada por un lobo que esconde sus intenciones con una máscara de amabilidad. Dicho lobo había llegado antes que ella a la casa de la abuelita y se disfrazó de ella para engañar a la niña tierna. Esta última somos nosotros, el pueblo colombiano, mientras que el lobo disfrazado de abuela es la corrupción en los organismos que “velan por nosotros”. Se supone que nuestros mayores nos protegen, como debería hacerlo la abuela con caperucita, pero, sin embargo, es cambiada por el lobo, quien solo busca aprovecharse de ella. Es cierto que aquel villano fue detenido y castigado en la historia, pero no sin antes lograr su cometido y devorar a la pobre e ingenua caperucita roja.

Pienso en esa historia mientras estoy pendiente del desenlace de esta otra que, en menor o mayor medida, vivimos todos nosotros. Claro, esperando, con el corazón en la mano, que no vuelva a tener espacio ese final que todos conocemos…

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